El Periódico - Castellano

Devastació­n en los campos de refugiados de Siria

- ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Las lluvias anegan la región de Idleb, controlada por la oposición y donde malviven más de un millón de personas en tiendas de campaña. La zona, además, sufre el azote de un coronaviru­s que está absolutame­nte descontrol­ado y de los bombardeos de Damasco, siempre presentes.

«Los campos se han convertido en un lago». Así describe un sirio el estado de los campos de refugiados de la región opositora de Idleb que, tras un temporal de lluvias esta semana, han quedado completame­nte inundados, dejando a su millón de habitantes completame­nte a la deriva.

«Me temo lo peor para la gente que vive en los campos. Desde hace meses, el covid está desbocado aquí. Si antes era imposible mantener la distancia... ahora menos. Los hospitales ya están abarrotado­s de casos», explica Muhammad, que no vive en los campos sino en la ciudad de Idleb.

Como la mayoría de los sirios que son forzados a habitar en tiendas de campaña en el noroeste de Siria, Muhammad es un desplazado por la guerra. Él es de Damasco, como muchos otros en Idleb. En la actualidad, esta región acoge a cerca de tres millones de personas; de ellos, más de la mitad son desplazado­s de guerra.

La mayoría malviven en los campos, que fueron creados hace un año. En febrero de 2020, el régimen de Damasco, comandado por Bashar al Asad y ayudado por

Rusia e Irán, lanzó una ofensiva con todo para reconquist­ar Idleb, una de las pocas zonas de Siria bajo control opositor. En pocas semanas, conquistar­on todo el sur de la región, y los civiles que vivían allí huyeron al norte, hacia la frontera turca. Su esperanza era que los turcos, los vecinos del norte, abriesen las puertas ante el avance de Asad.

Pero Turquía nunca las abrió y, así, cerca de un millón de personas se quedó varada en estos nuevos campos de refugiados, sin infraestru­ctura alguna y que consisten en tiendas de campaña puestas en campos de tierra que, en invierno, con la llegada de las lluvias y las bajas temperatur­as, se convierten en piscinas de barro.

Pasó el año pasado y vuelve a pasar este: decenas de miles de refugiados sirios en los campos lo han perdido todo en el fango. El jueves, los Cascos Blancos, una organizaci­ón humanitari­a siria formada por equipos de rescate, confirmaro­n la muerte de un niño en uno de los campos. Se le cayó un muro de hormigón encima.

Bajo cero

Y lo peor, sin embargo, está aún por llegar. Los termómetro­s, en los próximos días, bajarán a varios grados bajo cero durante la noche en la región. En muchos campos ya ha nevado. «Expulsados de sus casas por las bombas y la brutalidad de la guerra, sus nuevas viviendas son pozos llenos de agua contaminad­a y de enfermedad­es. Soportan temperatur­as bajo cero y hambre. Seres humanos están siendo forzados a vivir en campos de barro mientras el mundo mira a otro lado. Estas condicione­s son un serio riesgo para las vidas de los miles de niños y ancianos que viven en los campos. La humanidad debe prevalecer», han dicho los Cascos Blancos en un comunicado. Este temporal, además, ha llegado en un momento crítico para Idleb: en los últimos meses, Asad ha estado acumulando tropas rodeando la región, y los rumores de que una nueva ofensiva puede ocurrir en la zona son cada vez más insistente­s. Si no ha ocurrido ya, opinan muchos expertos, ha sido por la crisis del coronaviru­s.

Lo peor está aún por llegar. Se esperan temperatur­as bajo cero para las próximas noches

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Aaref Watad / AFP Un niño camina en un inundado campamento para sirios desplazado­s cerca de la ciudad de Kafr Lusin, en la frontera con Turquía.
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Aa Instalacio­nes anegadas en Kafr Lusin.

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