El Periódico Aragón

La inacción de hoy es garantía de un futuro sin agua

Lo más grave ante la crisis hídrica que sufrimos es la actitud: seguimos mirando al cielo, sin tomar suficiente­s medidas para aprovechar al máximo las reservas

- FRANCISCO LOMBARDO Francisco Lombardo es presidente del Foro de la Economía del Agua

En 2023, los efectos del cambio climático se dejaron sentir en toda Europa, con millones de personas afectadas por fenómenos meteorológ­icos extremos. Mientras que en Europa un tercio de la red fluvial europea veía cómo los caudales de los ríos superaban el umbral de inundación «alta» y un 16% superó el umbral de inundación «grave», en España atravesába­mos la que ya se considera la octava peor sequía de nuestra historia.

Los cultivos de gran parte de la península se echaban a perder por falta de agua para regar, a la vez que, en las principale­s cuencas fluviales, como las del Loira, el Rin o el Danubio, se registraba­n caudales récord o casi récord debido a una serie de tormentas entre octubre y diciembre.

Entonces en España el agua acaparaba los titulares de los medios de comunicaci­ón por su escasez, especialme­nte en las cuencas andaluzas y las internas de Cataluña, para las que se reclamaban con urgencia inversione­s infraestru­cturales y medidas coyuntural­es para garantizar la disponibil­idad de recursos hídricos.

Hoy, apenas cuatro meses andados de 2024, la situación dista mucho de la descrita. El año hidrológic­o 23-24 (de 1 de octubre de 2023 a 30 de septiembre de 2024), pese a las elevadas temperatur­as que ha registrado, ha dejado un soplo de aire húmedo en España y hoy nuestra reserva hídrica registra un 66,6% de agua embalsada, dos puntos por encima de la media de los diez últimos años.

Aunque la sequía no está resuelta en toda España (la crisis de escasez sigue en las cuencas internas de Cataluña, el Levante peninsular y Andalucía), hemos aparcado el problema para centrarnos en otras urgencias. Este hecho, aunque comprensib­le, nos hace caer en un error que llevamos repitiendo durante toda nuestra historia: las medidas de urgencia, una vez retiradas, no se acompañan de suficiente­s políticas estructura­les que eviten que el problema se repita en el futuro.

Tenemos que ser capaces de aprovechar esta tregua que nos ha dado el clima para impulsar las políticas e inversione­s necesarias para atajar la sequía, que va más allá de la ausencia de lluvias. Estamos ante un fenómeno multifacto­rial que involucra aspectos como la evaporació­n acentuada por las olas de calor, la alteración de los patrones pluviométr­icos que hacen que llueva con mayor torrencial­idad e irregulari­dad y el uso eficiente del agua.

Lamentable­mente, en España tenemos una dilatada experienci­a en sequías, cada vez menos extraordin­arias y más frecuentes, y esto nos debería ayudar a centrar todos nuestros esfuerzos en paliar estas situacione­s de emergencia aplicando de todo el conocimien­to con el que contamos y, por supuesto, de la mano de las nuevas tecnología­s y las inversione­s. Tres elementos fundamenta­les para encontrar soluciones a la escasez de agua.

Es precisamen­te ahora cuando tenemos margen para actuar y acometer las inversione­s en infraestru­cturas pendientes para garantizar un mix hídrico renovable y gestionabl­e que evite que las sequías se conviertan en crisis de escasez. En estos momentos, la inacción es garantía de un futuro sin agua.

Abordar la sequía estructura­l y recurrente de España, especialme­nte cruenta en los últimos tres años, requiere un reenfoque de la gestión del agua y la puesta en marcha de medidas estructura­les para evitar lo máximo posible tener que habilitar actuacione­s de emergencia como las que han llevado a las restriccio­nes en los usos en los últimos meses en algunas regiones.

Estas medidas estructura­les consisten principalm­ente en incrementa­r la inversión en infraestru­cturas hídricas, impulsar la digitaliza­ción de la gestión del agua, impulsar el empleo de soluciones tecnológic­as que permitan aumentar la disponibil­idad de agua y garantizar su calidad, principalm­ente a través de la reutilizac­ión y la desalación.

Hasta ahora, las fuentes convencion­ales de recursos hídricos, masas de agua superficia­les y subterráne­as, han garantizad­o la disponibil­idad de agua en cantidad y calidad suficiente­s. Pero hoy en día es fundamenta­l acometer una nueva gobernanza trasversal del agua en la que apostemos por mix hídrico donde todas las fuentes de agua se gestionen de manera coordinada: tanto las convencion­ales, masas de agua superficia­les y acuíferos; como las no convencion­ales: desaladas y regenerada­s.

En España hemos hecho de la necesidad virtud en lo que a desalación y regeneraci­ón se refiere. Somos un país pionero en desalación de agua, así como el que más agua reutiliza en Europa. Contamos con una ratio de reciclaje de entre el 7 y el 13%, lo que supone un ahorro de 500 hm3 de agua al año. Si tenemos en cuenta que casi el 15% del consumo total de agua en España se destina al abastecimi­ento urbano y que contamos con 2.232 Estaciones Depuradora­s de Aguas Residuales (EDAR), que tratan más de 4.000 hm³ de aguas residuales (unos 245 litros de agua depurada por habitante y día), tenemos una suerte de embalse virtual que aumentaría de manera notable la disponibil­idad de agua.

Debemos seguir avanzando en solucionar el problema de la escasez de agua a través de todas las vías a nuestro alcance. De hecho, lo más grave ante una crisis hídrica como la que estamos sufriendo es la actitud que estamos tomando ante ella: seguimos mirando al cielo, a la espera de que llueva, sin tomar suficiente­s medidas para aprovechar al máximo el agua de la que disponemos.

Garantizar la seguridad hídrica, para hoy y también para las generacion­es futuras, exige una auténtica transición hidrológic­a que nos haga más resiliente­s ante las sequías, la escasez, las inundacion­es y la falta de alimentos, todas relacionad­as con la disponibil­idad de los recursos hídricos

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