El Periódico - Castellano - Dominical

"LA FIBROMIALG­IA NO ME VA A QUITAR NI UN MINUTO"

- MARÍA CALVO MÁLAGA, 36 AÑOS 'Youtuber' y profesora de oboe

Con la fibromialg­ia sufres dolores musculares y esquelétic­os generaliza­dos, además de hipersensi­bilidad en muchas zonas de tu cuerpo. Es crónica. Está relacionad­a con la recaptació­n de la serotonina. Y encima tiene síndromes asociados, como el de fatiga crónica. Porque no duermes en profundida­d. Me mata que me digan: 'Venga, que eres muy vaga'. También suele traer como 'regalo' un colon irritable. Hay periodos de diarrea y otros de estreñimie­nto. El kéfir me ayuda. Y cuando me da la migraña, no puedo ni abrir los ojos». «Me la diagnostic­aron en 2012, después de ocho meses de pruebas. Había empezado a sufrir dolores muy intensos y nadie acertaba con lo que podía pasarme. Antes, cuando hacía deporte en el colegio, para mí ya era un suplicio tumbarme sobre una superficie dura. Llegué a asumirlo como algo normal. En mi caso, los dolores empezaban en las costillas hasta que afectaban a todo el cuerpo. Me derivaron al especialis­ta de digestivo. No me encontraba­n nada. Los médicos me aseguraban que todo estaba bien. Uno me dijo: 'Pues no tiene usted pinta de enferma'. Es muy duro que te ninguneen. Y yo me agobiaba porque los dolores eran inhumanos. Luego me enviaron al neurólogo, a huesos... Nada». «Me daba miedo ya hasta que me abrazaran. Una noche, mi marido me llevó a urgencias. Creí que me moría de dolor. Más pruebas. Y la doctora de urgencias sospechó que podría ser fibromialg­ia y me derivó al reumatólog­o. Y por fin me hicieron la prueba de los puntos gatillo. Hay 18. A partir de 13 se considera fibromialg­ia. Mi nivel es 18, el máximo. Sentí alivio por tener un diagnóstic­o. Además, no me estaba muriendo, no tenía un tumor. Esta enfermedad es chunga, chunguísim­a cuando te dan las crisis, pero no te mueres». «Fui a una unidad del dolor. Me dieron una medicación fortísima que me dejaba imbécil perdida. Me dormía en el autobús camino del trabajo, así que dejé de tomarla. Me bebía las ampollas de Nolotil inyectable­s. Era lo único que me hacía moverme. Luego tomé antidepres­ivos, porque algunos regulan la serotonina. Pero me dio una reacción y se me desmadró la prolactina, una hormona. Nada me ayudaba. Ni los masajes ni el pilates ni el yoga... Hasta que descubrí que la musculació­n me venía bien. Fui al gimnasio hasta que me quedé embarazada». «Yo llevo una vida normal a base de esfuerzo. Conozco a gente con fibromialg­ia que está tirada en un sofá. A veces, yo también, cuando tengo una crisis gorda. Pero en mi caso, si me quedo quieta, me pongo peor. Así que lucho. Me levanto por las mañanas que parezco Robocop. Procuro no estar mucho tiempo en la misma posición. Pero nunca cojo la baja. Voy a dar clase al conservato­rio con unas crisis brutales, porque sé que en casa me va a doler lo mismo. Si me duele, me voy a andar. Se me duermen los brazos, la espalda. Se me va la fuerza. Pero me he acostumbra­do a convivir con el dolor. Esta enfermedad no me a quitar ni un minuto. No me puedo venir abajo. Tengo un motivo para seguir adelante, que es mi hijo. Si toca bañarlo, pues a bañarlo. A veces me tomo un Nolotil, pero cuantas menos medicinas tome, mejor. No recuerdo un día sin dolor. Pero me maquillo todos los días. Estar guapa me hace sentir mejor».

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