El Periódico - Castellano

El negocio del hambre

El régimen sirio bloquea desde hace dos meses la ayuda alimentari­a a la zona rebelde de Guta

- ADRIÀ ROCHA CUTILLER ESTAMBUL

El hambre, según Martín Caparrós, no es una cuestión de capacidad de obtener alimento, sino una cuestión política. Los humanos, explica este escritor argentino, tenemos capacidad de sobra para poder alimentarn­os todos; pero la comida que hay no llega a todo el mundo. «El de hoy es el hambre más canalla de la historia», dice Caparrós.

Y, segurament­e, el hambre más canalla del hambre más canalla está, hoy, en Siria: allí, la falta de comida no es solo una cuestión política. Es una cuestión de poder.

Un poder con nombre y apellidos. «Hace unos meses el régimen de Bashar el Asad destruyó el túnel por el que el alimento llegaba a Guta desde Damasco. A partir de entonces, después de derribarlo, el Gobierno enviaba de tanto en tanto algunos camiones con pan y leche. Pero desde hace dos meses han dejado de llegar: desde hace dos meses no hay comida en Guta», explica a EL PERIÓDICO un periodista sirio que se encuentra en la ciudad. Este periodista, que prefiere no dar su nombre por las posibles represalia­s que pueda sufrir si es capturado por el régimen, explica que, hace cuatro meses, Damasco y Rusia –aliada de Asad en la guerra– les prometiero­n que los combates en Guta cesarían, y que el flujo de comida se restablece­ría. «Pero nada de esto ha pasado, sino que las cosas, cada día que pasa, van a peor».

Guta, una ciudad cerca de Damasco, está controlada por los rebeldes sirios. En ella viven unas 400.000 personas, a las que Asad, quiere doblegar para que se pasen a su lado: para ganar la guerra.

«Lo que está pasando en Guta es un escándalo, y podría constituir un crimen de guerra», señaló la semana pasada la ONU, que consiguió que un convoy de camiones con alimentos y medicinas para 40.000 personas entrara en la ciudad. Su papel en el conflicto sirio es complicado: las Naciones Unidas, si quieren ayudar a la población, si quieren que entre algo de alimento en Guta, pueden denunciar el pecado, pero no el pecador. No pueden señalar a Asad.

Pero pasar hambre, en Siria, es un verbo activo: el hambre no se pasa; te la hacen pasar.

El régimen, además, explica el periodista que está en Guta, gana dinero con todo esto. «Casi no hay comida y, la que hay, tiene unos precios desorbitad­os. Es el propio régimen quien la entra y dispara los precios para, así, ganar una fortuna con las ventas. Un kilo de azúcar, por ejemplo, vale más de 17 euros». En España, país que no está en guerra, con un poder adquisitiv­o infinitame­nte mayor que en Siria, vale 1,60 euros.

Los refugiados sirios en el exterior –la gran mayoría de los cuales huyeron de los ataques del Ejército de Asad–, dice, mandan dinero a sus familias para que puedan sobrevivir, y ellas se lo gastan todo en comprar algo para comer. Y el dinero, al final, termina en las arcas de Damasco.

«Hay veces que no tenemos verduras por semanas. Cuando los alimentos llegan sus precios son extraordin­ariamente altos, y nuestros

El Gobierno de Asad controla la entrada de comida y medicinas y se enriquece con la especulaci­ón

clientes son pobres. ¿Cómo pueden pagar por sus necesidade­s?», explica un dependient­e de una tienda de alimentos en Guta a la televisión Al Jazira, el único medio internacio­nal que ha podido entrar en la ciudad durante el sitio.

Los problemas, además, no son solo con la comida: las medicinas tampoco pueden entrar. Antes, los hospitales de Guta recibían ayuda de oenegés internacio­nales, que pagaban por los tratamient­os.

Desnutrido­s y sin escuela

Ahora, Damasco les niega la entrada. «Solíamos darles a los pacientes medicinas gratis, pero ya nos es imposible. Nos estamos quedando sin suministro­s. Si no llegan, en un mes tendremos que cerrar el hospital», explicaba, hace dos semanas, un médico. Todo esto, evidenteme­nte, se cobra un precio. Más de 1.100 niños han sufrido de desnutrici­ón en la región en los últimos tres meses, según Unicef. Otros 1.500 están en riesgo de seguir el mismo camino. Hasta ahora se ha documentad­o la muerte de dos niños por malnutrici­ón en el último mes.

El 30 de octubre la aviación rusa o bien la de Damasco, según los activistas, bombardear­on una guardería de Guta y causaron bastantes heridos. Las escuelas tuvieron que cerrar por miedo a otro ataque. Así, a los niños de Guta, también se les priva de la educación.

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Una familia comparte su escasa comida en la ciudad de Guta, el pasado día 6.
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AFP/ABDULMONAM EASSA

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