Las figuras de calidad
Mientrassiguenlasreunionespara consensuarlasmodificacionesdela PAC,laUEhaaprobadoestasemana unanormativaqueblindaalasdenominacionesdeorigenyotrasfiguras decalidadantelacrecientecompetenciadesleal,especialmentefuera delaUEyatravésde internet.
Además, simplificará la burocracia para obtener estos reconocimientos y otorgará más poder a los consejos reguladores para controlar los productos procesados, estableciendo los porcentajes mínimos que deberán llevar del producto protegido. Es decir, una caldereta envasada deberá llevar al menos la proporción que decida la IGP Ternasco de Aragón, para poder presumir de tal nombre.
No es baladí, pues España dispone de 377 indicaciones de calidad la tercera, tras Francia e Italia, aproximadamente el 10% de Europa. Con 200.000 productores y unas 2.500 empresas transformadoras, además de la Agricultura Ecológica.
Un aragonés con un paladar medianamente formado debería saber distinguir un ternasco de un lechal o un cordero mayor, un vino del Campo de Borja de otro del Somontano, o una cebolla de Fuentes de una valenciana. Pero un gallego, probablemente no; y menos un alemán o un griego.
De ahí que en este mundo globalizado resulten imprescindibles estos sellos de calidad, perfectamente identificados en el etiquetado. Pero son todavía demasiados los consumidores que los ignoran, por lo que pueden llegar a adquirir un queso manchego elaborado en México o una cebolla de Fuentes de Chile.
Es precisamente a ellos a quienes se les garantiza que ese vinagre de Módena, la mortadela de Bolonia o cualquiera de los vinos afamados sean lo que presumen. Pues hasta ahora, bastantes fabricantes rozaban el fraude o practicaban la picaresca. De ahí la importancia de comprobar los logos.
No basta con salir a aplaudir a los tractores. Son los consumidores quienes, en la medida de sus posibilidades, deben adquirir estos productos, que además de su calidad suponen el mantenimiento y perfeccionamiento de la agricultura europea.