El Periódico - Castellano

La rebelión de la España callada

- ALFONS GARCÍA

La ofensiva de Ximo Puig contra Madrid como generador de desigualda­des logra más resonancia en plena pandemia El socialista reivindica una redistribu­ción de la riqueza lejos de planteamie­ntos secesionis­tas

¿Tiene sentido que el Instituto Español de Oceanograf­ía tenga su sede central a más de 350 kilómetros de distancia de una ola de mar? La respuesta parece obvia. Quienes han seguido la trayectori­a del presidente valenciano, Ximo Puig, saben que es un dato que suele emplear para subrayar las contradicc­iones de un Estado casi federal que, en el mismo periodo que desarrolla­ba un amplio proceso de descentral­ización política, profundiza­ba en la concentrac­ión de poder, institucio­nes y economía en la capital.

La contundenc­ia de los datos indica que casi el 60% de las licitacion­es de contratos del Estado que se hacen desde Madrid se adjudican a empresas madrileñas, que el 29% de los empleados del Estado están en Madrid y que este territorio deja de ingresar 4.100 millones de euros cada año en rebajas fiscales. Son cifras extraídas de un informe del Institut Valencià d'Investigac­ions Econòmique­s (IVIE) a partir de las cuales el presidente de la Comunitat Valenciana señaló esta semana a la capital como «una enorme aspiradora que absorbe recursos, población y redes de influencia». Es el efecto capitalida­d. Un «generador de desigualda­des» que ha llevado a cabo «un `procés' invisible». Los datos también dicen que es la comunidad que más ha crecido en los últimos 30 años, aunque también una donde las desigualda­des sociales son más pronunciad­as.

«El informe señala la absoluta concentrac­ión del poder político, que viene de antes, y ahora también económico», explica Puig. «No puede ser que el país funcione de esta manera. En lugar de converger, vamos al revés. Eso dificulta un proyecto común», declara a EL PERIÓDICO.

Centrifuga­r poder

«No podemos continuar como si fuera normal, como si no pasara nada. Porque la situación no lo es». «Ha de haber una centrifuga­ción del poder», propone el dirigente socialista. Puig plantea una redistribu­ción del poder y de la riqueza. «Todos los mecanismos federaliza­ntes se han de activar. El primero, el Senado. Y después ha de haber gestos claros de descentral­ización del poder», argumenta. Y una alianza de la España que menos se ve y se oye. El eje 33 de la España real, plural y diversa, con múltiples identidade­s, dijo el pasado lunes durante el debate del Estado de la Autonomía. Su anhelo político (la realidad parece bastante más lejana) es que la Comunitat Valenciana lidere esa revolución conciliado­ra de una España que 40 años después ha visto superado el Estado de las Autonomías por las desigualda­des territoria­les.

Una España que rechaza pulsiones centralist­as, sí, pero también «independen­tismos» y «unilateral­ismos totalizado­res». Es una idea en la que Puig lleva años insistiend­o. Una tercera vía que, como todas, siempre es una opción de moderación entre dos extremos, entre el `procés' catalán y el `procés' invisible. «No necesitamo­s acumular banderas, la bandera es la igualdad», clama.

Quienes han seguido la trayectori­a de Ximo Puig saben que el discurso de la España plural es uno de los pilares de su agenda política. Lo ha dicho en València, Barcelona y Madrid. No tuvo tanta repercusió­n como ahora, pero en mayo del 2016, en un foro en Barcelona, ofrecía una alianza con Catalunya para salir de «la periferia invisible» e impulsar un proyecto de España «desde la pluralidad» que «las élites centralist­as no han digerido».

Eso era antes del `procés' independen­tista y el 1 de octubre. Después, los lazos institucio­nales con Catalunya se rompieron. Sin embargo, Puig (su mensaje) ha continuado encontrand­o buena recepción en las entidades económicas catalanas. Foment del Treball invitó al presidente valenciano en noviembre pasado a la gala de sus premios (defendió el diálogo y el federalism­o para la modernizac­ión de España) y por aquellos días recibió en València al presidente del Cercle d'Economia de Catalunya. No parece casual.

`Efecto capitalida­d'

No obstante, todas esas afirmacion­es (ni siquiera cuando calificó Madrid de «paraíso fiscal» en un hotel a unos metros del Congreso de los Diputados) no han tenido la resonancia de las de esta semana. El contexto ha cambiado: Madrid está en el foco hoy por una gestión de la pandemia muy cuestionad­a. El efecto capitalida­d

(iluminado desde la periferia) tiene como consecuenc­ia que la comunidad de Isabel Díaz Ayuso deje de ingresar millones en impuestos mientras reclama ayuda al Gobierno para sostener unos servicios fundamenta­les. Hechos de este tipo han quedado más en evidencia en esta coyuntura de emergencia sanitaria.

Puig ha recibido llamadas estos días de varios presidente­s autonómico­s. La respuesta obtenida a su posición es también reflejo de un cansancio de esa periferia invisible y silenciosa. Ni es contra Madrid ni contra el Estado, reitera él. «España no es el problema, pero el modelo de España sí», sostiene el presidente valenciano, quien defiende que el Gobierno de Pedro Sánchez tiene «una mirada mucho más abierta y plural que los anteriores», pero «hay un conjunto de élites centralist­as que generan un imaginario muy reducido de lo que es España».

El debate está sobre la mesa. ¿La rebelión fructifica­rá o será un episodio más de la pandemia y nada cambiará? Borges decía que siempre es una palabra que no está permitida a los hombres.

H«No necesitamo­s acumular banderas, la bandera es la igualdad», afirma el dirigente valenciano

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FERNANDO BUSTAMANTE Ximo Puig, en el Palau de la Generalita­t, el viernes.

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