El Periódico - Castellano - Dominical
... LO ANALIZA
"Infiltrarte en los foros de pederastas es difícil. Debes parecer uno más, pero si te piden material pedófilo y se lo das cometes un delito. Y si se lo pides tú, también"
crecen pensando que si se lo hace esa persona no es algo malo. ¡Es horrible! Y ves muchos casos así». La mayoría de los menores sometidos a abusos sexuales los sufre, de hecho, en su entorno familiar y de confianza, denuncia Save the Children en su informe Ojos que no quieren ver. Esta ONG lleva años exigiendo en España una ley que incluya la educación afectivo-sexual en los colegios –para enseñar a los menores qué comportamientos de adultos son inaceptables– o la creación de una fiscalía y juzgados especiales que aceleren los procesos y eviten que los niños declaren ante sus agresores hasta tres o cuatro veces. L A R A Z Ó N D E D E D I C A R ME A E S T O Patricia lleva dos años y medio rastreando a este tipo de sujetos y ha participado en unas diez operaciones culminadas con detenidos, la mayoría por tenencia y/o distribución. Ahora bien, en tres de ellas los agentes pusieron fin a situaciones de explotación sexual. Son momentos memorables para la sección. «Cuando detienes a pederastas que producen material, pones fin a una situación en que un menor o varios llevan tiempo sufriendo abusos –explica la agente–. Es la mayor recompensa por nuestro trabajo, la razón por la que hacemos lo que hacemos». Patricia sintió esa satisfacción nada más aterrizar en la Unidad de Delitos Telemáticos, en una de sus primeras operaciones. «Un hombre, por chat y videollamadas desde España, había conseguido controlar a un niño de unos diez años en Colombia. Lo grabó, entre otras escenas, abusando de su hermana bebé. Con penetraciones... –la pausa se antoja inevitable; aún parece trastornarla el recuerdo–. A ese lo pillamos», remata rabiosa, vehemente, complacida. Tras el relato de la agente surge de inmediato una reflexión: ¿cómo es posible que un niño de esa edad maneje redes sociales tanto tiempo sin supervisión? «Ahí ya no llegamos –contesta–. Nosotros detuvimos al criminal y avisamos a la Policía colombiana sobre los niños, pero ignoro si vivían en un hogar desestructurado, si sus padres trabajaban fuera todo el día... Solo sé que para obtener ese nivel de control sobre un niño debes pasar muchas horas conectado con él». El caso es ejemplo paradigmático, y brutal, de una práctica llamada grooming, uno de los numerosos peligros que acechan a los niños en Internet. Lugares como Facebook, Skype o WhatsApp, con sus chats y videollamadas cuya privacidad no se puede violar sin autorización judicial, son terreno fértil para delincuentes sin escrúpulos, advierte Patricia, aunque esto no forme parte de sus atribuciones. Lo suyo es detener delincuentes. Fiscalizar, por ejemplo, foros de pedófilos en la deep web, la Internet profunda, ese inmenso ciberespacio fuera del alcance de los buscadores –supone, en realidad, el 96 por ciento de la Red–, y asistir a conversaciones capaces de trastornar al mismísimo diablo. E L L A D O MÁ S O S C U R O D E INTERNET «Los usuarios de estos foros comentan por escrito lo que ofrece cada uno, dan detalles, cuentan lo que le harían a ese niño, niña o bebé... En fin, échale imaginación –resopla la agente–. Dicen que quieren a los niños y que esa es su forma de amarlos; igual que se ama a un adulto. Dicen que los niños no sufren, que disfrutan...». En algunos foros llegan a defenderse postulados como este: «Nuestra orientación sexual es tan normal como cualquiera y ahora está siendo perseguida como en su día lo estuvo también la homosexualidad». En la deep web, donde se parapetan muchos pederastas, además de traficantes de drogas, armas y otros delincuentes, la navegación es anónima gracias a herramientas como TOR –el Google del inframundo digital– y los investigadores no tienen cómo saber quiénes son los usuarios, protegidos por intrincadas capas de cifrado y servidores de paradero desconocido. Un escenario
complejo en el que los agentes de la Sección de Personas tienen algunos límites bien definidos. «Infiltrarse al estilo cinematográfico en un grupo de estos es difícil –explica Patricia–. Eso puede implicar que, para mostrar que eres uno más y ganarte su confianza, te pidan compartir material. Pero si compartes, tú cometes un delito; y si se lo pides, los incitas a ellos al delito. Esto dificulta labores de infiltración, pero es la ley». La Sección de Personas apenas lleva dos años y medio activa y con el teniente Caramé al frente. «En este tiempo ha mejorado mucho la calidad y velocidad de las investigaciones, así como la cooperación internacional con Interpol, Europol, el FBI y otros países, pero se podría hacer muchísimo más –dice el jefe de la sección–. Llevamos tantos casos como podemos, pero si mañana me dan cien agentes, le garantizo que estarían ocupados. Infelizmente, aquí hay trabajo para mucha más gente».