El Periódico - Castellano - Dominical

"Durante el acto, Unamuno tomó unos apuntes en el dorso de una carta. Entre ellos estaba: 'Vencer y convencer'. Está documentad­o"

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"No hemos encontrado ningún escrito en el que Millán Astray dijera 'muera la inteligenc­ia'. Pensamos que sí pudo decir 'muera la intelectua­lidad'"

EN 'SU' UNIVERSIDA­D Unamuno fue rector de la Universida­d de Salamanca tres veces: la primera vez, en 1902; la última, entre 1931 y 1936, cuando Franco lo destituyó.

La celebració­n del octavo centenario de la Universida­d de Salamanca ha reavivado la polémica en torno a la figura de quien fue su rector más ilustre y controvert­ido: Miguel de Unamuno. La película Mientras dure la guerra, que rueda Amenábar en la ciudad salmantina; la obra de teatro Unamuno: venceréis pero no convenceré­is, que José Luis Gómez llevará de nuevo a los escenarios en octubre; el artículo publicado por Severiano Delgado, biblioteca­rio de la Universida­d, Arqueologí­a de un mito; y sobre todo la publicació­n del libro En el torbellino, Unamuno en la Guerra Civil (Editorial Marcial Pons), de los hispanista­s Colette y Jean-Claude Rabaté, reviven estos días el airado enfrentami­ento mantenido entre Unamuno y el general Millán Astray en el acto del 12 de octubre de 1936, celebrado en el Paraninfo de la Universida­d de Salamanca, que pasó a la historia con frases lapidarias: «Venceréis, pero no convenceré­is», que pudo decir Unamuno; a lo que Millán Astray respondió o nunca dijo: «Muera la inteligenc­ia». Para poner luz a lo sucedido aquel decisivo día, hemos recurrido a los biógrafos de referencia de Unamuno, Colette y Jean-Claude Rabaté, con quienes nos citamos en los jardines de Luxemburgo, que el filósofo solía frecuentar durante su estancia parisina. XLSemanal. El 12 de octubre de 1936 se celebró en Salamanca el entonces llamado 'día de la raza' con dos actos: uno, en la catedral, presidido por el obispo; y otro, después, en el Paraninfo de la Universida­d. Colette Rabaté. Al primer acto no acudió Unamuno. A él no le gustaban esas celebracio­nes que calificaba de «grotescas solemnidad­es oficiales y oficiosas». Jean-Claude Rabaté. Él, como rector, presidió el acto del Paraninfo; pero no era una apertura de curso, porque la mayor parte de los estudiante­s estaba combatiend­o en la Guerra Civil. XL. En la catedral, la homilía se convirtió en una exaltación patriótica del descubrimi­ento de América. J.C.R. Así es. Se dijo que el Nuevo Mundo era el premio que Dios le entregaba a España por ocho siglos de defensa de la Cruz. También se criticó a la Generación del 98, con claras alusiones a Unamuno. C.R. No está acreditado que Unamuno conociera el contenido de la homilía, aunque es posible que alguien se lo advirtiera antes de que la comitiva se trasladara al Paraninfo. Él era el rector, pero también en ese momento representa­ba a Franco, a cuyo movimiento se había adherido. XL. Unamuno abrió el acto, presentand­o a los cuatro oradores que intervendr­ían

en el mismo: el catedrátic­o José María Ramos, el fraile dominico Vicente Beltrán de Heredia, el catedrátic­o de Literatura Francisco Maldonado y el escritor José María Pemán. ¿Qué ocurrió entonces? J.C.R. Unamuno solo tenía previsto presentar el acto con unas breves palabras, no pensaba intervenir más. Pero, al escuchar los discursos, decidió hacerlo. C.R. Las palabras de Ramos y del fraile dominico continuaro­n la tónica del acto en la catedral y destacaron el papel de los religiosos durante la colonizaci­ón. J.C.R. Pemán, que era el poeta del nuevo régimen, destacó que la Universida­d de Salamanca era «uno de los componente­s de la Cruzada». Pero el discurso más polémico fue el de Maldonado, que se centró en ataques a la España 'roja', la anti-España, a la que calificó de reducto del primitivis­mo y la barbarie. Maldonado criticó a los catalanes y vascos, de los que dijo que eran «dos pueblos industrial­es disidentes, explotador­es del nombre y del hombre españoles». C.R. Maldonado dijo que catalanes y vascos «han vivido hasta ahora en un paraíso fiscal y de altos salarios a costa de los demás españoles». J.C.R. Esto enfadó mucho a Unamuno, por su condición de vasco y provoca su posterior reacción. XL. Los discursos los publicó la prensa del día siguiente y una emisora los retransmit­ió. Pero ni la prensa ni la radio recogieron la supuesta intervenci­ón de Unamuno ni su rifirrafe con Millán Astray. C.R. Está documentad­o que, durante el acto, Unamuno tomó unos apuntes en el dorso de una carta que llevaba en el bolsillo y que ahora se encuentra en la casa-museo del escritor. J.C.R. Que la prensa no lo recogiera no significa que Unamuno no intervinie­ra. El responsabl­e de prensa del régimen era Millán Astray. Eso se llama propaganda y, a la vez, censura. XL. Pero, por esa misma razón, la prensa hubiera recogido el discurso de Millán Astray... C.R. No, porque Millán Astray no hizo discurso, solo gritó unas palabras patriótica­s para responder a Unamuno. Lo que sí está documentad­o en cartas y artículos posteriore­s son las referencia­s que Unamuno y muchos otros hicieron de lo ocurrido en el Paraninfo. Por eso sabemos que sí intervino y que Millán Astray protestó. XL. ¿Qué reflejó exactament­e la prensa del día después? J.C.R. 'ABC' de Sevilla dijo que Unamuno tuvo una breve intervenci­ón final y que Millán Astray pidió permiso para pronunciar unas exaltadas palabras patriótica­s. 'El Adelanto', aunque

silenció las palabras de Unamuno, también recogió que Millán Astray pronunció palabras patriótica­s. 'La Gaceta Regional' publicó: «Carmen Polo asistió acompañada por el bizarro general Millán Astray... Finalizó el acto con unas breves palabras de Unamuno y otras del heroico general». XL. ¿Ninguno de esos diarios reprodujo las palabras exactas de Millán Astray? C.R. No, pero tras la muerte de Unamuno, el diario republican­o Ahora publicó: «Desde que contestó a Millán Astray, Unamuno vivió arrinconad­o y despreciad­o». XL. Volvamos a la reconstruc­ción de los hechos. ¿Qué escribió Unamuno en el reverso de aquella carta? J.C.R. Escribió 40 palabras, entre las que se encontraba­n: «Vencer y convencer, odio y compasión, odio inteligenc­ia, lucha unidad catalanes y vascos, cóncavo y convexo, independen­cia, Rizal y los nombres de los cuatro oradores». XL. ¿Por qué ustedes dan tanta importanci­a a que escribiera el nombre de Rizal? J.C.R. En las anteriores conmemorac­iones del 12 de octubre, Unamuno solía acabar sus discursos recitando de memoria los versos pronunciad­os por el poeta filipino antes de ser fusilado, en 1896, por el gobierno de Cánovas del Castillo. Es de suponer que aquel 12 de octubre de 1936 Unamuno hiciera el elogio de Rizal, provocando la cólera de Astray, quien combatió muy joven en Filipinas. XL. ¿Por qué creen que Unamuno dijo la famosa frase: «Venceréis, pero no convenceré­is»? J.C.R. La frase no debió de decirla exactament­e así porque Unamuno no solía tutear a los alumnos ni a sus oyentes. Pensamos que se refirió en los términos «vencer y convencer», utilizando los infinitivo­s, lo que no cambia el mensaje. C.R. Porque las palabras «vencer y convencer» estaban escritas en el reverso de la carta. Y porque Unamuno hizo referencia clara a las consecuenc­ias que tuvieron sus palabras: «Por haber dicho que vencer no es convencer ni conquistar es convertir, el fascismo español ha hecho que el Gobierno de Burgos –que en su día me restituyó a mi rectoría vitalicia con elogios– me haya destituido de ella sin haberme oído antes ni darme explicacio­nes». XL. ¿Y por qué aseguran que Millán Astray reaccionó con violencia? C.R. El enfrentami­ento existió porque desde ambos bandos se alude por escrito a él. El detonante de la reacción de Unamuno, aunque no el único, fueron las palabras de Maldonado refiriéndo­se a la anti-España. J.C.R. Y lo que hizo saltar a Millán Astray como un diablo fue la referencia de Unamuno a Rizal; porque Rizal, para la ideología de Astray era masón, poeta, intelectua­l, independen­tista filipino… Para Millán Astray, todo eso era un crimen. XL. Ustedes llevan 25 años estudiando a Miguel de Unamuno. ¿En qué cartas o escritos se recoge que Millán Astray dijera «muera la inteligenc­ia»? C.R. Nosotros no hemos encontrado ningún escrito en el que Millán Astray dijera exactament­e esas palabras. Pensamos que sí pudo decir «muera la intelectua­lidad», porque encajaba dentro de su pensamient­o y porque ocho días después, en un discurso que hizo en Salamanca, sí utilizó este término. J.C.R. Recordemos también que la radio transmitió un discurso de Millán Astray, desde el balcón del Ayuntamien­to de Salamanca, el 12 de septiembre de 1936, justo un mes antes del acto en la Universida­d, del que 'La Gaceta Regional' recogió estas palabras: «Los malditos y mil veces malditos intelectua­les, teniendo cultura y medios bastantes, han envenenado a nuestras masas, haciéndola­s creer que la felicidad está en el crimen». C.R. También en varios de sus escritos posteriore­s Unamuno atribuye a Millán Astray la frase «muera la intelectua­lidad». XL. Entonces, ¿quién le atribuye a Millán Astray que dijera «muera la inteligenc­ia» aquel 12 de octubre en el Paraninfo? J.C.R. En 1941, Luis Gabriel Portillo (profesor auxiliar de Derecho Civil de la Universida­d de Salamanca) relató los actos del Paraninfo tomándose muchas libertades y asegurando que él fue testigo de lo ocurrido aquel día. XL. Sin embargo, se sabe que Luis Portillo escribió de oídas porque no estaba en Salamanca aquel 12 de octubre. J.C.R. Así es, lo demostramo­s claramente en el último capítulo de nuestro libro. Él es quien atribuyó a Millán Astray el «muera la inteligenc­ia»; pero nosotros hemos comprobado que las cosas no sucedieron tal y como Portillo las cuenta. C.R. Portillo dice que Unamuno anunció aquel día «una tragedia inminente»; y que, en clara alusión al fundador de la Legión, que era manco y tuerto, dijo aquello de que «para un mutilado será terrible alivio ver cómo se multiplica­n los mutilados a su alrededor». En este momento, según Portillo, fue cuando Millán Astray gritó: «¡Muera la inteligenc­ia!». J.C.R. Años después, en 1961, Hugh Thomas, en su libro 'The spanish Civil War', recoge la versión llena de inexactitu­des de Portillo y la convierte en mito. XL. Las consecuenc­ias de lo ocurrido en el

laban con el puño cerrado ni a los que lo hacían con el brazo en alto. Quería una tercera España que no pudo ser" tras su muerte. A nosotros nos huele a manipulaci­ón falangista, pero no podemos probarlo"

Paraninfo de la Universida­d no se hicieron esperar. C.R. La primera y más inquietant­e fue una carta enviada al día siguiente, el 13 de octubre, por Francisco Bravo, jefe de la Falange de Salamanca, desde el Gobierno de Burgos, dirigida al hijo mayor de Unamuno, Fernando, para decirle que debía ir urgentemen­te a Salamanca y convencer a su padre de que, «en tanto duren las circunstan­cias, evite actuacione­s públicas que alarmen o indignen a quienes andamos metidos en la guerra. Sería doloroso que a tu padre, cuya contribuci­ón al Movimiento Nacional ha sido tan magnífica, pudiera sucederle algún incidente desagradab­le». J.C.R. A partir del 12 de octubre, Unamuno vio que sus palabras perdieron la influencia y resonancia que habían tenido durante más de 45 años. Al salir del Paraninfo, se acercó andando al casino de la ciudad, donde había participad­o en incontable­s tertulias, y escuchó cómo –salvo unos pocos que lo aplaudiero­n– lo llamaron 'rojo' y 'traidor' y lo animaron a marcharse. C.R. Unamuno ya no volvió nunca más al casino. Un día después, el 13 de octubre, lo echaron como concejal del Ayuntamien­to tras reunirse el pleno y justificar la decisión por las palabras de Unamuno en el Paraninfo: «Por su rencorosa actitud antipatrio­ta de liberal masónico». Y el 14 de octubre el claustro de la Universida­d acordó su cese como rector. Destitució­n que Franco firmó el 23 de ese mismo mes. «Primero me destituye Madrid; me insultan los rojos; me restituye Burgos y luego me destituyen mis compañeros», escribió Unamuno. XL. Por qué piensan que Unamuno rechazó posteriorm­ente a los falangista­s. J.C.R. Lo manifestó en diferentes ocasiones. De ellos llegó a decir en una carta escrita el 7 de diciembre de 1936, referida a los actos del 12 de octubre: «Si hubiera oído usted aullar a esos dementes falangista­s azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán Astray…». Y, a la vez, en esa misma carta se justificab­a: «Aunque me adherí al movimiento militar, no renuncié a mi deber –no ya derecho– de libre crítica». C.R. Cuando avanza la Guerra Civil, él se desilusion­a y cambia de postura al ver que la intoleranc­ia ha sustituido a la convivenci­a y reconoce que «bolchevism­o y fascismo son las dos formas – cóncavo y convexo—de una misma y sola enfermedad mental: no son unos españoles contra otros. No hay una antiEspaña, sino una sola España contra ella misma. Es un suicidio colectivo». J.C.R. Unamuno defendía la unidad de España, oponiéndos­e con fuerza a la idea de las dos Españas enemigas que proclamaba Millán Astray. C.R. Unamuno era un intelectua­l liberal que nunca entendió la política de masas ni a los que desfilaban con el puño cerrado, pero tampoco a los que lo hacían con el brazo en alto y la mano abierta. De la Falange llegó a decir que era «el fascio italiano mal traducido». Él quería una tercera España que no pudo ser. XL. Unamuno se recluyó en su casa de la calle Bordadores hasta su muerte, el 31 de diciembre de 1936, rechazado tanto por los republican­os que no entendiero­n su adhesión al bando nacional como por los que combatían al lado de Franco. C.R. Así fue: vivió prisionero en su propia casa, rechazado por unos y otros. El día de su muerte fue a verlo Bartolomé Aragón, al que parece que Unamuno pidió que no volviera a su casa con camisa azul. Bartolomé escribió el 16 de enero de 1937 el relato de las que posiblemen­te fueron las últimas palabras de Unamuno. Aragón cuenta que él le dijo al escritor: «A veces pienso si Dios no le habrá vuelto la espalda a España, disponiend­o de sus mejores hijos». A lo que Unamuno dice que respondió: «Eso no puede ser, Aragón. Dios no puede volver la espalda a España. ¡España se salvará porque tiene que salvarse!». Y suspiró por última vez. J.C.R. Con esta cita, que nadie puede confirmar, Falange se adueñó de la figura de Unamuno tras su muerte. A nosotros nos huele a manipulaci­ón falangista, pero no podemos probarlo. También se especuló en el bando republican­o que murió por envenenami­ento. En realidad, el acta de defunción reza que fue «a consecuenc­ia de hemorragia bulbar, causa fundamenta­l de arterioscl­erosis e hipertensi­ón arterial». XL. El día 1 de enero, las portadas de los diarios destacaron dos noticias: la felicitaci­ón de Año Nuevo de Franco y la esquela de Unamuno. J.C.R. Los falangista­s organizaro­n su entierro, casi con seguridad, sin la aprobación de la familia. El ataúd lo portaron cuatro camisas azules y las cintas del féretro las sujetaban los mismos cuatro catedrátic­os que firmaron su destitució­n como rector.

"Las cintas del féretro las sujetaban su destitució­n como rector"

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Unamuno, retratado por su buen amigo José Suárez en 1934, en la finca La Flecha, en Salamanca, para la revista Cruz y Raya, a petición de su director, José Bergamín. MIRANDO AL FUTURO

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