El Periódico - Castellano

Déspota de disfraz reformista

Mohamed bin Salmán, erigido en transforma­dor del reino, es el responsabl­e de una fuerte represión en su país Dirige los bombardeos sobre Yemen y fue quien ideó el boicot a Qatar

- ANA ALBA

Hace unos meses, los medios estadounid­enses presentaba­n la cara luminosa del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán al Saud, con ocasión de su viaje a Nueva York, Hollywood y Silicon Valley. Lo fotografia­ron con el político y empresario Michael R. Bloomberg, paseó por la sede de Google y cenó con el magnate de los medios Rupert Murdoch. El príncipe logró que la prensa lo presentara como el líder moderno que transforma­rá Arabia Saudí.

Esta imagen se ha diluido con el presunto asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul. Cinco de los quince implicados en su desaparici­ón, según el Gobierno turco, son personas muy cercanas al príncipe heredero, popularmen­te conocido como MBS.

Si él ordenó o aprobó el asesinato de Khashoggi, señalaba el rotativo británico The Guardian, se confirmará guerra contra los rebeldes hutís, apoyados por Teherán, en Yemen. Los bombardeos saudís han matado a miles de personas y las denuncias de crímenes de guerra se multiplica­n. El heredero fue el impulsor de la campaña de boicot contra Qatar, país próximo a Irán, por la explotació­n de un yacimiento de gas.

En su currículo también figura la retención del primer ministro libanés, Saad Hariri, hace casi un año. En una visita a Riad, Hariri se convirtió en rehén de la monarquía de Riad: así lo vieron los libaneses y su propio Gobierno, y a instancias de MBS se dirigió a su pueblo por televisión para comunicarl­es su dimisión. MBS quería castigar a Hariri, líder de la principal coalición suní libanesa y aliado de Riad, por haber entrado en el Gobierno con el movimiento libanés chií Hezbolá, proiraní. Tras la mediación de París, Hariri regresó a Beirut y dio marcha atrás en su dimisión.

Erigido en gran reformista, MBS presentó el programa Visión 2030 en el 2016 para acabar con la «adicción» de Arabia Saudí al petróleo y buscar alternativ­as. Riad cuenta con las segundas mayores reservas de crudo del planeta. El heredero propuso dinamizar la economía, eliminar subvencion­es e introducir impuestos, crear un nuevo mercado laboral, vender un 5% de la compañía de petróleo Aramco y construir una gran zona industrial con energías eólica y solar.

El Gobierno redujo el poder de la policía religiosa y estableció una autoridad del ocio en mayo del 2016. Al año siguiente, MBS autorizó la apertura de cines con vistas a invertir en la industria del espectácul­o de EEUU.

El príncipe aseguró que lucharía contra la corrupción y en noviembre del 2017 ordenó el arresto de cuatro ministros, 11 príncipes y varios empresario­s, en una presunta purga anticorrup­ción. Los afectados eran muchos de sus rivales directos. El heredero se colgó otra medalla al permitir conducir a las mujeres, aunque lanzó una campaña represiva contra las defensoras de los derechos humanos y varias fueron encarcelad­as. Lo mismo les ocurrió a periodista­s críticos.

El respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión no es el faro que guía la actuación del hombre más poderoso del reino, que se ha acercado a Israel, país con el que Riad no mantiene relaciones diplomátic­as, por su obsesión común: Irán.

El año pasado purgó a rivales directos y ordenó la detención de 11 príncipes

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AFP / FAYEZ NURELDINE Propaganda del rey Salmán y su hijo Mohamed en Riad.

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