Aprender a vivir con un trastorno mental
Trastorno mental. Qué miedo da escuchar esas dos palabras. El estigma es palmario: nos limitamos a mirar hacia otro lado y a negar la existencia de esta plaga del siglo XXI.
Tengo un trastorno límite de la personalidad (TLP) y lo digo sin vergüenza. Sí, yo soy así: con la sensibilidad a flor de piel, como cuando esta está en carne viva y el más mero roce duele. Pero aprendes a vivir con ello y a conocer tu mente. Y llega el día en el que recibes el diagnóstico: un jarro de agua fría. ¿Eso es que estoy loca? Y cuesta digerir la noticia. Pero, ¿quién tiene realmente miedo? ¿Yo o mi entorno? Nuestros familiares y amigos no se atreven a nombrarlo, como si con ello consiguieran que fuera menos real, que pudieran hacerla desaparecer. La enfermedad está ahí, no pasa nada, algunos son diabéticos, otros celíacos y otros tenemos TLP.
¿Por qué algunas enfermedades sí que son aceptadas socialmente y otras siguen siendo las apestadas? Una enfermedad implica que algo en tu cuerpo o mente funciona de forma diferente, por ello hay que aprender a adaptarse al mundo con unas normas del juego diseñadas a medida según tus circunstancias. ¿Un trastorno nace o se hace? Depende de muchos factores. En cualquier caso, los trastornos de personalidad no son como una gripe, estos vienen para quedarse. Tal y como le pasa a un alcohólico, un ludópata, una bulímica... No son enfermedades de las que te deshaces. Son como una adicción, una serie de vicios que ha adoptado tu cerebro para afrontar la vida lo mejor que ha sabido.
Pero se puede salir de ese pozo. Soy testigo en primera persona. Aprendes a manejar tu mente, para que ella deje de manejarte a ti. Nadie es consciente de la lucha interna que libramos día a día contra una voz que te dice que te autodestruyas. Pero esa voz puede ir atenuándose hasta apenas oírla. La mente es muy difícil pero, al final, quien manda eres tú.