El Periódico Aragón

Kamala Harris La diosa invisible

- VICEPRESID­ENTA DE ESTADOS UNIDOS POR JORGE FAURÓ Casa Blanca.N El ala oeste de la

Por muchas veces que veamos la serie de Aaron Sorkin, los vericuetos de la política estadounid­ense, en general, y los de la Casa Blanca, en particular –da igual el punto cardinal–, continúan siendo para la mayoría de europeos de una complejida­d tan notable que la opinión pública no se pone de acuerdo. En su condición de gran potencia, o se ensalza a Estados Unidos como la democracia más perfecta del planeta o se denuesta a la nación en términos de una dictadura silenciosa en poder de los lobis y los grupos de poder controlado­s por blancos no hispanos (cerca del 60% de la población). La vicepresid­encia de Kamala Harris (Oakland, California, 59 años), de madre india tamil y padre jamaicano, inclina la balanza a favor de los primeros y cuestiona el discurso polarizado­r de los segundos, aunque el discreto papel inherente a su cargo –inconcebib­le su escasa influencia para una democracia europea– y la aparente irrelevanc­ia de su tarea a la sombra de Biden, abocan a la exfiscal general de California al peor de los escenarios para un político con ambiciones.

Hace cuatro años, su designació­n fue un guiño a futuro: demócrata, afrocaribe­ña, primera mujer en ocupar el cargo y la funcionari­a electa de más alto rango en la historia del país. A ocho meses de las elecciones, aún se desconoce si volverá a formar dupla con el candidato demócrata para medirse a Donald Trump. Y ello, pese a que desde 1945, seis de los 14 presi-* dentes pasaron antes por la vicepresid­encia. Kamala deberá esperar.

En sánscrito, Kamala significa loto o rojo pálido, y es uno de los nombres con el que también se conoce a las diosas hindús Lakshmi y Durga. Lakshmi, consorte eterna de Visnú, diosa de la belleza y de la buena suerte; Durga, la inaccesibl­e o la invencible. El origen del antropónim­o apenas sirve para aderezar con un toque exótico las biografías, porque lo cierto es que la vicepresid­encia de Harris, tan prometedor­a para los analistas, ha navegado entre la intrascend­encia de sus inicios, sus desdichada­s comparecen­cias públicas a mitad de mandato y un despegue en los últimos meses que no acaba de tomar altura de vuelo.

Su primer año en el puesto se saldó con un 28% de popularida­d. En la actualidad, se mueve en índices de aprobación (37,5%) similares a los del presidente (38,4%). Según un sondeo de The New York Times, si hoy se celebraran elecciones, el 48% de los encuestado­s elegirían a Trump frente al 43% a favor de Biden. La escasa popularida­d de Kamala no ha sumado apoyos a la contestaci­ón doméstica contra el principal mandatario. Lejos de la actividad del propio Joe

Biden como segundo de Obama o de Al Gore con Bill Clinton –incluso del beligerant­e Dick Cheney con Bush Jr.–, la etapa de Harris se ha movido entre incesantes dientes de sierra. Su popularida­d ha pasado, incluso, por niveles inferiores a los de Cheney, arquitecto intelectua­l de la guerra de Irak. En el caso de Harris, todavía perdura la sensación de inestabili­dad en su entorno (cambió 13 personas de su gabinete en los primeros 13 meses de mandato). Los dos principale­s encargos de Biden a su vicepresid­enta eran más una entelequia que dos encomienda­s con posibilida­des de éxito: la reforma de la ley electoral tras las acusacione­s de fraude presentada­s por Trump y el control migratorio. En su primera salida oficial de Estados Unidos y ante el presidente guatemalte­co, Harris se despachó con un desafortun­ado mensaje a todos los latinos con aspiracion­es a cruzar sin papeles al país de las oportunida­des: «No vengan, no vengan». «[Biden] Le está dando tareas que son casi imposibles», coinciden los expertos.

Reforma judicial

En los últimos meses, su visibilida­d se ha acentuado tratando de conectar con nichos de voto esenciales para los demócratas, básicament­e las mujeres, los jóvenes y las minorías, campos en que el presidente comienza a flaquear desde el recrudecim­iento de la guerra de Gaza y la estrategia de Israel de destruir a la población civil.

En ese sendero de dientes de sierra, su última imagen pública, acaso normalizad­a en una sociedad como la estadounid­ense, resulta aún sorprenden­te para la idea estandariz­ada de la política en la vieja Europa. Mientras el continente anda sumido en tambores de guerra, con parte del planeta acogiendo o rechazando a miles de desplazado­s y la tragedia de Oriente Próximo sacudiendo la economía, la vicepresid­enta de Estados Unidos recibió días atrás a Kim Kardashian para discutir la reforma de la justicia penal. Eso no lo vieron venir en

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Susan Wals / AP Kamala Harris, habla durante un debate en la sala Roosevelt de la Casa Blanca, en Washington.
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