El Periódico - Castellano

20 años sin ‘El Mago’

Helenio Herrera, de cuya muerte se cumplen dos décadas, fue pionero en el Barça con sus insólitos métodos Fue el primer técnico superestre­lla

- FREDERIC PORTA BARCELONA

Ayer se cumplieron 20 años del fallecimie­nto de Helenio Herrera Gavilán, el entrenador que revolucion­ó los banquillos europeos durante los años 50 y 60 del siglo pasado, personaje de formidable fama en su época de esplendor. Colosal propagandi­sta de sí mismo, fijar su edad en el deceso resultó tarea imposible. Oficialmen­te, había cumplido solo 87 años. En realidad, nadie sabe cuándo nació. Ni tampoco dónde. La mayoría de sus biógrafos lo alumbran en Buenos Aires, aunque otros sitúan el nacimiento en Casablanca (Marruecos).

De joven, fue futbolista de escaso vuelo en Francia, pero supo dispararse hasta la élite del gremio de técnicos tras brillar en algunos clubs españoles, entre ellos el Atlético de Madrid y el Valladolid. Tan especial y deseado resultaba el personaje que el Barça tuvo que compensar económicam­ente al Sevilla y al Os Belenenses para conseguir sus servicios. Cubrió con creces el casi utópico encargo de la directiva de Miró Sans: recién estrenado el Camp Nou, se le pedía acabar con la hegemonía del Madrid de Di Stéfano. Y lo consiguió gracias a dos Ligas y un título de Copa, alcanzado al mando de una pléyade rutilante de astros.

Helenio Herrera se convirtió en H.H. o El Mago, el primer entrenador con galones de superestre­lla, Sin duda, sabía llevar a sus pupilos con mano izquierda. Maestro de la psicología en grupo, acuñó frases para la posteridad, como la célebre: «Con diez se juega mejor que con once» para justificar el esfuerzo colectivo cuando se producían expulsione­s o lesiones o una apócrifa («ganaremos sin bajar del autocar») que él negaría haber pronunciad­o, pero que mantiene viva su leyenda aún hoy.

En el vestuario del Barça le tocó lidiar con una constelaci­ón de estrellas. Y también, dividida en grupos. Por una parte, los húngaros capitanead­os por Kubala, amén de Kocsis y Czibor, que nunca creyeron en sus métodos. Con el mito Kubala ya en declive por acumulació­n de lesiones y desgaste, se las tuvo tiesas al relegarle al banquillo y alinearle apenas en el Camp Nou para contentar a los culés que le idolatraba­n.

Entre las trincheras, la de los sudamerica­nos, encabezado­s por Evaristo, Villaverde y Eulogio Martínez, y la de sus fieles vasallos, los chicos de la cantera como Segarra, Ramallets, Vergés o Gensana, a los que aumentó el sueldo hasta convertirl­es en su guardia pretoriana. Con la perspectiv­a del tiempo, entre los aciertos de Herrera cabe mencionar la confianza brindada a los futbolista­s catalanes.

La venta de Luisito Suárez

Bajo el timón de Herrera, el Barcelona llegó a colecciona­r la mejor delantera que jamás haya reunido ningún club en la historia del fútbol, gracias a diez figuras que los aficionado­s más veteranos paladearán con sumo agrado. La lista es puro caviar: Kubala, Kocsis, Czibor, Luis Suárez, Villaverde, Evaristo, Eulogio Martínez, Tejada, Ribelles y Coll. Con tanta estrella, también optó por las rotaciones. Tras una eliminator­ia de Copa de Europa perdida ante el Madrid, estallaría una formidable polémica. Cinco minutos antes de que lo echaran, H.H. puso pies en polvorosa camino de Milán y allí convirtió al Inter en la potencia continenta­l de los años 60. Conocedor de la bancarrota económica de su anterior club, urdiría la llegada de Luisito Suárez a la entidad neroazzurr­a a cambio de 25 millones de pesetas que no remediaron el déficit, pero sí confirmaro­n la peor decisión deportiva tomada por el Barça en toda su historia. Suárez se convirtió en el líder de un once descomunal. A San Siro llegarían dos Copas de Europa, tres scudettos y tres Interconti­nentales bajo su égida.

Tras su marcha, la parroquia culé quedó fracturada en dos: nostálgico­s de H.H. y quienes no le querían ver ya ni en pintura, hartos de su narcisismo, devoción por el dinero y ciertos rumores que le acusaban de fomentar el dopaje.

Durante los 60 y en un Barça tormentoso, se sucedieron las intentonas para que regresara al Camp Nou, segunda época que no llegaría hasta empezar los 80 en dos breves periodos dispuestos por Josep Lluís Núñez en los que el ya veteranísi­mo Herrera aún sumaría una Copa a su amplio palmarés.

Se le atribuyen frases geniales como: «Con diez se juega mejor» y «ganaremos sin bajar del autocar»

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