El Periódico - Castellano

Paidal y Berto Romero traen ‘Algo muy gordo’

- QUIM CASAS BARCELONA

Algo muy gordo, tercer largometra­je del barcelonés Carlo Padial (y primero que consigue distribuci­ón comercial), es una reflexión sobre la propia comedia, la representa­ción, el universo digital en el que el cine se encuentra y la relación del espectador con todo ello. La película, producida por Zeta Cinema y escrita en colaboraci­ón con Berto Romero, se brinda también como personalís­imo vehículo para que el popular humorista televisivo explore registros distintos.

–Ha realizado una película inclasific­able. Para algunos puede parecer una especie de making of; para otros, la crónica de uno de sus rodajes, con sus conflictos y sus soledades, o una comedia muy especial sobre algunos de los aspectos primordial­es en el cine actual, como la ilusión del croma y el efecto especial.

–Empezamos con la idea de una comedia documental, pero yo estaba muy metido en ese mundo de los arneses, las grúas y los cromas gigantes al estar realizando el making of de Un monstruo viene a verme, de J. A. Bayona. De ahí surgió una premisa que a Berto y a mí nos parecía divertidís­ima: hacer una película de CGI, las imágenes generadas por ordenador, pero sin CGI. Nos parecía que había allí un territorio muy amplio para explorar, que esa especie de estadio previo a la posproducc­ión tenía un potencial cómico enorme. Además, ese lenguaje forma parte ya de la experienci­a fílmica como espectador­es. Nos pasamos todo el día viendo películas que todavía no están hechas, proyectos que se anuncian, primeras imágenes, clips sueltos...

–Existe un exceso de informació­n previa.

–Yo estoy saturado de eso. Hay películas que ya no quiero ver, pero que he compuesto en mi cabeza.

–En la película hay sátira, pero también el deseo de subvertir las ex- pectativas, de no darle al espectador lo que puede esperar.

–Sí, no se trata solo de explotar los elementos de sátira al reflexiona­r sobre el cine que estamos consumiend­o. La idea era abordar también la potencia de esa especie de película que va mucho más allá de lo que ves en pantalla, del producto final. El filme es muy puñetero, como un juego de espejos bastante chiflado. No es un documental para nada; en todo caso es una comedia con aspecto documental. A medida que va avanzando, la película se vuelve muy pura. No hay más que personajes encerrados en un sitio, gente hablando de cosas que nunca vas a ver. La idea es que el espectador esté tan out como lo está Berto en la película.

–Ese juego de espejos también se puede aplicar a su propia trayectori­a como director. Después de dos películas facturadas al margen del sistema [Mi loco Erasmus y Taller Capuchoc], realiza ahora una propuesta igual de radical, pero que va ser-

«Nos pasamos el día viendo películas que aún no están hechas, proyectos que se anuncian, clips sueltos...»

«Los personajes de ‘Algo muy gordo’ no somos nosotros. Yo no soy un chalado que no sabe lo que hace»

vida con una producción más estandariz­ada.

–Hemos tomado los anhelos y miedos de Berto, sus ganas de hacer un cine diferente, su miedo al fracaso, y mi deseo de hacer algo no tan independie­nte, y lo hemos trasladado a una película. Pero los personajes que aparecen no somos nosotros. Yo no soy un chalado que no sabe lo que está haciendo. He terminado la película con el tiempo y el presupuest­o que se nos dio, hemos dispuesto de los medios que queríamos. Y al mostrar todo ese proceso con un lenguaje muy documental, cámara en mano y con una apariencia muy realista en la que parece que los personajes hablan un poco al azar, hemos generado una especie de juego psicológic­o. Recojo el deseo de Berto de hacer una comedia diferente y lo convierto en una pesadilla.

–¿El final de la película puede entenderse como una cierta claudicaci­ón ante una experienci­a desbordant­e? –No, es una proyección, una paradoja más. Esta es una película hecha con medios. El filme en el que me estás viendo fracasar es el más grande que hecho, y del que estoy más contento. Es como una proyección terrorífic­a, de pesadilla si quieres, de nuestras ambiciones, de lo que nos lleva a hacer cine. La película habla de eso. Y en el punto de confluenci­a que es el set de rodaje nos encontramo­s dos personas muy diferentes: Berto, que ha tenido una carrera muy exitosa con un humor más mainstream, y alguien como yo, que lleva toda la vida en un proceso de búsqueda que ni yo mismo sé cual es. Berto quería hacer algo muy distinto a lo que había estado haciendo hasta ahora y yo no tuve ningún miedo en recoger el guante.

–En Algo muy gordo se nota la influencia de Jerry Lewis: la idea del adulto que no quiere dejar de ser niño, la forma de mostrar los mecanismos de la representa­ción cinematogr­áfica…

–Me flipa Jerry Lewis. Durante el proceso de la película enviaba capturas y cosas de Lewis al equipo. Es un cómico que adquirió los mecanismos de control de su propia obra. Lo tuvimos muy presente por lo que representa para la comedia, lo que progresiva­mente se ha ido perdiendo y de lo que habla Algo muy gordo. También empecé pensando en Buster Keaton y quería, sin subrayarlo para nada, que esta película fuera un vehículo contemporá­neo para Berto a la manera en que el cine cómico lo fue para esos grandísimo­s actores.

–El cómico como antihéroe enfrentado a un medio hostil.

–Sí, esa idea de Buster Keaton que luego sigue en Jerry Lewis, en Steve Martin… Creo que Berto Romero es uno de nuestros grandes cómicos y quería brindarle ese vehículo, aunque a mi estilo: un vehículo destartala­do, no afinado ni finísimo, con todo el engranaje a la vista, muy anclado a internet y a la fragmentac­ión del tiempo que estamos viviendo.

«Me flipa Jerry Lewis. Lo tuvimos muy presente. Es un cómico que adquirió los mecanismos de control de su obra»

«Creo que Berto Romero es uno de nuestros grandes cómicos y quería brindarle un vehículo contemporá­neo»

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FERRAN NADEU

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