La carne pasa a ser un lujo en Argentina
El consumo de este alimento ha caído a los niveles de 1920 con la crisis agravada por el covid. En 1954, los argentinos comían 101 kilos al año, mientras que 2020 cerró con un promedio de 49,7 kilos.
La ciudad de Buenos Aires tiene una huella bovina desde su fundación. Aquellas siete vacas y un toro que llevaron los españoles a mediados del siglo XVI comenzaron a definir un perfil productivo. La ganadería fue la actividad económica dominante de lo que acabaría llamándose Argentina y una matriz cultural de larga duración.
De aquel puñado de animales se pasó a exportar cientos de miles de toneladas. Pero en uno de los países vacunos por excelencia se come cada día menos su carne. El consumo ha caído por debajo de los 50 kilogramos anuales, según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA). Se trata la cantidad más baja de los últimos 100 años. Habría que remontarse a 1920 para encontrar una cifra similar.
Si bien los argentinos han modificado sus hábitos alimentarios en las dos últimas décadas –un sector de la clase media y alta se ha hecho vegetariano–, la ausencia de la carne en las mesas está relacionada con la crisis de un país cuyo PIB se derrumbó un 10,5% en 2020 como consecuencia de la peor de las combinaciones posibles: la pandemia y la debacle económica prexistente. En un país donde al menos un 44% de la población es pobre y los salarios perdieron en los últimos tres años una capacidad de compra superior al 20%, preparar un lomo a la parrilla o, incluso la tira de asado, uno de los cortes vacunos más populares de Argentina, es ahora una excepcionalidad culinaria.
En 1954, durante el segundo Gobierno de Juan Perón, se masticaba carne sin miramientos: se llegó a un récord histórico de consumo de 101 kilos. La crisis política de entonces, que desembocaría en un golpe de Estado y el inicio de un ciclo de violencia institucional de un cuarto de siglo, no afectaría sustancialmente a los hábitos de consumo. En 1978, bajo la última dictadura militar, se comieron 91 kilos anuales. Con el comienzo del siglo XXI el consumo se estabilizó en los 60 kilos por año.
Pero nada se puede comparar con este presente. Las restricciones obedecen a una combinación de factores interconectados. De un lado, la inflación: 2020 cerró con una tasa del 36%, contra el 54% que dejó en su último año el Gobierno de derechas de Mauricio Macri. Los precios de los alimentos, en particular la carne de vacuno, que subió un 20% en diciembre, explican el promedio anual.
¿Mercado interno o externo?
La carne está por las nubes también por su dolarización de hecho. La producción de lo que fue el alimento principal de los argentinos pudo sostenerse gracias a las ventas al exterior, que aumentaron un 8,4% en relación al año anterior. Y en el mercado interno, los precios tienden a equipararse a los valores de las exportaciones y afectan al consumo de una población ya golpeada en sus bolsillos.
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