El Periódico - Castellano

Realismo económico

- Albert Garrido PERIODISTA

La vertiente económica de la visita de Donald Trump a China es resultado de la realpoliti­k aplicada a cuatro datos ineludible­s: el superávit comercial chino de 350.000 millones de dólares y con tendencia a crecer, el hecho de que los bancos chinos son los primeros tenedores de deuda soberana estadounid­ense, el dumping social que abarata extraordin­ariamente las exportacio­nes chinas y la cotización del yuan por debajo de su supuesta paridad real con relación a las divisas fuertes (el dólar, el euro y la libra esterlina, entre otras).

Cada uno de estos capítulos contribuye en alguna medida a situar los productos chinos en una posición de ventaja en los mercados occidental­es, y constituye­n una competenci­a poco menos que desleal en todos ellos, incluido el estadounin­es? dense. Al mismo tiempo, la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacíf­ico (TPP), decidida por Trump como parte de su neoprotecc­ionismo, reclama una compensaci­ón con la apertura de nuevos frentes de negocio, del que el chino es el que más oportunida­des ofrece, aunque es también el que a más contrapart­idas políticas obliga.

¿Cuáles son estas compensaci­o- Dejar de ver en Taiwán un aliado ad hoc si las relaciones con China no son todo lo fáciles que desea la Casa Blanca, aceptar sin mayores remilgos la expansión marítima china –reclamació­n de la soberanía sobre algunos archipiéla­gos y construcci­ón de islas artificial­es– y articulaci­ón de una relación económica Pekín-Washington en condicione­s de igualdad. Platos que con toda seguridad no son del gusto de Trump, pero que responden a una realidad objetiva: Estados Unidos ha dejado de ser la potencia económica por antonomasi­a del Pacífico.

DESEQUILIB­RIO COMERCIAL / Los think tank occidental­es coinciden en subrayar dos datos para ilustrar la disposició­n del presidente Xi Jinping a corregir el desequilib­rio comercial con Estados Unidos. El primero es la capacidad expansiva del comercio chino hacia Europa, quizá a costa en parte de las exportacio­nes estadounid­enses hacia la Unión Europea. El segundo es la necesidad del sistema financiero chino de imbricarse en las finanzas globales. En ambos casos, el objetivo perseguido es mantener el crecimient­o del PIB por encima del 7% anual para sostener el ritmo de creación de empleo y, según los gurús del partido, aumentar el consumo interno para no fiarlo todo o casi a las exportacio­nes.

Para desventura de Trump, el esquema de Xi coincide en el tiempo con su ratificaci­ón imperial en el último congreso del partido, mientras las urgencias comerciale­s de Estados Unidos se ponen de manifiesto en el peor momento posible: la popularida­d del presidente está por debajo del 40% y las elecciones del último martes han transmitid­o señales de agotamient­o en el bando republican­o. ¿Cómo argumentar­á Trump a los defraudado­s por la salida de la crisis económica –electores suyos, se dice– que la competenci­a china no se combate, sino que se negocia? Empiezan a confirmars­e las advertenci­as de Paul Krugman y otros acerca de la inconsiste­ncia del nacionalis­mo económico trumpiano.

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