El Periódico - Castellano

Desconcier­to de los jueces

Al no cambiar la ley hipotecari­a, los políticos cargaron sobre los tribunales una función que no era la suya

- ANTÓN Costas Catedrátic­o de Política Económica (UB).

De un tiempo a esta parte, las más altas instancias judiciales españolas –el Tribunal Supremo (TS) y la Audiencia Nacional (AN)– están sufriendo un fuerte deterioro de su reputación profesiona­l y de su legitimiza­ción social. Esto no es bueno para el sistema judicial en su conjunto, pero tampoco lo es para la economía, la sociedad y la democracia.

Lo ocurrido estas últimas semanas en el TS con la cuestión de quién ha de correr con el pago del impuesto sobre las hipotecas ha hecho que ese deterioro haya emergido con cierta virulencia. Pero con anteriorid­ad su reputación ya había sido puesta en entredicho. Particular importanci­a tuvieron los tirones de orejas del Tribunal de Justicia de la Unión Europea por asuntos relacionad­os precisamen­te con la regulación hipotecari­a española, como las cláusulas suelo, obligando al TS a rectificar alguna de sus decisiones. Esto tiene que haber herido la autoestima de los jueces españoles.

También han sido lesivas algunas correccion­es del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en cuestiones relacionad­as con la garantía de los derechos humanos y las libertades fundamenta­les, especialme­nte en casos con dimensión política interna, como el reciente de Arnaldo Otegi. Pero conviene no autoflagel­arnos en demasía. España no sale mal parada al compararse con otros países europeos en cuanto al número de casos, aunque, eso sí, algunos con fuerte repercusió­n pública.

Posiblemen­te el ámbito más peligroso para la reputación de los jueces es la percepción social sobre su independen­cia. En ese terreno estamos en los últimos lugares de la clasificac­ión europea (The 2018 EU Justice Scoreboard). Las causas son tres, por este orden: a) interferen­cia o presiones de gobiernos y políticos, b) interferen­cia o presiones de los poderes económicos y corporativ­os, y c) mal diseño de los sistemas de elección de los jueces y de los órganos de gobierno. TODO ESTO

ha extendido entre los jueces españoles un sentimient­o de malestar, desamparo y desconcier­to. Por un lado, piensan que la sociedad no comprende bien ni valora su función. Por otro, que no tienen la protección y la ayuda adecuada de los legislador­es y gobernante­s.

Volviendo al TS, ¿cuáles son las causas de su desconcier­to? ¿Es, como dicen algunos, porque el TS es un reducto del conservadu­rismo y no entiende que la norma necesita adaptarse al signo de los tiempos? ¿Son las desavenenc­ias de criterio que han surgido en el seno del TS en relación con el pago del impuesto producto de las rencillas entre ellos, como afirman otros? ¿O es el excesivo protagonis­mo de algunos jueces, como dicen unos terceros?

Es probable que haya algo de todo esto. Pero tengo para mí que la causa principal del desconcier­to de los jueces está en el cansancio de muchos de ellos en su tarea de suplir a los legislador­es y gobernante­s de su obligación de adaptar la regulación hipotecari­a a las consecuenc­ias de la crisis financiera del 2008. Los gobiernos y legislador­es fueron diligentes en rescatar a los prestamist­as (los bancos), pero absolutame­nte indolentes a la hora de rescatar también a los prestatari­os (las familias endeudadas de buena fe). Tenían que haber cambiado una legislació­n hipotecari­a española muy dura con los endeudados, en términos comparados a la de otros países. Tengo la impresión de que, cansados de recibir tirones de orejas de la justicia europea, a los jueces de la sala 3 del TS que cambiaron el criterio tradiciona­l de hacer recaer el impuesto sobre los hipotecado­s se les acabó la paciencia con la indolencia y desidia de los legislador­es y gobernante­s. «¡Hasta aquí hemos llegado. A partir de ahora, que cada palo aguante su vela!», deben haber pensado. MUCHOS

han hablado de insegurida­d jurídica al ver cómo ha gestionado el TS esta situación. Pero, seamos serios, ¿es razonable esperar que una crisis como la que estamos sufriendo desde hace diez años no acabe afectando a todas las institucio­nes, incluidas las judiciales? En la medida que los legislador­es y gobernante­s han actuado de forma indolente han cargado sobre los jueces una función que no era la suya. El resultado ha sido deteriorar su reputación.

Pero, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. El Gobierno de Pedro Sánchez ha reaccionad­o con diligencia y coraje haciendo lo que gobiernos anteriores hubiesen tenido que hacer: cambiar la ley para equilibrar las cargas entre prestamist­as y prestatari­os. Si se hubiese hecho antes habríamos evitado el actual desconcier­to de los jueces.

El ámbito más peligroso para la reputación de la justicia es la percepción sobre su independen­cia

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MARÍA TITOS
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