A octavos con sufrimiento
El Barça falló dos penaltis y necesitó la prórroga para imponerse al Cornellà (0-2)
Ronald Koeman no necesita a Eric Garcia. No necesita un central que evite goles. Necesita un goleador que los marque. Y esa realidad se observó en toda su dimensión en Cornellà. Los defensas prepararon la victoria del Barça y los atacantes la fueron retrasando hasta límites insufribles.
Araujo provocó el primer penalti al recibir una patada en la cara y Lenglet forzó el segundo, idéntico. Pjanic falló el primero y Dembélé malogró el segundo, parados ambos por el anónimo Ramón Juan, un portero de 21 años. Ni las acciones más ventajosas fue capaz de aprovechar el Barça, que se autocondenó a jugar la tercera prórroga en los tres últimos partidos. Ante la Real Sociedad y el Athletic había una cierta justificación; jugarla ante el Cornellà fue sonrojante. Dembélé evitó el drama mayúsculo, ya fuera otra tanda de penaltis o la derrota. Con un furioso disparo reparó su error y el Barça sobrevivió a la eliminatoria donde otros ilustres cayeron.
El aviso emitido por el Real Madrid en su estrepitosa caída ante el Alcoyano, añadido al del Atlético, que había sucumbido en Cornellà, eran valiosas advertencias para que el Barça jugara prevenido. Salió preparado el equipo desde el punto de vista psicológico y lo jugó predispuesto a 90 minutos de batalla, bola rápida y a correr, muy poco a su estilo pese a dominar casi siempre. Fueron 120 minutos por su incompetencia en el área.
El sostén de los centrales
Varios titulares apuntalaban al equipo. El andamiaje era básico para contener el entusiasmo del Cornellà. Aráujo y Lenglet aportaron firmeza, como Mingueza, que hasta hace tres meses corría sobre moquetas parecidas. Junior confirmó que no es una alternativa seria a Alba. Arriba debían aprovechar alguna oportunidad. Solo una se les pedía. Braithwaite solo acertó en el último minuto y necesitó hacerlo a portería vacía.
Las jugadas de estrategia suelen ser una de las armas de los clubs inferiores en las eliminatorias coperas y el Cornellà se cansó
de lanzar córners y faltas laterales, alimentando una esperanza que no se sostenía con el juego construido. El Barça, ejecutado el domingo así por el Athletic, no supo corregirse. Ni evitó la pelota parada ni supo impedir los remates del cuadro verde. Era comprensible, entre los días de fiesta que dio Koeman y una sola sesión preparatoria. Los jugadores locales dieron más de un susto a Neto, que regresaba a la portería mes y medio después. El brasileño no ha perdido el toque cuando el equipo quiso construir desde atrás.
Pjanic era la referencia de Neto. Y debía ser la referencia, o una de ellas, del Barça B al Barça A. Un tipo de 30 años procedente de la Juventus estaba obligado a reivindicarse y afear así la suplencia impuesta. La desdicha que le acompaña se acentuó con el penalti fallado. El error ha dejado de ser extraordinario en el Barça. Le antecedieron Messi, Griezmann y Braithwaite fallando antes y le sucedió Dembélé con un pésimo lanzamiento.
En vista de que los futbolistas eran incapaces de superar a sus pares, Koeman tomó medidas en el descanso, pero tampoco sirvieron. Se cargó al entusiasta Riqui Puig, que en su primera titularidad duró 45 minutos. Cambió también el dibujo, reforzando el centro del campo con Dembélé y Trincâo de interiores y Griezmann y Braithwaite en punta. Un Barça vestido de equipo inglés, extraviado juegue como juegue. Los centrales creaban ocasiones y los delanteros las fallaban, hasta que Dembélé sacó la furia, avergonzado de sí mismo. Koeman pide (pedía, porque se lo han negado) a Eric Garcia, y debería haber insistido por Memphis Depay. ■