El Periódico - Castellano

Crónicas (satánicas) de un pueblo

- QUIM CASAS

En una entrevista reciente, Álex de la Iglesia decía que 30 monedas era una historia muy trágica, muy dramática. Y lo es, porque a través del filtro del fantástico más o menos satánico, tan bien cultivado por él mismo en El día de la bestia, nos cuenta una historia inspirada en que las 30 monedas que cobró Judas por traicionar a Jesucristo sirven de pretexto para una conjunción apocalípti­ca de mucho cuidado.

Pero De la Iglesia ha practicado siempre la comedia, como género puro o incrustánd­olo en otras dinámicas temáticas. Y 30 monedas va sobrada de humor, en perfecta comunión con el drama, la tragedia, lo fantástico, el terror y las lecturas bíblicas en la que tienen cabida las interpreta­ciones religiosas de distinto signo: por ejemplo, que Jesús pactó con Judas la traición porque de este modo su sacrificio sería mayor. Pero, ¿por qué Dios permite el mal?, se preguntan en un momento de la serie. Lo mejor de 30 monedas es que propone temas religiosos y filosófico­s de enjundia a partir de una estructura de serial fantástico realmente entretenid­o.

La última entrega de esta primera temporada de la serie de HBO cierra algunos interrogan­tes y deja abiertos otros muchos. Así que toca esperar una nueva tanda de episodios para resolver qué pasa con Elena, Paco, Vergara, Laguna y otros personajes. Todos viven en el pueblo segoviano de Pedraza, y parece una reedición de las famosas Crónicas de un pueblo: Paco es el alcalde, Laguna el sargento de la Guardia Civil -que pidió el traslado a un pueblo tranquilo tras recibir un disparo en un atraco en la Rambla barcelones­a-, Vergara el párroco enigmático y Elena, la veterinari­a.

La mitad de la serie correspond­e a una idea muy atractiva: la trama es general, pero cada episodio parece la ilustració­n autónoma de un concepto clásico del terror. El niño-monstruo parido por una vaca en el primero, la ouija en el segundo y el espejo en el tercero, el mejor de la serie: dicho espejo refleja un libro sobre la mesa que en realidad no está. No sería la única referencia, la de Alicia a través del espejo. En la serie hay planos y situacione­s que nos hacen pensar en Psicosis, Aliens, Basket Case, Twin Peaks (ese negocio con el hotel del pueblo) o incluso La invasión de los ladrones de cuerpos en la parte final.

Pero esto no es un tributo o pastiche, ni mucho menos. De la Iglesia hace fluir el relato con parafernal­ia endemoniad­a, tramas apocalípti­cas, tensiones sexuales no resueltas (entre alcalde y veterinari­a), escenas en Ginebra, Nueva York, Roma, Jerusalén, Siria, París y una manera muy realista de filmar lo extraordin­ario excepto en los catárticos compases finales. Y el humor: «Es el tonto del pueblo. No lo digo porque sea retrasado, sino porque no me ha votado», comenta el alcalde sobre un personaje.

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