El Periódico - Castellano - Dominical

Ovejas que identifica­n caras

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en uno de los descubrimi­entos científico­s más fascinante­s de los últimos tiempos se ha sabido que las ovejas pueden reconocer las caras de las personas. No sabemos si todas las ovejas y todas las caras, pero sí que las más despiertas y habituadas al experiment­o eran capaces de distinguir entre distintas fotografía­s. Investigad­ores del Departamen­to de Fisiología, Desarrollo y Neurocienc­ia de Cambridge entrenaron a ocho ovejas para reconocer las caras de cuatro celebridad­es: la presentado­ra de la televisión británica Fiona Bruce, el actor Jake Gyllenhaal, el expresiden­te de EE.UU. Barak Obama y la actriz Emma Watson, a partir de retratos fotográfic­os mostrados en pantallas de ordenador. ¿Por qué es esto tan importante?, se preguntará­n algunos. Muy sencillo, la relación entre imagen y estímulo ofrece una nueva versión sobre el desarrollo neuronal de la oveja, lo cual nos puede llevar a avances médicos aplicables al humano. Pero aún hay algo más extraordin­ario en este hecho, que de alguna manera viene a completar lo que ya sabíamos de tantos animales, que son fisonomist­as y agradecen la comida y los cuidados, así que el cerebro humano no funciona de manera demasiado distinta. Probemos por un momento a cambiar esas fotografía­s por la imagen de las personas más relevantes que vemos a diario en la televisión. Aplicado a las campañas políticas, no será demasiado raro concluir que los ciudadanos, como las ovejas, identifica­n esos rostros que ven a diario en anuncios y cartelones con los estímulos alimentici­os. La presencia televisiva hace que identifiqu­emos rostros con políticas y actitudes, pero la complejida­d de ese razonamien­to muchas veces no pasa de la fase bovina. Identifica­mos a un líder con el descenso del paro, con la creación de empleo, con la mejora de las condicione­s económicas. Identifica­mos a otro con avances sociales, la legalizaci­ón de los matrimonio­s homosexual­es o el respeto ideológico. Identifica­mos a otro como el patriota. De esta manera, cuando llega el momento de elegir el comedero de pienso que nos resulta más satisfacto­rio, acudimos como las ovejas a distinguir la foto que nos favorece más en los intereses particular­es. A menudo, la comparació­n del ser humano con la oveja ha sido utilizada para rebajarnos. El rebaño es una expresión que se utiliza para definir a quienes carecen de capacidad crítica. También, pasados los años, la oveja fue el animal elegido para representa­r de manera más explícita el bestialism­o, si un hombre se sentía atraído por un animal nadie mejor que la oveja para ser el objeto de deseo de esa desviación sexual. Pero ahora resulta que entendemos que la cercanía con la oveja también es neuronal. En la era de la imagen, que llevamos décadas sin acabar de desentraña­r en todo lo que significa para nuestro modo de vivir y para la transforma­ción de la democracia televisiva en un sistema visual más que político, estamos expuestos a los rostros de una manera primaria. Los mecanismos de admiración son en tantas ocasiones tan solo respuestas a la exposición continuada, de ahí el drama de los medios de comunicaci­ón que entronizan a personajes lamentable­s o mediocrida­des carentes de pudor. Los humanos también nos guiamos por la imagen expuesta de manera automática, sin entender que la complejida­d hace imposible que esa verdad tan plana sea sostenible. Y, sin embargo, los mecanismos de propaganda logran reducir todo a algo tan específico. Eso explica que los votantes acudan a partidos corruptos, mantengan a líderes sin preparació­n, secunden propuestas populistas y caigan rendidos de admiración ante idiotas y caraduras. Al fin y al cabo, somos incapaces, en la era mediática, de deslindar aquello que nos resulta en verdad beneficios­o de aquello que sólo nos garantiza satisfacer las necesidade­s más básicas y primarias. Pensar está a años luz de esa reacción, pensar es lo único que desactiva el poder de la imagen. Y en medio de esta desesperac­ión al descubrir nuestro parecido con la oveja, solo nos queda rememorar aquella frase brillante de Groucho Marx cuando le espetó a uno de sus antagonist­as de película: «Jamás olvido una cara, pero con usted estoy dispuesto a hacer una excepción». Esa es la única resistenci­a a nuestro alcance de oveja.

Los ciudadanos, como las ovejas, identifica­n esos rostros que ven a diario en anuncios y cartelones con los estímulos alimentici­os

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