Esperpento y delirio de los dirigentes nacionalistas
Los catalanes estamos en guerra, según el ‘president’ de la Generalitat. Nuestro enemigo es el Estado español, a este engendro le debemos todas nuestras desgracias, somos el pueblo catalán: un pueblo limpio de defectos y corrupciones que atizan a otras sociedades, sobre todo a la española. Debemos hacer caer el Estado español, ya que de su caída surgirá una Catalunya triunfante llena de recursos económicos que las fuentes financieras externas nos darán a manos llenas. Solventaremos la emigración descontrolada en la larga frontera con España colocando a un mosso d’esquadra cada 10 o 15 metros con buenos elementos disuasivos. La electricidad y el gas los fabricaremos nosotros mismos si nos falla el suministro del Estado español. Total, daremos órdenes de detener y meter en la cárcel cualquier atisbo contra nuestros sagrados símbolos, incluso los lazos amarillos. Somos el pueblo escogido por el destino para regir, no ya en Catalunya sino en Valencia, en Baleares y en el sur de Francia. La razones para denostar a España que inventan iluminados gurús del nacionalismo beligerante es infinita: serán de mantequilla los puentes de las autopistas del Estado de Catalunya.
No sé a dónde vamos, pero el esperpento y el delirio se apoderan, no de parte de la ciudadanía, sino de los supuestos y bien formados dirigentes independentistas a nivel autonómico. Existe un riesgo de que nos caigamos al abismo de proporciones ciclópeas, mientras una gran mayoría del pueblo catalán no quiere ver, oír ni escuchar otras palabras que no sean el viaje que nos han prometido al paraíso.
Para suerte de los nacionalistas catalanes, tienen un imparable aliado en la ruin i mezquina política entre los supuestos partidos constitucionalistas que rigen el Estado. Su debilidad es endémica de ahora y a lo largo de la historia. La ruina de España, si acontece, será también la de Catalunya.