El Periódico - Castellano - Dominical

BICICLETAS COMPARTIDA­S

Luces y sombras de una revolución urbana

- POR IXONE DÍAZ LANDALUCE

Las ciudades de Europa están plagadas de bicicletas compartida­s. Sus defensores argumentan que es el transporte urbano perfecto: limpio y saludable. Sin embargo, no todos los expertos están de acuerdo. Cada pedaleo, además, esconde un negocio millonario... Y no es el alquiler. Se lo contamos.

Sus críticos creen que el CO2 que ahorran estas bicis lo emiten las furgonetas que las redistribu­yen por la ciudad

A simple vista es como contemplar un tejido artesanal de coloridas lanas.

L a s h ay v e r d e s , a z u l e s , a mari l l a s y naranjas. Pero solo hay que fijarse un poco más para intuir las ruedas, los manillares… Son cientos, a veces miles, de bicis dispuestas ordenadame­nte en los aparcamien­tos públicos de ciudades como Pekín o Shanghái. No pertenecen a particular­es, sino a las empresas de bicis compartida­s o bike sharing, que han crecido de manera exponencia­l en Asia, exportando la fiebre por las dos ruedas a todo el mundo. Pero la que, en teoría, podría ser una gran noticia para el medioambie­nte y un modelo de negocio que podría revolucion­ar el transporte público también se ha convertido en una pesadilla logística (y ecológica). Las montañas de bicicletas en malas condicione­s son una imagen cada vez más habitual en muchas capitales, donde ya hay auténticos cementerio­s de bicis que los municipios, a menudo, no son capaces de gestionar. Son las dos caras de un fenómeno global que supone un desafío logístico y regulatori­o para los ayuntamien­tos y que ha desatado una guerra sin cuartel entre decenas de operadores que quieren hacerse con un negocio potencialm­ente multimillo­nario. En realidad, la idea no es nueva. En el verano de 1965, la ciudad de Ámsterdam amaneció empapelada con los anuncios de un grupo anarquista que luchaba contra el consumismo y la contaminac­ión gracias a una flota de bicis gratuitas. Sin contar con permiso municipal, pintaron 50 bicis de blanco y las dejaron en la calle para que los ciudadanos las usaran libremente. Un mes después tuvieron que retirarlas, pero el experiment­o fallido, encabezado por el activista Luud Schimmelpe­nnink, alumbró una idea que ahora se ha convertido en global. DE ÁMSTERDAM A C HI NA. El boom es reciente. De hecho, desde 2014, los sistemas de bicis compartida­s se han duplicado en todo el mundo: ya hay más de 1600 programas y más de 18 millones de bicicletas. Son bicis de flujo libre que funcionan sin bases fijas y que se pueden estacionar en cualquier lugar. El fenómeno free floating surgió en China con start-ups como Ofo y Mobike y desde entonces se ha ido implantand­o en cientos de ciudades de todo el mundo. Sus ventajas son muchas y su uso, sencillo: basta con bajarse una app, meter tus datos y la informació­n de tu tarjeta de crédito y localizar una bici cercana gracias al GPS integrado en el propio rodado. Cuando llegas, solo hay que escanear el código QR de la bicicleta para desbloquea­rla. Algunos servicios requieren pagar una fianza reembolsab­le para darse de alta en el servicio. Pero, en general, es muy asequible. También hay tarifas planas mensuales y algunas de estas apps fomentan el buen uso de su flota premiando a sus clientes con viajes gratis o tarifas más baratas. Pero de momento los problemas que plantea son tantos como sus ventajas. Por un lado, muchas de estas bicis son de mala calidad y se estropean con facilidad. Por eso, su abandono en

cualquier lugar se ha convertido en un problema de enormes dimensione­s en Asia. En Europa, su aterrizaje también está siendo conflictiv­o. De hecho, en ciudades como Ámsterdam, donde acaparaban los estacionam­ientos públicos, las bicis sin base fija se han prohibido.

La china Alibaba ha adquirido Mobike por 2700 millones. Pero no obtiene solo bicis, también los datos asociados a su uso

suman los resultados de un estudio de la Universida­d del Oeste de Inglaterra que indican que este tipo de servicios no reducen el tráfico ni las emisiones de CO2. De hecho, podrían incluso aumentarla­s debido a las furgonetas que se dedican a redistribu­ir las bicis por las ciudades. Asimismo, este tipo de iniciativa­s solo atraen a los ciclistas ya convencido­s y a los turistas que quieren explorar la ciudad. También se ha demostrado que, en general, estas bicis compartida­s no suelen sustituir al coche, sino que compiten con el transporte público o los trayectos a pie, tan 'verdes' o más que el propio bike sharing. Y el modelo de negocio también es conflictiv­o. De hecho, muchas de estas empresas desaparece­n poco después de nacer. BlueGogo era, después de Ofo y Mobike, la empresa de free floating con mayor proyección de China, pero hace unos meses se declaró en bancarrota. Ni siquiera devolvió los depósitos a sus usuarios. El problema es que los gastos (reparación, redistribu­ción de la bicis a través de furgonetas…) son muchos y los ingresos, moderados. La enorme competenci­a que existe en países como China, donde hay más de 40 operadores, hace que las tarifas ronden los 13 céntimos la media hora. En Europa, una hora de uso sale por un euro. Y aunque algunos de estos servicios funcionan gracias a programas municipale­s y subvencion­es públicas, otros se han buscado fuentes de ingresos alternativ­as. Alibaba, el gigante asiático del comercio electrónic­o, ha invertido 900 millones de dólares en Ofo; y Meituan-Dianping, una web dedicada a las ofertas y la comida a domicilio, ha adquirido Mobike por 2700 millones de dólares. Con todo ese dinero no compran únicamente una enorme flota de bicis, sino también todos los datos que generan sus usuarios y que pueden ser de un gran valor para dirigirles publicidad u ofertas personaliz­adas. U NA F E R OZ C OMPETENCIA. Según la revista económica Forbes, que analizaba recienteme­nte la intrincada naturaleza del sector, las empresas de free floating podrían ser más viables en ciudades medianas y pequeñas que en las grandes urbes, donde la competenci­a es feroz y se acabará imponiendo la implacable selección natural. El pastel es, sin duda, muy apetecible. Se estima que en 2019 el valor de este mercado global alcanzará los 3500 millones de euros. Y cada vez hay más competidor­es serios. Uber, que ha adquirido el servicio de bicis eléctricas JUMP, y Lyft, que ha comprado Motivate, la red más grande de bike sharing de Estados Unidos, tampoco quieren dejar pasar la oportunida­d. Pero como suele ocurrir con cualquier negocio que se apoya en las nuevas tecnología­s, la regulación va por detrás de la realidad. Un estudio del Institute for Transporta­tion and Developmen­t Policy de Estados Unidos, que analizó los sistemas de bicis sin base fija en diferentes ciudades, vincula el éxito del free floating a una regulación restrictiv­a por parte de los ayuntamien­tos. En Seattle, por ejemplo, eso ha propiciado que sirvan para conectar zonas que, de otra manera, tenían carencias de movilidad. Los consistori­os, recomienda el informe, deben informar a los ciudadanos sobre la existencia de estos sistemas, promover sus apps y regular el estacionam­iento. E L F U T U R O S E R Á F L OTANTE. Sin embargo, y pese a los inconvenie­ntes, las empresas fallidas y los ajustes que requieren las normativas municipale­s, nadie discute que la economía colaborati­va está llamada a revolucion­ar el transporte público. De hecho, según algunos expertos estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo paradigma: el del 'transporte flotante'. Que incluye las bicis, pero no se limita a ellas. En Estados Unidos, empresas como Lime –con presencia en más de 70 ciudades– o Bird utilizan el mismo modelo con flotas de scooters eléctricas sin base fija. Y Car2Go, que ya funciona en Madrid, aplica el mismo modelo a los coches. Por eso no es difícil imaginar un futuro en el que tener un coche, una moto o una bici en propiedad se convierta en una excentrici­dad para moverse por la ciudad.

Se ha demostrado que quien más alquila estas bicis no es usuario del coche privado, sino del transporte público La mayoría de estas nuevas empresas desiste pronto, pero el mercado es gigante: 3500 millones de euros

 ??  ??
 ??  ?? Vista aérea de las 4500 bicicletas de uso compartido confiscada­s en Shanghai, China, porque estaban mal estacionad­as y causaban problemas a los peatones y al transporte público.
Vista aérea de las 4500 bicicletas de uso compartido confiscada­s en Shanghai, China, porque estaban mal estacionad­as y causaban problemas a los peatones y al transporte público.
 ??  ?? AÑO 1965: ASÍ EMPEZÓ TODO En 1965, un grupo anarquista de Ámsterdam pintó 50 bicis de blanco para reclamar el fin del consumismo y la contaminac­ión y las repartió gratis por la ciudad. Tuvieron que retirarlas, pero había nacido un movimiento que en los noventa se dispararía en Europa.
AÑO 1965: ASÍ EMPEZÓ TODO En 1965, un grupo anarquista de Ámsterdam pintó 50 bicis de blanco para reclamar el fin del consumismo y la contaminac­ión y las repartió gratis por la ciudad. Tuvieron que retirarlas, pero había nacido un movimiento que en los noventa se dispararía en Europa.
 ??  ??
 ??  ?? 'Cementerio' de bicicletas compartida­s en China donde van a parar las averiadas y defectuosa­s.
'Cementerio' de bicicletas compartida­s en China donde van a parar las averiadas y defectuosa­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain