Tres muertos y un desaparecido en una explosión de gas en el centro de Madrid
Un edificio propiedad del arzobispado madrileño resultó prácticamente derruido a causa de una gran explosión causada, al parecer, por los trabajos de un voluntario en una caldera.
Tres familias de luto y 11 heridos de diversa consideración es el balance de una enorme explosión que tuvo lugar en la tarde de ayer en el número 98 de la calle de Toledo de Madrid, que puso a toda la ciudad en vilo temiendo un atentado. La onda expansiva destruyó cuatro de las seis plantas de un edificio propiedad del arzobispado madrileño, situadas sobre una vivienda de sacerdotes de la parroquia de La Paloma, y entre un colegio y una residencia de ancianos.
El siniestro se produjo a las 14.56 horas por causas que aún investiga la Policía Nacional. A falta de un informe oficial final, ninguna de las fuentes del operativo consultadas, ni la Delegación de Gobierno, se aparta de la tesis del gas como causante del desastre.
Pero en la ciudad, con el historial de ataques terroristas que posee y en un invierno en plena alerta 4 antiterrorista, ante un aviso de explosión bomberos, policías y sanitarios acostumbran a ponerse en lo peor mientras se acercan al lugar del siniestro.
No fue lo que temían, aunque al final de la tarde de ayer todavía se llevaban las manos a la cabeza algunos policías de los que habían acudido a toda velocidad hacia el lugar del estruendo. Y no tanto por el impresionante aspecto de zona bombardeada de ese tramo de la calle como por considerar lo que pudo haber pasado. El gas, el fuego y los cascotes proyectados en un radio de 150 metros pudieron haber causado una matanza.
«Podía haber sido una tragedia gigantesca», dijo a los medios el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, tras visitar la zona afectada. Y mientras hablaba, un equipo de psicólogos del Servicio de Asistencia Municipal de Urgencias y Rescates (SAMUR) atendía varias crisis de ansiedad entre los familiares de los ancianos que viven en la residencia. «Ha sido brutal, brutal», repetía en shock Manuel, dueño de un bar que queda a pocos metros del lugar de la explosión.
Un electricista de 35 años
El tercer cuerpo rescatado por los bomberos fue el de un feligrés de La Paloma, David Santos Muñoz, de 35 años y electricista de profesión. Había ido a la parroquia a «echar una mano», informó el Arzobispado de Madrid. Según información de fuentes del operativo, que corroboró el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, había ido a arreglar una caldera de gas.
Los otros dos fallecidos, uno de ellos de 85 años, tuvieron la mala fortuna de pasar por la zona en el momento de la explosión. Su identidad no había trascendido al cierre de esta edición.
Hubo además un goteo de heridos (11), de los que dos llegaron en estado grave al hospital. Uno de ellos, de 26 años, con diversas fracturas en un tobillo y la zona lumbar. El otro, con un traumatismo craneal y pronóstico reservado. Los heridos fueron repartidos en los hospitales Clínico, de La Paz y Fundación Jiménez Díaz.
Ancianos ilesos
Los ancianos y las cuidadoras del geriátrico aledaño, La Paloma, gestionado por el grupo Los Nogales y con 55 residentes, fueron evacuados sin heridas al Hotel Ganivet, enfrente y con las ventanas quebradas, y repartidos por diversos bares y comercios mientras esperaban a las ambulancias.
La unidad canina de la Policía Nacional entró en el lugar del desastre para buscar al electricista desaparecido, el tercer muerto, tras esperar a que los bomberos declararan el incendio controlado –que no extinguido- y terminaran de asegurar mínimamente la estructura del edificio, en gran parte reducida a un impresionante esqueleto sobre un grueso haz de llamas que procedía del entresuelo.
La deflagración del gas, que atronó a todo el céntrico barrio madrileño de La Latina, sepultó con cascotes la cancha polideportiva del vecino colegio La Salle La Paloma, pero ninguno de sus alumnos resultó herido porque el mal tiempo reinante en Madrid les había impedido salir esa tarde.
A los pocos minutos de la explosión, en cuanto el vecindario más próximo salió de la estupefacción, varios hombres de los locales de enfrente se pusieron a recoger cascotes y restos de plástico y otros materiales para dejar paso libre a las ambulancias.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el alcalde y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, visitaron el lugar del desastre
Al final de la tarde, bajo una lluvia helada, un silencio triste solo interrumpido por el desescombro se adueñó de la calle de Toledo, habitualmente muy animada. El propio alcalde reflejó el estado de ánimo de los vecinos: «No están siendo tiempos fáciles. Estamos rodeados de adversidades», dijo.
«Podía haber sido una tragedia gigantesca», dijo el alcalde tras visitar la zona