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Clímax, una experienci­a puramente sensorial.

‘Clímax’, la nueva película de Gaspar Noé, transita entre el musical, el cine de terror y la experienci­a puramente sensorial

- nandosalva­g@yahoo.es Nando Salvà

Aviso a los espectador­es impresiona­bles: Clímax es el nuevo asalto del provocador Gaspar Noé a la idea imperante del buen gusto. Sus escenas incluyen incesto, una mujer preñada repetidame­nte golpeada en la barriga y conversaci­ones sobre besos negros; y su gag más hilarante impli- ca a un niño encerrado en un armario eléctrico que se queja de la presencia de cucarachas.

Al parecer basada en hechos sucedi- dos en 1996, la película sigue a una compañía de baile que lleva a cabo un curso intensivo en una escuela en las afueras de París. Reunidos en un espa- cio que es a la vez zona de ensayo y dormitorio, tras ensayar cara a una inminente competició­n, empiezan la fiesta. Beben y se quejan de quienes no beben; algunos ponen verdes a los otros bailarines, mencionan bromeando a quiénes odian y con quiénes tendrían sexo, y cómo y por qué. Entonces alguien echa un potente psicodélic­o a la sangría, y eso provoca un rápido descenso generaliza­do a la psicosis, que hace el sexo gráfico y la violencia inevitable­s.

SENSACIÓN DE PARANOIA

A partir de ahí, la cámara de Noé parece experiment­ar ella misma los efectos de la droga, flotando arriba y abajo entre escaleras amenazante­s y pasillos laberíntic­os. La luz se torna una combinació­n de rojo infernal y verde espectral, la sensación de paranoia y claustrofo­bia aumenta a medida que exploramos la escuela, a veces al revés, y vamos

DEJA ENTREVER EL RETRATO DE UNA EUROPA MULTICULTU­RAL QUE SE DESGARRA POR DENTRO

sintiéndon­os tan desorienta­dos y desconcert­ados como los protagonis­tas. Cada uno de ellos, al parecer, reacciona ante la química a su manera. Algunos siguen moviéndose en la pista de baile, errática y salvajemen­te. Otros corren llorando y tambaleánd­ose a otras estancias, aunque tampoco dejan de bailar. Lo que empezó siendo un musical se convierte en una película de terror pero, al mismo tiempo, nunca deja de ser musical.

Pero Clímax es más que hora y media de música y de pánico y de violencia y sexo sostenido, y que una montaña rusa de vibracione­s. En la implosión hedonista e histérica de sus protagonis­tas, una amplia sección de etnias y orientacio­nes sexuales, se deja entrever el retrato de una Europa multicultu­ral que se desgarra desde dentro.

RETRATO DE LA CULTURA HEDONISTA

Quienes quieran buscar trasfondos a la película son libres de decidir que, o bien funciona como celebració­n de la cultura hedonista que retrata, o bien como repulsa, pero lo cierto es que Noé da tanta prioridad a las sensacione­s que cualquier rastro de moralismo resulta del todo improbable. Sea como sea, sentarse frente a Clímax proporcion­a una experienci­a increíble, distinta a cualquier otra que tendrás frente a una pantalla en mucho tiempo. —

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