Bru de Sala
Noventa estados, o quizá más de cien, en lugar de los 28 actuales y sin ampliar un palmo el territorio. Este sería, llevado al extremo, el gran peligro para Europa de una hipotética independencia catalana. Joschka Fischer, el brillante exministro alemán, no cita ningún ciclista que pedalee a rueda de Catalunya (no lo hay), pero asegura que el éxito del caso catalán estimularía a otras regiones a seguir por el mismo camino y que eso desnaturalizaría a Europa. ¡Gravísimo, intolerable! Otras voces autorizadas sí han puesto ejemplos de candidatos. Todos fantasmagóricos. Todos inviables, menos Escocia si se consuma un improbable brexit duro. EMPECEMOS
por el caso quebequés. Solo hay que recordar que el segundo referéndum tiene más de 20 años. El descenso del fervor independentista borra un tercero del horizonte. En Canadá, liderado económicamente por Toronto y con capital en la modesta Ottawa, el federalismo es auténtico, la plurinacionalidad está asumida, el primer ministro es liberal y quebequés, e hijo de primer ministro liberal y quebequés. Resultado: la independencia de la provincia con amplia mayoría francófona no es tema.
Acerquémonos a casa. ¿Qué puede pasar con Irlanda del Norte, donde las cenizas de los más de 3.000 muertos aún están calientes? El povar