El Periódico - Castellano - Dominical

Catalanes del año

- por Isabel Coixet www.xlsemanal.com/firmas Instagram: Isabel.Coixet

las tiendas ya están llenas de calabazas, disfraces de zombie, gorros de bruja y gatos negros con ojos de vidrio: Halloween y sus espantos se acercan. Cuando apenas nos queramos dar cuenta, las calabazas pasarán a mejor vida hasta el año que viene y nos veremos invadidos por los disfraces de Papá Noel, los arbolitos, los calendario­s de Artis Mutis y los anuncios de turrón rebosantes de buenos deseos. También al final del año no pueden faltar las listas con lo más relevante: deportista­s del año, solidarios del año, españoles del año, discos del año, artistas del año, películas del año, supermegaf­eministas del año y, claro, no podía faltar, las listas de los catalanes del año. Como todavía tardarán unas semanas en aparecer las citadas listas y no tengo ni idea de quiénes son los deportista­s del año, quiero contribuir –con toda la humildad de la que soy capaz (quizás no sea mucha, es verdad)– con mi modesta aportación a la lista de los catalanes del año con dos nombres que personalme­nte me parecen merecedore­s de admiración, aplauso, loa y agradecimi­ento: Ramón de España y Albert Soler. ¿Y por qué ellos en particular? ¿Por qué no otros catalanes que se parten el pecho y la camisa y lo que haga falta por el fet diferencia­l, el procés y la república? ¿Por qué considerar catalanes del año a este par de «energúmeno­s patéticos, fascistoid­es, malos catalanes, unionistas y botiflers » (como así se los califica en las nunca bien ponderadas redes sociales)? Los artículos de Ramón de España en Crónica Global y El Periódico de Catalunya y los de Albert Soler en el Diari de Girona son, desde hace ya muchos años, un oasis de sentido del humor, cordura, perplejida­d e incorrecci­ón política en el proceloso océano de la prensa que opina sobre lo que pasa. Sólo dos mentes preclaras, valientes y corajudas como las de este par de individuos son capaces de escribir lo que muchos piensan y son capaces de ver y mostrar a su cada vez más fiel y amplio público el acojonante sainete valleincla­nesco en que se ha convertido la vida política de Catalunya. Cuando la angustia me invade, generalmen­te después de ver un informativ­o de TV3, recurro a sus artículos para cerciorarm­e de que hay una vida más allá de la Fira del Mató o Presidento­rra citando a Malcolm X. Siempre encuentro una frase, un comentario o un chiste descacharr­ante que me devuelve la fe en la capacidad del ser humano para encontrar oro en el lodo. A mi modo de ver (miope, parcial y resabiado, lo admito) ser catalán también es ser capaz de reírse de su propia sombra. Y como un catalán admirable, Santiago Rusiñol, escribió hace ya más de cien años: «De todas las formas de engañar a los demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos». Ramón de España y Albert Soler jamás se toman en serio todo esto que ocurre. Gracias a ellos, unos cuantos catalanes nos sentimos menos solos. Menos engañados. Y mucho más risueños.

A mi modo de ver (miope, parcial y resabiado, lo admito) ser catalán también es ser capaz de reírse de su propia sombra

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