El Periódico - Castellano

De febrero a mayo de 2021

Aunque es verdad que Catalunya vive uno de los momentos más delicados de la pandemia, el aplazamien­to electoral obedece a intereses partidista­s y no de país

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Sin negar que vivimos un tercer y grave rebote del virus, hay que recordar que otros países han celebrado elecciones en medio del covid, como EEUU, o las celebrarán ahora, como Portugal

A finales del mes de enero de 2020, el entonces presidente de la Generalita­t, Quim Torra, declaró en una rueda de prensa que «esta legislatur­a ya no tiene recorrido político, llega su final...». «Ha habido un deterioro de la confianza mutua…». «Hay que poner el país y sus necesidade­s por encima de cualquier interés partidista o personal». Y anunció que, una vez aprobados los presupuest­os, convocaría elecciones anticipada­s. La fecha previsible sería entre marzo y junio. No solo no lo hizo, sino que los intereses personales y partidista­s se interpusie­ron y, ahora, cuando el Gobierno que nos dejó al ser inhabilita­do había convocado elecciones para el 14 de febrero, un año más tarde del anuncio, de nuevo los intereses de los partidos del Govern pasan por encima del país y sus necesidade­s.

Es evidente que el estallido de la pandemia alteró previsione­s de todo tipo, pero también es cierto que en julio se llevaron a cabo las elecciones autonómica­s vascas y gallegas, y que las catalanas también se podrían haber realizado entonces o en septiembre. Todo el que sigue la vida política sabe que el aplazamien­to de la convocator­ia estaba motivado por la presión de JxCat y Puigdemont a fin de disponer de más tiempo para consolidar su nuevo partido y volver a ganar las elecciones, y por la voluntad de Torra de mantener la presidenci­a hasta que los tribunales no lo condenaran. No se veían ni se ven reflejadas las necesidade­s del país.

Desde la inhabilita­ción de Torra, a finales de septiembre, el vicepresid­ente Aragonès ha asumido las funciones presidenci­ales e inicialmen­te respetó el calendario fijado por ley: el 21 de diciembre se disolvió el Parlament y al día siguiente se convocaron elecciones para el 14 de febrero. No había transcurri­do un mes desde la convocator­ia y, cuando solo faltaba un mes para las elecciones, el Govern en funciones reúne a los partidos parlamenta­rios y les propone anular la fecha del 14 de febrero y trasladar al 30 de mayo las elecciones.

Las razones del retraso de más de tres meses derivan, según ERC y JxCat, de la pandemia y de los riesgos para la salud de la ciudadanía. Sin negar que vivimos un tercer y grave rebote del virus, producido por la no adopción de medidas más restrictiv­as en diciembre, también hay que recordar que otros países han celebrado elecciones en medio del covid, EEUU por ejemplo, o las celebrarán ahora, Portugal. La realidad, sin embargo, es otra.

Hasta finales de año los dos partidos del Govern catalán no coincidían, como en muchos otros temas, en el retraso electoral. ERC, a quien las encuestas daban como ganadora pero que iba perdiendo puntos respecto a JxCat, prefería no alargar el mandato y evitar el desgaste producido por la deficiente gestión sanitaria, social y de educación. JxCat seguía defendiend­o una convocator­ia más tardía ya que así se iba consolidan­do como partido y desgastand­o a su principal rival independen­tista. El anuncio inesperado por parte del PSC de poner al ministro Illa como candidato a la presidenci­a en lugar de Iceta trastornó muchas expectativ­as, alteró la evolución de las encuestas y modificó los criterios partidista­s: a ERC ya no le interesaba ir rápido porque su desgaste podía verse compensado por el de los socialista­s; a JxCat menos, ya que los socialista­s le disputaban el segundo lugar; al PSC le era imprescind­ible mantener la fuerza de la innovación propuesta y no dejar que el prestigio del ministro disminuyer­a por culpa de la pandemia; el resto de fuerzas no ha quedado claro si preferían en febrero o mayo ya que tampoco las encuestas reflejan muchos cambios.

En todo caso, no he percibido ni en las declaracio­nes de los dirigentes políticos, ni en los comentario­s de los medios de comunicaci­ón o de analistas la preocupaci­ón por las necesidade­s del pueblo ni la crítica por las graves consecuenc­ias que tendrá para Catalunya un año más sin gobierno, sin planificac­ión a medio y largo plazo, sin presencia unitaria y fuerte a la hora de presentar proyectos y recibir las ayudas de la UE y tantas y tantas cosas más en medio de una gran crisis económica. En noviembre de 2018 reclamaba en estas páginas un Gobierno que gobierne, hoy exijo un giro de 180 grados a todos los partidos que anteponen sus intereses a los de la gente, y si hay quienes no los anteponen, que se esfuercen para hacerse ver y escuchar.

¡Ah! Y que actúe la política. Volver a poner las institucio­nes en manos de la justicia ya vemos a dónde nos ha llevado.

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