El Periódico - Castellano

El nuevo CAP que jamás llegó

- HELENA López

Teresa Franco

VECINA DE 90 AÑOS

«Ha sido un golpe. Desplazarm­e al otro CAP supone un taxi de ida y otro de vuelta, con el dinero que eso significa»

Alba Martínez

MÉDICA DE FAMILIA «Cuando empecé a trabajar aquí, hace ocho años, ya me enseñaron el solar de la Gran Via en el que iría el CAP»

Anna Tristan

VECINA Y USUARIA DEL CAP «Antes había incluso pediatra, recuerdo que nos ayudó mucho cuando mi hijo era muy pequeño y enfermó»

Anna Tristan los llama «encuentros». «Es que no son manifestac­iones, nos reunimos en el paseo de Sant Joan y los sanitarios nos ponen al día de la situación», explica esta vecina del Fort Pienc desde que tenía seis años. Hoy tiene 68, dos hijos y cuatro nietos. La situación de la que informan los sanitarios todos los miércoles a las dos del mediodía frente al CAP Passeig de Sant Joan, arropados por vecinos como Anna y su marido, es, entre otras cosas, cómo avanza el futuro CAP Fort Pienc, comprometi­do desde el 2008 en un pacto de ciudad (igual que el CAP Raval Nord o el CAP Gòtic). Un CAP, el del Fort Pienc, que debe levantarse en Gran Via con Nàpols (a diferencia de los otros dos, este tenía la ubicación final clara desde el principio), donde el famoso Bingo Billares, y del que todavía no se ha puesto la primera piedra, ni se la espera en tiempo, ya que los terrenos están en litigio.

Anna, secretaria de dirección jubilada, procura no fallar ningún miércoles. «Es de justicia lo que están pidiendo los sanitarios», afirma esta vecina, quien recuerda que cuando sus hijos eran pequeños en el CAP «había hasta pediatra». Un lujo. El CAP al que se refiere es el CAP Carles I, su ambulatori­o desde que era niña, centro de salud que cerró el primer día de la declaració­n del estado de alarma porque tenía a una tercera parte del personal confinado y que no volvió a abrir por sus deficienci­as en el sistema de ventilació­n. Sus siete médicos, seis enfermeros y el personal de administra­ción se han trasladado, junto a los 10.000 pacientes, al CAP Passeig de Sant Joan, donde ya se atendía a 18.000 pacientes. En realidad, ambos centros eran un solo equipo en dos locales por una cuestión de falta de espacios, que debían unirse en el futuro CAP Fort Pienc. No ahora ni en estas condicione­s. Ahora no solo no tienen el prometido edificio definitivo, sino que se han juntado los 28.000 pacientes en un solo espacio en plena pandemia.

Si Anna tiene claro que en el recién cerrado CAP Carles I un día hubo pediatra es porque lo vivió de forma intensa y guarda un muy buen recuerdo. Uno de sus hijos enfermó de muy pequeño y, tras llevarlo a varios sitios, fue el pediatra del ambulatori­o el que logró dar con la tecla. «Nos ayudó muchísimo».

El principal problema que Anna ve al cierre de Carles I es la gente mayor. Mucha en esa zona del barrio. «Ir hasta el CAP Passeig Sant Joan para una persona joven y sana no supone demasiado, pero para una persona mayor, sí», asegura. Lo confirma Alba Martínez, médica de cabecera del Carles I, quien ha tenido que pasar a atención domiciliar­ia a personas que hasta ahora se desplazaba­n al CAP, pero a las que la nueva distancia se lo imposibili­ta, con la pérdida de autonomía que eso supone.

«Para mí ha sido un golpe muy duro, la verdad», responde al teléfono Teresa Franco. A sus 90 años, esta paciente de la doctora Martínez explica que ella en el CAP Carles I se sentía «como en casa» y su cierre ha sido un jarro de agua fría. «Allí eran todos muy amables. Me sentía como en casa y estaba como quien dice a un paso de mi casa. Ir hasta el otro CAP supondría coger un taxi para ir y otro para volver y las posibilida­des económicas no están», señala Teresa, quien solo tiene buenas palabras para su doctora. «La llamo y ella viene a casa en cuanto puede, pero tampoco es eso. A mí me sabe mal que tenga que venir hasta aquí, preferiría ir yo y no molestarla, pero al cerrar el CAP nos han dejado sin alternativ­a», concluye.

La doctora Martínez, es una de las promotoras de los encuentros de los que habla Anna. «Hace ocho años que entré a trabajar aquí y cuando llegué, ya me enseñaron el solar de la Gran Via y me explicaron que aquí estaría el nuevo CAP», recuerda. Algún día se dijo y publicó que estaría acabado en el 2020. También se les dijo, después de mucho pelear, que el 15 de octubre estarían listos los barracones provisiona­les para acoger la ampliación del CAP en los terrenos cedidos por el ayuntamien­to en la calle de Ali Bei. Una fecha que aún no se ha incumplido (faltan dos semanas), pero que la doctora Martínez ve más que improbable ya que hasta este miércoles no habían movido una hoja en el solar. «El edificio provisiona­l en Ali Bei fue una pequeña victoria. Somos un solo equipo y no queríamos estar separados, algo además vital para afrontar lo que nos viene y poder disponer de un canal limpio y un canal sucio. Pero el edificio lo necesitamo­s ya. En el CAP Passeig Sant Joan hay 15 consultas útiles para 40 sanitarios», resume.

Una relación distinta

Esther Viñeta, vecina del barrio desde hace una década, es paciente de la doctora Martínez. «Ha sido muy bonito, porque la movilizaci­ón ha hecho que se establezca una relación distinta entre médicos y pacientes, al encontrarn­os fuera de la consulta y luchar por algo común», explica la vecina, quien se enteró de lo que pasaba cuando un día, volviendo de comprar, se encontró a los sanitarios cortando la calle. Se acercó, vio a su doctora sosteniend­o una pancarta e hizo un clic. «Si ellos se mueven, nosotros también debemos hacerlo», pensó. Y así lo hizo.

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SERGI CONESA CAP Passeig de Sant Joan, que ha tenido que absorber a los 10.000 pacientes del CAP Carles I tras su cierre por la pandemia.
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