El Periódico - Castellano

¿Presupuest­os sociales?

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La política está llena de tópicos. Eso no es nuevo. El drama es que la inmensa hemeroteca digital actual consigue ridiculiza­r al más pintado. Los ataques de Pablo Casado, hijo y heredero de Aznar y de Rajoy, contra las cuentas de Pedro Sánchez por su «despilfarr­o venezolano» no resisten los cortes de voz que circulan en la red de los presidente­s del Gobierno de PP anunciando una y otra vez los Presupuest­os más sociales de la historia en épocas de vacas gordas y de vacas flacas. La combinació­n de la ingeniera presupuest­aria con los manuales de comunicaci­ón política hace posible que desde los años 90 del siglo pasado los gobiernos de toda condición ideológica y de todo ámbito territoria­l comparezca­n ante los medios con un magnífico powerpoint que demuestra que la mayor parte del Presupuest­o se dedica a «políticas sociales».

La mayoría de las partidas que se agrupan bajo ese epígrafe son finalistas y están derivadas de obligacion­es contraídas en el pasado por las distintas administra­ciones y en muchas ocasiones vinculadas a aportacion­es de los ciudadanos. Considerar «política social» el pago de las pensiones o de la prestación por desempleo es simplement­e un insulto a la inteligenc­ia. De la misma manera que computar como gasto social toda la estructura administra­tiva de un ministerio o su presupuest­o de publicidad es simplement­e una inmoralida­d. El latiguillo de los Presu- puestos sociales ya no distingue a la derecha de la izquierda ni a los partidos serios de los populistas.

En España y en Europa, la política debe empezar a tratar a los ciudadanos como seres inteligent­es. Son gente formada, que sabe leer y escribir y que en muchas ocasiones cae en los brazos de los populistas porque no encuentra demasiada diferencia argumental con quienes dicen no serlo. Hay una tendencia muy acentuada a enmascarar la realidad por miedo a la incomprens­ión. Sería más fácil decir que los Presupuest­os de Pedro Sánchez son expansivos puesto que aumentan la presión fiscal y dan más margen al gasto y a la inversión. Y sería más efectivo demostrar, si fuera así, que ese incremento se utiliza para reducir las desigualda­des generadas por la crisis al adquirir nuevas obligacion­es de gasto reconocien­do nuevos derechos. Eso lo podemos entender todos sin que nos tengamos que tragar que el sueldo de los maestros es una medida discrecion­al que toma el Gobierno cuando presenta sus Presupuest­os. ¿Tan difícil es tratarnos como adultos?

La actual coyuntura política ha complicado todavía más este envenenado debate. La precarieda­d del partido del Gobierno le obliga a presentar los Presupuest­os en un magma de medidas, de nuevo «sociales», en las que se incluyen el incremento del salario mínimo interprofe­sional y la cesión de competenci­as a los ayuntamien­tos para que puedan intervenir en los precios del mercado del alquiler. Cuando la derecha hacía un malabarism­o de este tipo las garras de Pablo Iglesias arañaban a Rajoy. Escenas nos convencen de que el mejor aliado del populismo es la frivolidad de sus adversario­s que tratan a los ciudadanos como ignorantes. Y cuesta distinguir.

El adjetivo «social» ya no distingue a la izquierda de la derecha ni del populismo

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JOSÉ LUIS ROCA Sánchez e Iglesias, el día que hicieron público su acuerdo de Presupuest­os.
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