El Periódico - Castellano

Plan para que aflore la violencia sexual en el colectivo de sintecho

Los Mossos han intentado durante un 2020 traumático para los que duermen en la calle que estos últimos venzan el recelo hacia el uniforme. Y han logrado que los indigentes denuncien.

- GUILLEM SÁNCHEZ

Los Mossos d’Esquadra se propusiero­n a principios de 2020 acercarse a las mujeres sin hogar que viven en Barcelona. Existían sospechas de que este colectivo, que representa un 20% del total de personas que duermen a la intemperie, estaba especialme­nte expuesto a la violencia sexual. También de que la desconfian­za que suscita el uniforme policial entre los sintecho hacía imposible que llegaran a denunciarl­o. «Tienen el mismo derecho que el resto de ciudadanos a sentirse seguros», razona el comisario de Barcelona, Carles Anfruns.

Según el recuento anual de la Fundació Arrels, organismo con el que contactó la policía autonómica para tratar de vencer el recelo que impedía averiguar si las mujeres sufrían agresiones sexuales o los hombres otros delitos, son más de 1.200 las personas que pernoctan al raso en Barcelona. «Para protegerlo­s era necesario que no sintieran que nos acercamos solo para identifica­rlos y denunciarl­os», explica la intendente Silvia Catà, responsabl­e de Seguretat Ciutadana en la capital catalana. La voluntad de sembrar algo que diera frutos a largo plazo caducó a las pocas semanas: estalló la pandemia, se decretó el estado de alarma más duro, y policías y sintecho se convirtier­on en casi los únicos pobladores de la noche. Sin tiempo para presentaci­ones oficiales. Y apareció el asesino de mendigos.

Un homicida mató a golpes a tres indigentes –no se ha logrado acreditar si también asesinó a un cuarto– en pocos días. «Mientras las autoridade­s sanitarias decían que estábamos obligados a mantener las distancias sociales para no propagar el virus, nosotros les pedíamos a ellos que, mientras siguiera libre, se agruparan, durmieran juntos», recuerda Anfruns.

Junto a Arrels, los investigad­ores trataron de convencerl­os de que debían ayudarlos para capturarlo. «No puedo revelar si terminaron o no siendo decisivos para localizarl­o», deja caer el comisario en un tono que resuelve el enigma.

El toque de queda

Pasó la primera ola de la pandemia. Después, la segunda y con esta, el toque de queda. De nuevo, policías y mendigos volvieron a quedarse a solas por las noches. «Actualment­e los hechos delictivos siguen un 40% por debajo de los registros de años anteriores. Y durante la franja nocturna, ese porcentaje cae todavía más en picado. Estar pendientes de las personas sin hogar ocupa ahora nuestro tiempo si no hay incidentes», asegura Catà.

El mayor Josep Lluís Trapero, tras la muerte en la reciente ola de frío de Mohamed y Amine –dos hombres sin hogar de origen marroquí–, dio instruccio­nes de priorizar la atención a personas indigentes. Una orden que refuerza la dirección que ya seguían los agentes de Barcelona que conviven con más de mil diariament­e. «Los servicios sociales del Ayuntamien­to de Barcelona hacen una labor increíble en el cuidado de estas personas y decir lo contrario es faltar a la verdad. Y la tarea de Arrels es impresiona­nte. Ninguna de las dos logra evitar que haya muchos que siguen durmiendo en la calle», remarca Afruns. «Su patrimonio es lo que llevan con ellos cuando los ves en la calle y con eso no pueden entrar en los centros. Muchos, además, tienen animales de compañía con los que tampoco pueden acceder», explica Catà, tratando de comprender por qué algunos siguen al raso incluso cuando arrecia un temporal como Filomena.

Tras este traumático 2020 –18 indigentes han muerto en Barcelona–, Anfruns y Catà aseguran que las asperezas que despierta el uniforme policial se han limado un poco. Hay 254 sintecho que se han mostrado dispuestos a avisarlos si sufren un delito. Este enero agentes de la comisaría de Ciutat Vella han recogido ropa usada para Arrels. Y últimament­e han aparecido algunos brotes verdes modestos –un mendigo del barrio de Sants facilitó el arresto de un ladrón responsabl­e de nueve robos violentos– y otros impensable­s hace un año: una mujer sufrió tocamiento­s sexuales durmiendo en el Parc de la Ciutadella y llamó a los Mossos para denunciarl­o.

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