Crida Nacional al populismo
cal o David Bonvehí, aspiran a preservar la autonomía del partido, sobre todo después de haberla recuperado a raíz del apoyo a la moción de censura de Pedro Sánchez. Dos concepciones opuestas que marcarán el futuro del conjunto del movimiento.
De acuerdo con una de las definiciones de populismo que más consenso genera, la de Cas Mudde, que lo ve como una ideología que considera que la sociedad está dividida en dos grupos homogéneos y antagónicos –el pueblo puro frente a la élite corrupta– y que argumenta que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo, caben pocas dudas acerca de que el independentismo catalán hace tiempo que parece haber sucumbido a la tentación populista.
Ha creado un relato según el cual existe una división entre dos grupos antagónicos, el pueblo ca- talán, concebido como una nación, y España, considerada un Estado opresivo y corrupto. Tiene una concepción monolítica del pueblo, lo concibe como un ente soberano y considera que su soberanía solo puede expresarse mediante un referéndum de autodeterminación, un método clásico de democracia directa en detrimento de los mecanismos representativos. Su mandato, que además es vinculante y que se ha acabado convirtiendo en la principal fuente de legitimidad, se puede situar por encima de la legalidad.
Y de ahí la asunción de la idea de desobediencia de los poderes públicos que implica la adopción de una visión iliberal de la democracia, otro de los elementos que Hanspeter Kriesi y Takkis S. Pappas, también autores de referencia en la materia, consideran requisito imprescindible para hablar de populismo.
Pero hay dos rasgos del populismo apuntados por los especialistas que hasta ahora no se daban. Por un lado, el hiperliderazgo, ya que el independentismo tiene un liderazgo muy plural, desde dirigentes de partidos hasta líderes civiles. Y por el otro la pulsión movimentista, abiertamente hostil a los partidos políticos como agentes de intermediación, a causa de la existencia de una pluralidad de partidos independentistas.
No obstante, si la idea de Puigdemont triunfa, ya no quedarán dudas acerca de la naturaleza del independentismo catalán, que se habrá convertido en un fenómeno cien por cien populista. Frente a esta posible deriva, ERC y el PDECat, y aunque sean en parte corresponsables, tienen en sus manos enmendar el error, garantizar el pluralismo y actuar como muro de contención al populismo.
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