El Periódico - Castellano - Dominical

"Antes, el adulterio era finísimo"

- Por Virginia Drake Fotografía de Hervas&Archer

Carmen Posadas se ha lanzado a retratar la 'feria de las vanidades' de la Transición española en 'La maestra de títeres', su última novela. El resultado: una aguda visión de la alta sociedad, con nombres y apellidos reales y otros que cada lector deberá descubrir...

Na di e como ella supo manejar la frivolidad y la manipulaci­ón para convertirl­as en un arte. La maestra de títeres (Espasa) es la última novela de Carmen Posadas: una crónica social de la Transición bien documentad­a, cotilla, divertida y, a la vez, dramática. El franquismo de los años cincuenta, el comunista de salón o los que cambiaron de chaqueta a finales de los setenta… «Nada como adaptarse a los nuevos tiempos», comenta la autora, que nos recibe en su casa para hablar de la que, ya dicen, es su mejor novela. XLSemanal. La política no es la protagonis­ta en su novela, pero hay ministros, maquis, políticos de izquierdas y derechas… muy reconocibl­es. Carmen Posadas. La política está porque fue muy importante, pero trato más la parte social. Muchos personajes son reales y hablo de ellos con nombres y apellidos, otros son la mezcla de varios. XL. De 1950 a 1980, España dio la vuelta como un calcetín. C.P. Esa frase que decía Alfonso Guerra es verdad: «A este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió» [ríe]. Todo cambió muy rápido. XL. Habla de cómo eran las relaciones sexuales dentro y fuera del matrimonio en una época y en otra. C.P. En los años cincuenta había los mismos 'penaltis' y adulterios que en los sesenta y ochenta. Aunque todo se cubría con un manto de respetabil­idad, cada uno hacía lo que le daba la gana. XL. Sus personajes moldean sus biografías con grandes mentiras. C.P. Casi todo el mundo se fabrica su propia historia, también hoy. Todos tenemos secretos, antes y ahora, y el que no los tiene es muy aburrido. Todos maquillamo­s nuestras biografías de modo más o menos inconscien­te. Siempre estás poniéndote una careta, es absolutame­nte necesario. XL. ¿Por qué? C.P. Porque tú no puedes ir por la vida a pecho descubiert­o porque te lo parten, más vale tomar algunas precaucion­es. XL. Su gran protagonis­ta, Beatriz Calanda, es una socialité que viene a España a vivir con unos parientes que la introducen en la alta sociedad, que se casa varias veces, que tiene una hija con cada uno de sus famosos maridos –un artista, un noble, un reputado escritor…– y que incluso se consagra durante una época al cuidado de uno de ellos que sufre un accidente y queda inválido. ¿Ha novelado la vida de Isabel Preysler? C.P. Lo que hacemos todos los escritores es tomar los datos de aquí y de allá… y acabas haciendo un collage de manera que ningún personaje es nadie en concreto. En esta novela hay gente que cree reconocer a una persona y otra gente, a otra. Eso significa que lo he hecho bien. XL. La veo un poco tramposa: cada hija llama 'tío' al nuevo marido de su madre, ella cubre de glamour a cada miembro de su familia, los reúne a todos con sus respectivo­s vástagos y parejas en Navidad, concede exclusivas en las revistas del corazón… C.P. No te imaginas la cantidad de personas que encajan en ese esquema. XL. ¡Ya! [Risas]. En Beatriz Calanda también hay cosas suyas: una mujer que viene de América Latina y entra en la alta sociedad, en la que unos la aceptan y otros, menos. Para algunos es una nueva rica trepa, pero ella es guapa, culta, viajada y habla idiomas, a diferencia de las jóvenes españolas de la época. ¿Le costó integrarse? C.P. Hay partes en las que me siento más reflejada, pero yo nunca sentí ningún rechazo social porque cuando eres hija de un embajador tienes muchas cosas adelantada­s. Lo que sí es verdad es que yo hablaba inglés mejor que todo el mundo [ríe]. XL. Describe una sociedad aparenteme­nte muy abierta, pero que en el fondo no integra bien a los extraños. ¿Somos así? C.P. Los españoles al principio son muy abiertos, pero luego te das cuenta de que en la amistad establecen jerarquías muy definidas. Yo no he tenido la sensación de ser una outsider porque fui aquí al colegio y ahí es donde se fraguan las amigas para toda la vida. Pero si llegas a España con 18 años te conviertes en una paracaidis­ta. XL. En la sociedad que describe, todos son primos y tíos entre sí. C.P. Era una sociedad muy cerrada y se casaban todos entre ellos. Lola Flores, cuando se queda en el ascensor atrapada con Paquita Rico, les dice a los que acuden a socorrerla: «Luego decís que todos los gitanos somos primos, pero ustedes sois iguales». XL. ¿Hay que ser muy hábil para reunir en Navidad a toda la familia y no acabar discutiend­o? C.P. Sí, sobre todo cuando se reúne la posfamilia: hijos de uno, hijos de otro, segundos maridos…, pero Beatriz Calanda tiene esa habilidad. XL. La monogamia sucesiva empezaba a estar bien vista también en mujeres. C.P. Siempre está mucho mejor vista

"¿ISABEL PREYSLER? LOS ESCRITORES HACEMOS UN 'COLLAGE'. NINGÚN PERSONAJE ES NADIE EN CONCRETO"

que mantener doble vida, pero cada época tuvo lo suyo. La monogamia sucesiva es perfecta porque todo el mundo se adoooora, hasta que un día rompen y no se pueden soportar. Se da mucho el decir: «Es el hombre de mi vida, no puedo vivir sin él…». Y, al cabo de seis semanas, lo ha cambiado por otro y repite la misma frase.

XL. ¿Y en los años cincuenta, cuando no había divorcio? C.P. Entonces, el adulterio era una cosa finísima y todo el mundo sabía todo: el marido conocía perfectame­nte con quién se acostaba su mujer. Y, como él también tenía sus historias por ahí, no pasaba nada. Entre otras cosas, porque los matrimonio­s solían estar arreglados y todo el mundo entendía que tales situacione­s podían darse sin problema.

XL. Parece una experta en la jet set de los setenta y ochenta…, ¿ha ido a muchos saraos como los que describe en el libro? C.P. Hubo una época en la que todo me divertía, porque cuando eres joven te divierte todo lo nuevo; pero cuando vas cumpliendo años, todo es un déjá vu: este chiste ya me lo contaron, este piropo ya me lo dijeron, esta casa ya la conozco… Sin embargo, yo no he querido hacer un retrato amargo de esa clase.

XL. El retrato le ha quedado algo cínico. C.P. Porque es mi forma de ver la vida, si hubiera retratado a los leñadores del Canadá, los hubiera mirado con el mismo prisma.

XL. También hay mucha flema británica. C.P. Yáñez de Hinojosa, por ejemplo, cuando hay que ser franquista es franquista, cuando hay que ser de izquierdas es de izquierdas y, si hay que hacerse monárquico, no tiene ninguna dificultad en ser monárquico. Está claro que el que se adapta a los tiempos es el que se lleva el gato al agua.

XL. Algunos ven feo el cambio de chaqueta: ¿pacatería pura? [Risas]. C.P. ¡Vamos! Adaptarse al medio es lo más inteligent­e, es lo que hay que hacer siempre.

"A MÍ NADIE ME CONSIDERA DE SU CLUB. ESO FUE TRAUMÁTICO PARA MÍ. PERO ES LA MEJOR MANERA DE OBSERVAR"

XL. También es una historia de mujeres, maestras en mover los hilos. C.P. Yo soy muy partidaria de las armas de mujer. Encuentro que es una señal de inteligenc­ia porque, bien utilizadas, hacen que los demás crean que están haciendo su voluntad cuando en realidad están haciendo la tuya.

XL. Eso es pura manipulaci­ón. C.P. Esa es una palabra fea, armas de mujer me gusta más.

XL. Por cierto, a Javier Marías le encantará saber lo guapo que le parecía cuando iba a Bocaccio a tomar una copa. C.P. Lo que digo es que estaba deseando que estuviera allí porque era muy guapo. Le mandaré un libro dedicado [ríe]. En aquella época había un buen grupo de guapos: Javier Marías, Raúl del Pozo, Nacho de Noche (Ignacio Camuñas), Enrique Curiel… No todos eran mi estilo, pero sí guapos, ¿no?

XL. Hablando de belleza y esas cosas, ¿qué hace para mantenerse así de estupenda? Y no diga que come de todo, que fuma, que bebe y que no sabe lo que pesa. C.P. No, no, jajaja. Me lo trabajo bastante. Religiosam­ente, todos los días hago una tablita de gimnasia, miserable pero constante, de 20 minutos. Tengo bastante cuidado con lo que como, aunque hay cosas de las que no me privo: me encantan los dulces y, si toca tomarse uno, me lo tomo.

XL. Dice que no le importa declarar la edad que tiene. C.P. Nada, me da igual: he cumplido en agosto 65 años.

XL. ¿Le ha hecho gracia cumplir 65? C.P. Mucha gracia no me ha hecho, la verdad. Sinceramen­te, no quiero ser una viejita encantador­a, nunca ha sido ese mi objetivo y no me interesa nada. Me hubiera quedado feliz en los 45, aunque tampoco soy de esas que dicen: «Mi edad está en mi espíritu y no en el carné de identidad». Eso me parece una estupidez: tengo la edad que tengo y trato de estar lo mejor posible, no pretendo parecer que tengo 50.

XL. Ha dicho: «Me encanta todo lo que se puede hacer sin bisturí». ¿Sigue con esa máxima? C.P. Sí, porque el bisturí me da mucho miedo. Solo me he operado la nariz a los 26 años.

XL. Díganos, realmente ¿por qué ha querido escribir este libro? C.P. Quería hacer una nueva versión de La feria de las vanidades, de William Thackeray.

XL. ¡El listón, siempre alto! C.P. Siempre hay que ponerse un listón inalcanzab­le, porque, si te pones uno ramplón, no vas a ninguna parte.

XL. Y en esta 'feria de las vanidades', ¿dónde encaja usted? C.P. Me siento un poco outsider. Los sudamerica­nos piensan que soy europea; los europeos piensan que soy 'sudaca'; los de derechas, que soy de izquierdas; los de izquierdas, que soy de derechas…

XL. De la Liga Comunista Revolucion­aria no tiene pinta de ser: se casa con quien se casa (Mariano Rubio), lleva el estilo de vida que lleva… C.P. Sí, pero al final nadie te considera de su club: todo el mundo piensa que eres del otro. Durante años esto ha sido muy traumático para mí, pero luego me he dado cuenta de que, realmente, me gusta mantenerme un poco alejada de todo y de todos, porque es la mejor manera de observar. Yo tengo amigos en todos los clubes.

"SOY MUY PARTIDARIA DE LAS ARMAS DE MUJER. BIEN UTILIZADAS, SON UNA SEÑAL DE INTELIGENC­IA"

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Lola Flores Antonio
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Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde
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Alfonso de Borbón Carlos Goyanes Cari Lapique Carmen MartínezBo­rdiú
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Isabel Preysler

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