Muertes económicas
Los fallecimientos prematuros serán una de las consecuencias de la crisis en ciernes
Las cifras de la pandemia son espantosas: más de 53.000 muertes en España, más de 397.000 en Estados Unidos y, según la estimación de la Organización Mundial de la Salud, más de 2 millones en todo el mundo.
Esa enorme pérdida de vidas ha ocurrido a pesar de que en muchos países se han adoptado medidas de restricción de la movilidad muy estrictas, con el consiguiente impacto en la economía. Hemos visto que las predicciones de crecimiento económico estimadas por los principales organismos nacionales e internacionales iban progresivamente a la baja y, en la actualidad, todavía no tenemos una idea precisa de la repercusión que tendrá todo esto en el mercado laboral, pues los efectos no serán plenamente visibles hasta que no expiren los expedientes de regulación temporal del empleo (los famosos ertes).
Estoy convencida de que no existe una solución de compromiso (trade-off) entre economía y salud en esta pandemia, ya que, si dejamos que se desboquen los contagios, habrá que aplicar restricciones más severas en la actividad económica para proteger a los ciudadanos y asegurar la sostenibilidad del sistema sanitario. En consecuencia, los dos ámbitos de actuación –salud y economía– son complementarios y no excluyentes.
Frente a una situación de aceleración de la velocidad de contagio, las restricciones son inevitables, pero las políticas deben estar bien diseñadas para que afecten al menor número posible de sectores, empresas y trabajadores, y, al mismo tiempo, resulten el máximo de efectivas en la reducción de la transmisión del virus; esto último se consigue si se dispone de un buen sistema de detección e información de casos y, con ello, se confecciona una base de datos en tiempo real que permita identificar los sectores económicos cuya actividad da lugar a más contagios.
Cabe preguntarse por qué resulta crucial que la política de cierre de negocios sea tan precisa y acotada. La respuesta es que la crisis económica que se producirá, cuya magnitud real todavía se desconoce, también generará muertes prematuras.
Mediante un estudio publicado recientemente por profesores de la Universidad de Harvard, de la Duke y de la Johns Hopkins, podemos hacernos una idea del efecto que tendrá la pérdida de puestos de trabajo sobre la mortalidad y la esperanza de vida. Los autores se centran en el caso de EEUU y utilizan los efectos observados en recesiones anteriores para predecir el impacto esperado para la crisis actual. En dicho país, con un sistema de protección social muy limitado, el impacto económico de la pandemia ya es plenamente visible y ha generado una pérdida de empleo mucho mayor (entre dos y cinco veces superior) que la experimentada en recesiones anteriores. La magnitud exacta depende del subgrupo de población analizado y de la dimensión temporal considerada: por ejemplo, a corto plazo, la destrucción de empleo es sustancialmente mayor en el colectivo de estadounidenses de origen africano y entre las mujeres, mientras que a largo plazo será superior entre los hombres blancos.
Esta convulsión del mercado laboral se traducirá en el aumento del 3% en la tasa de mortalidad y en la reducción del 0,5% en la esperanza de vida en los próximos 15 años; en números absolutos, conllevará 890.000 muertes más durante ese periodo. Los mecanismos y las causas médicas específicas que justifican tal estimación son difíciles de evaluar, pero hay pruebas de que la pérdida de empleo está asociada al incremento de los suicidios. Otros estudios documentan que aumentan las enfermedades cardiovasculares a causa del estrés económico que genera la pérdida de empleo; asimismo, se retrasan las pruebas preventivas, con el consiguiente empeoramiento en el diagnóstico de las enfermedades cuando, al final, se detectan.
Quiero dejar claro que estos datos no sirven para criticar las medidas de restricción de la actividad económica; en cambio, justifican que esas políticas deben estar bien acotadas y delimitadas, lo que requiere un buen sistema de información de datos en tiempo real además de voluntad política. Al mismo tiempo, para minimizar la destrucción de empleo, hay que acompañar la limitación de la actividad de ayudas directas, generosas y de cobro inmediato para los colectivos afectados, tanto empresarios como trabajadores.
Un estudio demuestra que la tasa de mortalidad en EEUU aumentará un 3% en los próximos 15 años debido a la crisis
Judit Vall Castelló es profesora del Departamento de Economía de la UB e investigadora del IEB y del CRES-UPF
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