«Nos quema la ira, y lo peor es que no sabemos por qué»
LEE CHANG-DONG Director de cine. Acaba de estrenar ‘Burning’
Títulos como Oasis (2002), Secret Sunshine (2007) y Poesía (2010) han confirmado al director surcoreano Lee Chang-dong como un exponente esencial del cine de autor actual. Su sexta película, Burning, que llega hoy a las salas españolas, es su monumental obra cumbre. En ella, mientras transita del drama romántico a la intriga criminal, el cineasta se sirve del retrato de un inquietante triángulo amoroso para retratar una sociedad quebrada por la anomia y en la que la búsqueda de la verdad es del todo vana.
— Burning es su primera película en ocho años. ¿Por qué ha pasado tanto tiempo?
— Supongo que me estoy volviendo viejo y ya no confío en mí mismo ni en mi propio criterio como solía. Después de Poesía (2010), mi largometraje inmediatamente anterior, desarrollé muchos proyectos pero nunca estuve del todo convencido de si era realmente necesario incorporarlos a toda la masa de películas que ya existen en el mundo. Acabé encontrando esa convicción en el relato de Haruki Murakami en el que Burning se basa. Al final, muchos de los ingredientes temáticos que contiene la película proceden de esos proyectos que no fructificaron.
— Uno de esos ingredientes es la ira callada que Burning derrocha. ¿Se considera un hombre enfadado?
— Enfadado y engañado. En el pasado, uno sabía a favor o en contra de qué pelear. Luchábamos contra la dictadura militar, o por conseguir mejores condiciones de trabajo para los trabajadores. La vida era difícil pero había esperanza en que las cosas iban a mejorar. Hoy la gente ya no pelea. Contemplado desde fuera, nuestro mundo se ve más limpio y saneado, más práctico y tecnológicamente avanzado. Y sabemos que el sistema no funciona, pero aun así se ha extendido la percepción de que el problema no proviene del sistema sino de nosotros mismos. Eso genera un terrible sentimiento de impotencia. Estamos llenos de ira, y lo peor es que no sabemos por qué. Esa es la emoción que quema a Jong-su, el protagonista de la película.
— ¿Diría que el personaje, que es aspirante a escritor, funciona como un álter ego de usted mismo?
— Sin duda. Cuando eres un escritor en ciernes posees una especie de inocencia que te impulsa a buscar el significado del mundo. Yo ya soy viejo, he escrito novelas y dirigido películas, y cuento historias en busca de un público más amplio. Pero sigo sintiéndome como un narrador primerizo que se hace muchas preguntas, y se atormenta con las dudas sobre el sentido de lo que hace, y tiene la esperanza de cambiar el mundo con su trabajo.
— En ese sentido, ¿cree que el cine es un instrumento más útil que la literatura? Después de todo, ha ido dejando de lado su faceta de escritor para centrarse en las películas.
— Sí, pese a que la actitud de los espectadores haya cambiado mucho en estos años. Los jóvenes, que son el público mayoritario, quieren recibir la mayor cantidad de información posible de forma inmediata. Necesitan que se les dé algo parecido a sacudidas eléctricas para captar su atención. El cine se ha conver-
— también va a la contra del mainstream de varias maneras.
— ¿Se refiere a la negativa de la película a dar al espectador todas las respuestas?
— En efecto. La mayoría de películas, y entre ellas las historias de superhéroes de Marvel, proporcionan mensajes poderosos y tan absolutos que son irrefutables, pero no aportan al público nada más que entretenimiento. Yo me resisto a decir al espectador lo que debe pensar. Asimismo siento que, cada vez más, el cine comercial ofrece al público la promesa de la inmersión, de la experiencia en primera persona. Gracias a una película como Dunkerque, por ejemplo, podemos vivir la guerra por tierra, mar y aire como si realmente estuviéramos allí. Es una retórica visual y narrativa modelada y difundida a través de los videojuegos, y que el auge de la realidad virtual popularizará aún más. Pero para que el espectador se cuestione lo que ve, es necesario situarlo a una cierta distancia.
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