El Periódico - Castellano

«Mi madre me amamantó en la cárcel durante tres años»

- Gentecorri­ente@elperiodic­o.com

Esta es una historia de amor y de guerra. Un oficial de la brigada de tanques de la República se enamora de una cocinera del Estado Mayor, 16 años más joven. Él le arma la conciencia y ella, a los 22 años, ingresa en las Juventudes Socialista­s Unificadas, teje calcetines para el frente y se enrola en el Socorro Rojo. En el 38 se queda embarazada, pero el oficial está casado y tiene hijos –un dato que omitió– y sabe que pronto estará en el bando de los vencidos. Antonia Jover del Olmo, que nació en el 39, vive para contar el final.

— A los 7 años le dije a mamá: «Sueño que corro por unos pasillos; hay muchas mujeres y ruido de llantos». Ella, asombrada, me respondió: «Sí, hija, pasaste los tres primeros años en una cárcel franquista».

— En las Bernardas de Alcalá de Henares.

— Mi madre, de siete meses, al ver la entrada de los franquista­s por la Castellana, se refugió en casa de la abuela en Alcalá de Henares. Se presentó un guardia civil con una citación. Querían saber el paradero de mi padre. La humillaron durante 24 horas y le dijeron que iba directa a prisión. La abuela se movilizó y pudo parir en casa, con vigilancia en la puerta. Una amiga, hija de falangista, dijo a mi madre que disfrutara «lo que pudiera» porque se iba a promulgar una ley que obligaría a entregar a los niños nacidos de republican­as a familias católicas.

— ¿Juzgaron a su madre?

— En agosto del 39. Según el expediente, era — ¿Y su padre? ¿Estaba desapareci­do?

— Una prima me dijo que era ruso. Mi madre, que estaba en el extranjero. Al cabo de año y medio entre rejas, un tío nos mandó un pan de kilo con una carta dentro. Mi padre explicaba que había estado en el campo de concentrac­ión de Albatera, le habían conmutado la pena de muerte y estaba recluido en Yeserías. Cuando salimos en libertad condiciona­l, lo visitamos; yo, sin saber que era mi padre.

— ¿Cuándo lo supo?

— A los 16 años. A los siete años en Yeserías, una prima hermana suya, familiar de Pilar Primo de Rivera, lo reclamó como tutor de su hija. Fue desterrado a Barcelona, se convirtió en heladero y trajo a su esposa y a sus hijos de Murcia. Años después se presentó en Madrid. «Es tu padre, hija», dijo mamá. Y a las 48 horas nos instalábam­os en casa de unos amigos del PSUC, en Horta.

— ¿La otra familia sabía de su existencia?

— Papá se lo contó a su hija mayor, y esta a la segunda. Vinieron a verme y me abrazaron. Mi padre, un idealista, creyó que podríamos vivir juntos. La primera esposa lo aceptó al principio, pero buscó la ocasión de marcharse a París con sus hijos. Y nosotros nos convertimo­s en estafeta: recibíamos maletas de Francia con Horitzons, Treball y otros papeles en el doble fondo y los distribuía­mos. En los 60, ante la sospecha de infiltrado­s, el partido buscó casas seguras para alojar a la dirección de París. Fuimos la familia de Gregorio López Raimundo durante 14 años.

— Usted apenas tuvo juventud.

— «La lucha es felicidad», decía mi padre. Y yo sigo, con los Iaioflaute­s, en la Associació Catalana d’Expresos Polítics del Franquisme, en la junta de la Amical de les Brigades Internacio­nals. Lucho por la memoria.

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JOSEP GARCIA

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