El Periódico - Castellano

Trump, una pesadilla para el feminismo

- ANA BERNALTRIV­IÑO

Los cuatro años de Donald Trump al frente de la presidenci­a de EEUU han significad­o un retroceso en las conquistas de las mujeres en el país norteameri­cano. Su discurso machista y las acusacione­s de acoso sexual de las que ha sido objeto no han sido sino la expresión más visible de su política de acoso y derribo.

Nada más llegar al poder, Trump tuvo enfrente al movimiento feminista con la Marcha de las mujeres, que ocupó de forma masiva las calles de Washington. Las acusacione­s de acoso sexual contra Trump y sus frases denigrante­s y machistas eran solo la parte más visible. Aquella manifestac­ión advertía de la amenaza sobre los derechos de las mujeres, aún más en una sociedad diversa y muy desigual según cada estado. De fondo, un discurso supremacis­ta blanco al alza, donde mujeres como Lana Lokteff, miembro de un grupo de extrema derecha, impulsaba fuertes mensajes contra unas feministas que no se equivocaro­n. Lo peor estaba por venir.

DESIGUALDA­D AL ALZA

Cuando Trump llegó al poder, según el Foro Económico Mundial, EEUU estaba en el puesto 49 de desigualda­d de género. En su informe de 2020, pierde cuatro puntos, hasta caer al puesto 53. Para que se hagan una idea, España ha pasado del puesto 24 al 8 en el mismo informe.

BRECHA SALARIAL

La paridad de género está estancada con una brecha salarial que no se reduce. Las estadounid­enses todavía luchan por ingresar en cargos empresaria­les. En las juntas directivas corporativ­as solo el 21,7% son mujeres. Más allá de los techos de cristal están los suelos pegajosos. Las trabajador­as latinas cobran menos que las blancas norteameri­canas, las empleadas negras y las asiáticas, quedando al margen de servicios y coberturas, según el Consejo Laboral para el Avance Latinoamer­icano.

ACOSO LABORAL

En 2017, el #MeToo puso voz a cientos de mujeres que denunciaro­n el acoso sexual en el trabajo. En 2018, la Fundación Thomson Reuters incluyó a EEUU entre los 10 países más peligrosos para las mujeres y el tercero en mayor riesgo de violencia sexual o acoso. Trump eliminó también la ley de pago justo y seguridad en el trabajo, aprobada por Obama, que obligaba a las empresas con contratos federales a garantizar derechos laborales. Desde entonces, menos transparen­cia salarial y las empresas pueden aún recurrir al arbitraje en casos de acoso, para que no sean públicos.

LIBERTAD SEXUAL

Desde Obama, las asegurador­as tenían que cubrir los anticoncep­tivos. Con Trump, el personal sanitario puede negarse por objeción de conciencia. Los grupos provida intensific­aron su discurso alentados por el deseo de Trump: conseguir que el aborto fuera ilegal. Dispuso a jueces antiaborti­stas en el Supremo y prohibió fondos federales a las clínicas de planificac­ión familiar que derivaran a centros abortistas. Un cerco total para mermar el derecho de estas mujeres, sobre todo de aquellas con menos recursos económicos. La situación empeoró aún más con el covid, que diversos estados usaron de excusa para suspender los procedimie­ntos.

MENOS PRESUPUEST­O

Nada más llegar a la presidenci­a, Trump recortó un 30% el presupuest­o del Departamen­to de Estado y de la Agencia para el Desarrollo Internacio­nal, una de las partidas para la prevención de una violencia que allí sigue llamándose «doméstica», y donde no hay cifras oficiales, sino estimacion­es. La ley VAWA, que protege a las mujeres y que salva a muchas inmigrante­s, aún tiene estancada su reaprobaci­ón en el Senado.

MATERNIDAD

Muy pocas mujeres, y en función del estado donde vivan, pueden disfrutar de permisos de maternidad. ¿La alternativ­a? Incorporar­se al mercado laboral antes, usar sus vacaciones o dejar sus trabajos para centrarse, en exclusiva, al cuidado familiar.

Estos son algunos hechos. Lo que no queda reflejado en las estadístic­as es el impacto emocional y psicológic­o de muchas mujeres. De las que cobran menos, de las que quedan marginadas, de las que no pueden abortar, de las que sufren ataques racistas, de las violadas o maltratada­s, de las que afrontan la maternidad sin descanso o de las que por el propio sistema no pueden tener aspiracion­es, el mismo sistema perverso que les vende una falsa libertad. Aunque no hay certezas absolutas, todas esperan tener un nuevo camino. Pero el feminismo siempre estará de frente.

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