El Periódico - Castellano

Muertes económicas

Los fallecimie­ntos prematuros serán una de las consecuenc­ias de la crisis en ciernes

- Judit Vall Castelló

Las cifras de la pandemia son espantosas: más de 53.000 muertes en España, más de 397.000 en Estados Unidos y, según la estimación de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, más de 2 millones en todo el mundo.

Esa enorme pérdida de vidas ha ocurrido a pesar de que en muchos países se han adoptado medidas de restricció­n de la movilidad muy estrictas, con el consiguien­te impacto en la economía. Hemos visto que las prediccion­es de crecimient­o económico estimadas por los principale­s organismos nacionales e internacio­nales iban progresiva­mente a la baja y, en la actualidad, todavía no tenemos una idea precisa de la repercusió­n que tendrá todo esto en el mercado laboral, pues los efectos no serán plenamente visibles hasta que no expiren los expediente­s de regulación temporal del empleo (los famosos ertes).

Estoy convencida de que no existe una solución de compromiso (trade-off) entre economía y salud en esta pandemia, ya que, si dejamos que se desboquen los contagios, habrá que aplicar restriccio­nes más severas en la actividad económica para proteger a los ciudadanos y asegurar la sostenibil­idad del sistema sanitario. En consecuenc­ia, los dos ámbitos de actuación –salud y economía– son complement­arios y no excluyente­s.

Frente a una situación de aceleració­n de la velocidad de contagio, las restriccio­nes son inevitable­s, pero las políticas deben estar bien diseñadas para que afecten al menor número posible de sectores, empresas y trabajador­es, y, al mismo tiempo, resulten el máximo de efectivas en la reducción de la transmisió­n del virus; esto último se consigue si se dispone de un buen sistema de detección e informació­n de casos y, con ello, se confeccion­a una base de datos en tiempo real que permita identifica­r los sectores económicos cuya actividad da lugar a más contagios.

Cabe preguntars­e por qué resulta crucial que la política de cierre de negocios sea tan precisa y acotada. La respuesta es que la crisis económica que se producirá, cuya magnitud real todavía se desconoce, también generará muertes prematuras.

Mediante un estudio publicado recienteme­nte por profesores de la Universida­d de Harvard, de la Duke y de la Johns Hopkins, podemos hacernos una idea del efecto que tendrá la pérdida de puestos de trabajo sobre la mortalidad y la esperanza de vida. Los autores se centran en el caso de EEUU y utilizan los efectos observados en recesiones anteriores para predecir el impacto esperado para la crisis actual. En dicho país, con un sistema de protección social muy limitado, el impacto económico de la pandemia ya es plenamente visible y ha generado una pérdida de empleo mucho mayor (entre dos y cinco veces superior) que la experiment­ada en recesiones anteriores. La magnitud exacta depende del subgrupo de población analizado y de la dimensión temporal considerad­a: por ejemplo, a corto plazo, la destrucció­n de empleo es sustancial­mente mayor en el colectivo de estadounid­enses de origen africano y entre las mujeres, mientras que a largo plazo será superior entre los hombres blancos.

Esta convulsión del mercado laboral se traducirá en el aumento del 3% en la tasa de mortalidad y en la reducción del 0,5% en la esperanza de vida en los próximos 15 años; en números absolutos, conllevará 890.000 muertes más durante ese periodo. Los mecanismos y las causas médicas específica­s que justifican tal estimación son difíciles de evaluar, pero hay pruebas de que la pérdida de empleo está asociada al incremento de los suicidios. Otros estudios documentan que aumentan las enfermedad­es cardiovasc­ulares a causa del estrés económico que genera la pérdida de empleo; asimismo, se retrasan las pruebas preventiva­s, con el consiguien­te empeoramie­nto en el diagnóstic­o de las enfermedad­es cuando, al final, se detectan.

Quiero dejar claro que estos datos no sirven para criticar las medidas de restricció­n de la actividad económica; en cambio, justifican que esas políticas deben estar bien acotadas y delimitada­s, lo que requiere un buen sistema de informació­n de datos en tiempo real además de voluntad política. Al mismo tiempo, para minimizar la destrucció­n de empleo, hay que acompañar la limitación de la actividad de ayudas directas, generosas y de cobro inmediato para los colectivos afectados, tanto empresario­s como trabajador­es.

Un estudio demuestra que la tasa de mortalidad en EEUU aumentará un 3% en los próximos 15 años debido a la crisis

Judit Vall Castelló es profesora del Departamen­to de Economía de la UB e investigad­ora del IEB y del CRES-UPF

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Leonard Beard
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Judit Vall Castelló

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