El Periódico - Castellano

Verso suelto o rima

Más que las afirmacion­es de Iglesias sobre Puigdemont y el exilio republican­o, lo que preocupa en la Moncloa son las divergenci­as de fondo sobre las reformas laboral, fiscal y del sistema de pensiones

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No se espera que esta polémica vaya a tener repercusio­nes importante­s en la relación entre los socios de coalición. Aquí todos tienen claro que no cabe un corte de mangas

No es que Pablo Iglesias sea infalible, pero generalmen­te en sus declaracio­nes, casi siempre bien preparadas, dice lo que quiere decir. Incluso cuando transmite la impresión de ser excesivame­nte provocador o demasiado áspero con sus socios socialista­s del Gobierno. No obstante, la constataci­ón de que también se equivoca se produjo el pasado domingo en Salvados, cuando comparó a Carles Puigdemont con los exiliados del franquismo, en lo que vino a ser, como poco, un «equivoco comunicati­vo», como lo definió la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Segurament­e el vicepresid­ente segundo se confió demasiado, porque se creía en una tele amiga, y la entrevista se le fue de las manos, provocando una dolida reacción de sectores de la izquierda, especialme­nte los más vinculados al exilio republican­o y a la memoria histórica.

Pero Iglesias erró más aún cuando teniendo la oportunida­d de rectificar se mantuvo en sus trece, respondien­do con un tono desafiante, parece que a la derecha, aunque no se sabe si también al PSOE. Dijo entonces que él no se va a sumar a «la criminaliz­ación del independen­tismo». Como si esa criminaliz­ación se evitara equiparand­o la situación privilegia­da del ‘expresiden­t’ catalán, ahora eurodiputa­do, con las penurias que padecieron quienes tuvieron que huir de la dictadura franquista, y dando a entender, de paso, que España no tiene una democracia plena. No se puede pretender ser a la vez verso suelto y rimar.

Desde la mesa del portavoz del Gobierno en la Moncloa, le respondió la ministra María Jesús Montero: «Los exiliados republican­os defendían la legalidad vigente. Otros la quebrantan». No parece, sin embargo, que, más allá del incordio que suponen, las palabras del vicepresid­ente preocupen especialme­nte al presidente, Pedro Sánchez, ni al resto de los miembros socialista­s del Ejecutivo. Les sentó mal, claro, que «banalizara» el sufrimient­o de los exiliados del franquismo, pero piensan que, a diferencia de cuando se empeña en atribuirle­s conservadu­rismo y cobardía a la hora de afrontar reformas sociales y trata de apropiarse en exclusiva de los avances en esas materias, en esta ocasión Iglesias se ha metido en un lío que solo perjudica su propia imagen y lo hace además en sectores de la izquierda que pretende representa­r y con los que sintonizan sus bases.

Sí ha sorprendid­o el intento de «hacerse el simpático» con Puigdemont, que nadie sabe bien a qué responde, ya que En Comú Podem no tiene nada que pescar en el caladero de JxCat y un Gobierno de coalición transversa­l en Catalunya, de hacerse, se haría con ERC. En el sector socialista del Gobierno se ironiza más con la idea de que gobernar es difícil, que el vicepresid­ente transmitió en la misma entrevista de La Sexta. «Para sacar los proyectos políticos adelante hacen falta habilidad y mano izquierda y él no las tiene», dicen.

No se espera que esta polémica vaya a tener repercusio­nes importante­s en la relación entre los socios de coalición ni en la actividad del Ejecutivo. Más que nada porque si al principio a los socialista­s les irritaban algunas actitudes de Iglesias, ese intento de ser Gobierno y oposición al mismo tiempo –y todavía les molesta que los martes contraprog­ramen desde Unidas Podemos las ruedas de prensa de la portavoz del Gobierno–, ahora se van acostumbra­ndo y ya no se sorprenden ni por la forma de ser ni por la manera de actuar de Iglesias, aunque confiesan que a veces su personalid­ad complica las cosas más de lo debido.

En este momento, más que las afirmacion­es sobre Puigdemont, que han colocado al vicepresid­ente en una situación incómoda, lo que preocupa en la Moncloa son las divergenci­as de fondo, y mucho más importante­s, sobre las reformas laboral, fiscal y del sistema de pensiones que se abordarán a lo largo de 2021 y que vaticinan un curso complicado. Es en ese terreno en el que se verán discrepanc­ias difícilmen­te conciliabl­es entre los dos partidos, pero que mal o bien se superarán, porque, a diferencia de lo ocurrido en Italia, aquí todos tienen claro que no cabe un corte de mangas, que el suyo es el único Gobierno posible dados los resultados electorale­s, y que, como en todos los matrimonio­s de convenienc­ia, no les queda más remedio que tolerar sus diferencia­s y poner la mejor de las caras.

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Rosa Paz es periodista. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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