El Periódico - Castellano - Dominical

Entrevista.

"Tu instinto te dice: 'No sigas subiendo'. El miedo crece con cada nuevo reto"

- REINHOLD MESSNER

Ha sido el primero en escalar los 14 ochomiles sin máscara de oxígeno. Hablamos con Reinhold Messner antes de que reciba el premio Princesa de Asturias de los Deportes.

Ha sido la primera persona que ha subido los 14 ochomiles sin máscara deoxígeno. También ha atravesado la Antártida y Groenlandi­a en solitario, a pie y sin perros; ha cruzado el desierto del Gobi... El italiano Reinhold Messner, de 74 años, es para muchos el mejor alpinista del mundo. Lo visitamos en su castillo de Bolzano antes de que viaje a Oviedo para recoger el premio Princesa de Asturias de los Deportes.

Alos cinco años realizó su primer ascenso y a los 74 sigue escalando. Por el camino, proezas para escribir varios libros –ha publicado más de 20–: la más llamativa, subir los 14 ochomiles sin oxígeno. En el primer intento falleció su hermano Günther; una muerte que lo ha perseguido durante décadas. Muchos lo acusaron de abandonarl­o por el afán de coronar la cumbre. Años después se pudo comprobar su versión: Günther perdió la vida en una avalancha ya en el descenso. Pero hay mucho más: ha hecho cumbre en varios ochomiles más de una vez y a menudo en solitario. Además, ha atravesado la Antártida y Groenlandi­a en solitario y a pie (sin perros siquiera), ha cruzado el desierto del Gobi… Ahora continúa viajando, rueda documental­es y regenta seis museos que llevan su nombre. Vive en un castillo cerca de Bolzano y ha recibido este año el premio Princesa de Asturias de los Deportes junto con el polaco Krzysztof Wielicki. Para Reinhold Messner, el alpinismo o es tradiciona­l o no es; es decir, o se practica sin ayuda de oxígeno ni tecnología o no es alpinismo. Es otra cosa: «turismo de alta montaña», «paseos para millonario­s...». Así lo define. XLSemanal. Enhorabuen­a. R. Messner. Me dan muchos premios, pero la mayor parte no los acepto. XL. ¿Y eso? R.M. ¡Hay que dárselos a la gente joven, no a septuagena­rios! Pero es la primera vez que unos alpinistas reciben el premio Princesa de Asturias, que normalment­e va a parar a gente de la cultura, el deporte… XL. ¿El alpinismo no es un deporte? R.M. No, es un acto cultural entre la montaña y el hombre. XL. Ha batido usted todos los récords… Es la primera persona que ha subido los 14 ochomiles sin ayuda de oxígeno. R.M. ¡Yo no he batido récords! No me interesa. He intentado ir más allá de mis límites. Eso es todo. XL. Y tras el alpinismo llegó la Antártida, el desierto del Gobi… R.M. Primero, fui escalador de roca, siempre al estilo tradiciona­l. Después, me dediqué al alpinismo de alta montaña: en el Himalaya, los Andes… Y, luego, a los grandes desiertos. XL. ¿Y ahora que tiene 74 años? R.M. Viajo por el mundo para estudiar las montañas sagradas. He realizado estudios sobre el Yeti… XL. Tuvo un encuentro con él. R.M. Lo vi por primera vez hace ya muchos años en el Tíbet oriental. Lo conté en un libro. XL. Entonces ¿existe? R.M. Después de aquel encuentro, me he pasado años buscándolo. Siempre he dicho que se trataba de un oso pardo. Y ahora los análisis de ADN me han dado la razón. Pero es más que eso, es un símbolo. Tiene que ver con la visión religiosa de la montaña. XL. Cuente, cuente. R.M. La montaña tiene mucho que ver con la religión: todas las montañas eran sagradas. En Asia dicen que Shiva vive en la cima de una montaña sagrada. Milarepa (figura fundamenta­l del budismo tibetano) subió a la montaña más alta del mundo a meditar. En el cristianis­mo también: Moisés sube al Sinaí y baja con los diez mandamient­os. ¡Otra historia de montaña! XL. Usted ¿es religioso? R.M. Todas las religiones que conocemos son invencione­s humanas, pero eso no quiere decir que no exista una fuerza de orden por encima de nosotros. Para mí, la naturaleza es quien nos otorga las reglas. Luego están las reglas del hombre, de los Estados… Esas normas las acepto con el cerebro: cuando voy por carretera, circulo por la derecha. Pero el dictado de la naturaleza, ese lo acepto con el corazón. XL. El alpinista convive con la muerte. R.M. La montaña es mucho más grande que nosotros. Está viva, siempre es distinta. Y es peligrosa. XL. ¿Y por qué correr el riesgo? R.M. ¡El alpinismo es una actividad inútil! Pero yo puedo hacer de ella la cosa más importante para mí durante un periodo determinad­o. XL. Permítame insistir: ¿por qué arriesgar la vida en algo que usted mismo define como inútil? R.M. El sentido se lo otorgo yo. Si se me mete en la cabeza subir al Everest sin máscara de oxígeno, eso se convierte en lo más importante del mundo mientras lo estoy haciendo. Si me enamoro de una mujer, esta mujer, mientras dure el enamoramie­nto –meses, años o una vida– es la persona más importante del mundo. XL. Ha dicho que de joven su único amor era la montaña, pero después le llegó la necesidad de encontrar a una mujer y formar una familia. R.M. Todo el que se dedica a actividade­s extremas necesita un nido, una casa a la que volver. Como un pájaro que emigra y vuelve. XL. ¿Qué siente al volver la vista atrás? R.M. Yo no miro atrás. Me llena lo que quiero hacer mañana. Sueño a largo plazo y después encuentro los medios para realizar esos sueños. Mi vida es hacer cosas, no haberlas hecho. XL. Ha dicho que su mayo del 68 lo hizo escalando. ¿Se puede cambiar el mundo desde el alpinismo? R.M. Escribí aquel famoso artículo, El asesinato de lo imposible, donde dije que si nosotros cancelamos lo imposible en la montaña usando ciertas ayudas tecnológic­as, el alpinismo moriría. Porque el alpinismo vive de lo imposible. Cada generación debe hacer realidad aquello que sus abuelos dijeron que era imposible. Si se cancela lo imposible, o se asesina, este flujo se interrumpe de modo indefinido. XL. ¿Ha ocurrido? R.M. El alpinismo se está convirtien­do en turismo deportivo. ¡Hoy, la escalada de roca se hace en un gimnasio! ¡Eso no es alpinismo!

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