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Miguel «Nunca me imaginé hacer Ángel de cura» SILVESTRE

- MARISA DE DIOS

Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) es un cura que se dedica a certificar milagros (y, de paso, a resolver asesinatos) en Los enviados, la serie de Juan José Campanella (el director de la oscarizada El secreto de sus ojos) que acaba de estrenar su segunda temporada en la plataforma SkyShowtim­e. Pero que nadie se espere un sacerdote al uso, ya que este Simón Antequera al que interpreta rompe todos los tópicos: tuvo problemas con la heroína, dice palabrotas, fuma marihuana, no cree en Dios, es un gran sibarita e incluso le hemos visto luchar contra sus deseos sexuales.

La primera temporada de la serie se ambientó en México. ¿Esta segunda ha sido especial porque es en España, en un pueblo cerca de Santiago de Compostela?

– – Muy especial. Cuando se hablaba de que se iba a rodar a España le dije a Campanella que no existía un lugar más místico y más hermoso para rodar que ese. El único problema es que íbamos a engordar todos debido a la buena gastronomí­a, y no me equivoqué.

– Su personaje, Simón, es un cura totalmente atípico. Su compañero en la serie, Pedro, le dice que «no parece un hombre de Dios» porque ni siquiera le ha visto rezar. – Simón tiene una crisis existencia­l bestial. En realidad, no cree en Dios. Él está ahí para intentar devolverle a la vida el regalo que le dio, que fue sacarle de la heroína y darle una segunda oportunida­d. Tiene muchos conflictos morales porque le gusta mucho la comida, el alcohol... Incluso tiene deseos sexuales.

Y dice tacos y se fuma hasta un porro en los nuevos episodios.

– – Sí, se lo fuma la mar de a gusto. Me hace mucha gracia cuando Juan José [Campanella] me escribe esas escenas.

Simón dice que es un «disfrutón» porque le pierde la gula, uno de los siete pecados capitales. ¿Cuál sería el pecado capital de Miguel Ángel Silvestre?

– – El mismo, sin duda. Lo que más disfruto en esta vida y lo que más me mueve es la gastronomí­a.

¿Se imaginó que algún día le tocaría un personaje de cura?

– – No, nunca me imaginé hacer de cura como en Los enviados. Pero tampoco me imaginé nunca trabajar con Juan José Campanella. Así que cuando, a raíz de esta serie, me preguntan si existen los milagros, les digo que llegar desde Castellón con la idea de ser actor y terminar trabajando con Campanella, con las hermanas Wachowski o con Álex de la Iglesia es un milagro.

Su personaje, por cierto, tiene muchos toques cómicos, aunque la serie sea más un

«Mi pecado capital sería la gula. Lo que más disfruto en esta vida y lo que más me mueve es la gastronomí­a»

thriller.

– Juan José Campanella es algo que me pedía constantem­ente: «Más comedia, más comedia». Me decía: «No le tengas miedo, Miguel Ángel».

En sus dos últimos trabajos televisivo­s, y hay mucha presencia de sucesos paranormal­es. ¿Es usted muy místico, cree en el más allá?

Los enviados 30 monedas, –Sí, soy muy místico y creo en el más allá. Siempre miro al cielo porque me encantaría ver un ovni. Hablo mucho con médicos y anestesist­as y les pido que me cuenten las experienci­as que han tenido con gente moribunda. Muchos cuentan que ven que alguien que ya no está va a por ellos, y eso me da esperanza en que vamos a un lugar mejor.

«El Duque de `Sin tetas no hay paraíso' solo me ha traído cosas buenas. Así que volvería a hacerlo»

– Usted se dio a conocer como el Duque de Sin tetas no hay paraíso. Ahora que se ruedan tantas secuelas de series de éxito, ¿se imagina volviendo a interpreta­r el personaje, o quedó saturado por la enorme fama que cosechó?

–No acabé saturado en absoluto, todo lo contrario, el Duque solo me ha traído cosas buenas. Era un personaje muy rico, con muchos matices, muy divertido de interpreta­r porque estaba muy desapegado de la realidad. Así que volvería a hacer del Duque.

– ¿Todavía hace castings?

– De vez en cuando.

¿Tuvo que hacerlo para el Simón de Los enviados?

– – Para este, no. Pero sí que hago castings y creo que son necesarios, porque es importante que el director sepa si puede sacar de ti lo que busca. A mí también me gusta conocer a los directores a través del casting, porque es la antesala de la comunicaci­ón que tendremos luego.

Cuando hizo la serie sobre Pablo Ibar, que está en el corredor de la muerte en EEUU, le marcó mucho el personaje. ¿Le suele pasar?

– – Me llevo bastante del personaje. Ahí estaba la pregunta existencia­l de si creía o no en la pena de muerte, porque era lo único a lo que me podía agarrar. Yo no creo en ella y me planteé muchas veces el dicho ese de más vale un asesino suelto que un inocente preso.

– Dice que tolera bastante bien las negativas. ¿Tantas ha tenido?

– Muchísimas. Como actor, constantem­ente, y sobre todo negativas en las que sentías que iba a cambiar tu futuro o que se iban a cumplir tus sueños en base a esa decisión. Un actor tiene que estar muy conectado con el no porque estás en constante relación con el rechazo, pero hay que dejarse llevar y aceptarlo. Eso también tiene metáforas muy bonitas para la vida, así que es importante rodearse de gente que haga que tu vida, en realidad, no cambie en base al éxito o al fracaso.

¿Todavía sigue viviendo en medio de la naturaleza?

– – Sí, me hace muy feliz. La naturaleza nos recuerda constantem­ente que todo es cíclico y que no tenemos que tenerle miedo al cambio.

¿Combina esa vida en la naturaleza, en Benicàssim, con Madrid?

– – Me gusta esa combinació­n porque Madrid es el rock and roll, lo frenético de una ciudad, y para mí Benicàssim es el buen comer, la sencillez, la playa, los restaurant­es que me tienen conquistad­o el corazón, paseos por la montaña, mi familia...

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 ?? ?? CAMBIO. Silvestre interpreta al primer sacerdote de su carrera en `Los enviados'.
CAMBIO. Silvestre interpreta al primer sacerdote de su carrera en `Los enviados'.

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