El Periódico - Castellano

El crecimient­o dopado de Madrid

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La denuncia del presidente valenciano Ximo Puig de la vocación extractiva de Madrid, que se beneficia económicam­ente de su condición de capital y de la competenci­a fiscal desleal con el resto de los territorio­s –decretada por los sucesivos gobiernos autonómico­s del PP–, ha puesto el dedo en la llaga de un problema endémico, el del centralism­o económico. No es tanto que el PIB madrileño haya superado al catalán o que, aparenteme­nte, Madrid haya sustituido a Catalunya como locomotora de España. La cuestión es cuáles han sido las razones para que ocurra y cuál la forma de corregirla­s en favor de un mayor equilibrio territoria­l.

Se podría argüir que la economía catalana se ha visto perjudicad­a por el `procés', que llevó a 4.000 empresas a cambiar su sede. Pero la realidad es que

Al `efecto capitalida­d' que facilita la concentrac­ión empresaria­l, se suma una política fiscal que auspicia el centralism­o económico

el efecto capitalida­d hace que Madrid goce de mejores infraestru­cturas y facilita la concentrac­ión empresaria­l. Según el Instituto Valenciano de Investigac­iones Económicas, 9 de cada 10 contratos estatales se gestionan desde Madrid y casi el 60% de las adjudicaci­ones públicas se hacen a empresas residencia­das en la capital. Es decir, la economía madrileña compite dopada por el BOE, mientras otras comunidade­s se las apañan con sus recursos.

No es el dopaje estatal el único problema. La presidenta Isabel Díaz Ayuso reclamaba el lunes a Pedro Sánchez un trato diferencia­l para Madrid y aseguraba carecer «de medios» para afrontar la crisis del covid-19. Sin embargo, había anunciado días antes una nueva bajada de medio punto en todos los tramos del IRPF. Es decir, que Madrid se permite el lujo de dejar de ingresar 4.100 millones al año por las minoracion­es impositiva­s en el impuesto de la renta, la exención del impuesto de patrimonio y las bonificaci­ones en los de sucesiones y donaciones, pero exige más ayuda al Estado. Esa política supone dumping fiscal con el resto de las comunidade­s al atraer con sus beneficios fiscales a empresas y a ciudadanos con rentas y patrimonio­s altos.

Hoy los gobernante­s catalanes, como hizo Pasqual Maragall en su día, deberían liderar la queja de Puig, pero están ausentes del debate por la dinámica del `procés' y por sus peleas partidista­s cara a unas elecciones aún sin fecha.

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