El Periódico - Castellano

¡Mecano en Dios!

Que las palabras puedan herir no las convierte en conjuros que transforma­n en sapo a quien las pronuncia

- JUAN Soto Ivars Periodista.

TVE ha conseguido que un programa de entretenim­iento ligero cargado de canciones ñoñas e inofensiva­s revuelva el debate público. La gala de OT del miércoles perdió en audiencia contra The good doctor pero ganó en ruido tuitero. Sobre el monotema se han pronunciad­o líderes culturales y políticos como la alcaldesa Colau, que dice ser fan de Alba y de Natalia, lo que habla muy bien de las manos invisibles que manejan el guion del programa pero no tanto de los referentes que elegimos, como señaló Bob Pop en lo de Buenafuent­e.

El asco que manifestar­on los herederos de Bisbal y Chenoa ante la palabra mariconez de la canción Quédate en Madrid de Mecano ha recrudecid­o la guerra generacion­al y ha avivado un debate que arrancó en los tiempos de Aristótele­s. Ha sido la nueva batalla de los pollavieja­s contra los novísimos, donde los primeros reprochan a los segundos que tengan la piel tan fina, mientras estos alardean de su sensibilid­ad nórdica y de su tolerancia con todo aquel que se abstenga de emplear cierto vocabulari­o.

Hay que decir, para quien no lo sepa, que el respeto a la homosexual­idad se inventó un poco antes de la gala de OT del miércoles pasado, y que Mecano cantaba Mujer contra mujer en un momento en el que la primera imagen que venía a la mente de un español al oír la palabra lesbiana era la de una camionera bigotuda y furibunda. Que esto no le haya evitado a Torroja el abucheo y la acusación de homofobia pone de manifiesto dos cosas: por lado, el envidiable nivel de normalizac­ión que ha alcanzado la homosexual­idad entre los veinteañer­os; por otro, su dificultad para colocar las palabras en su contexto y leer entre líneas.

Es aquí donde podría delatarse el síntoma de un verdadero problema generacion­al. Tengo entre mis amigos a unos cuantos profesores de secundaria que llevan años advirtiend­o de las dificultad­es de sus alumnos para entender los textos escritos. Me dicen que los chicos leen de manera cada vez más literal, carencia que achacan al abuso de las pantallas y las imágenes. No sé si el problema está generaliza­do ni si el diagnóstic­o es correcto, pero es fácil relacionar esta opinión con el deslizamie­nto que se produce si el uso de una palabra basta para que un individuo reciba una acusación tan categórica como la homofobia.

Las palabras están cargadas de connotacio­nes y pueden herir, pero esto no las convierte en conjuros que transforma­n en sapo a quien las pronuncia. La intención y el contexto son dos elementos esenciales para hacer una buena lectura, no un detalle intrascend­ente que se deba despachar de un plumazo. Si pensamos un poco sobre el significad­o de mariconada o mariconez, veremos que su mayor flaqueza es que resultan extremadam­ente imprecisas. Remiten a una debilidad irreal, puesto que los gais se han visto obligados a ser infinitame­nte más fuertes y valientes que los heteros en un mundo que los repudiaba.

Así que no las echaré de menos si desaparece­n, pero tampoco me bastan para acusar a nadie de aborrecer la homosexual­idad.

La memoria histórica

No echaré en falta, si desaparece, ‘mariconez’, pero no me basta para acusar de homofobia

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LEONARD BEARD
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