«Me fascina la interacción del cuerpo humano con la ropa»
El director de ‘Berberian Sound Studio’ vuelve a sorprender con ‘In fabric’, fascinante mezcla de terror y fetichismo acerca de un vestido rojo que causa muerte y destrucción a quien lo posee.
Gracias a películas como Berberian Sound Studio o El duque de Burgundy, el británico Peter Strickland se convirtió en director de culto, influenciado por referentes como el giallo italiano y Jess Franco pero dotado de un imaginario del todo personal. Su nueva e hipnótica película, In fabric, está ya disponible en Movistar+.
— ¿De dónde surgió la idea de hacer una película protagonizada por un vestido?
— Me fascina la interacción del cuerpo humano con la ropa. Manchas de semen en los pantalones, sangre en las bragas, esas cosas. A menudo, al comprar alguna prenda de segunda mano, he podido apreciar en ella el olor de su anterior propietario, y eso me ha hecho sentir una forma muy extraña de intimidad. También me interesa el valor de la ropa como fetiche. ¿Cómo logran ciertas prendas excitarnos sexualmente? ¿Por qué nuestra relación con nuestro cuerpo cambia según lo que vistamos? De esas inquietudes surgió la idea.
— In fabric puede entenderse como una sátira de la sociedad de consumo. ¿La concibió como tal?
— No fue mi intención porque, de hecho, no veo a los personajes principales de la película como consumidores. Y hacer una crítica anticapitalista me parecería muy hipócrita, porque me encanta comprar cosas, y seguro que la fabricación de muchas de las cosas que compro conllevó cierto grado de explotación infantil. No soy quién para sacar el dedo acusador.
—Buena parte de la película transcurre en unos elegantes grandes almacenes, que están envueltos de una atmósfera a la vez mágica y macabra. ¿En qué se inspiró para diseñarlos?
— Los grandes almacenes tienen algo de fúnebre porque están desapareciendo. Traté de relacionarme con mi propia infancia y recrear la sensación de misterio que me invadía cuando acompañaba a mi madre de compras. Recuerdo los almacenes Jackson’s, que cerraron hace tiempo. Sus maniquís me daban mucho miedo. De hecho, me provocaban pesadillas.
— ¿Hasta qué punto le sirven a usted los sueños como inspiración artística?
— Hace un tiempo decidí empezar a escribir todo lo que soñaba en un diario y, en cuanto lo hice, mis sueños se volvieron realmente aburridos. Y luego, en cuanto abandoné la idea, los sueños volvieron a ser interesantes. Pero estoy de acuerdo en que casi todo lo que hago responde a una lógica onírica. El cine que a mí me gusta tiene la capacidad para situarnos entre la realidad y el inconsciente. Las películas de David Lynch, por ejemplo.
— O como las de Buñuel...
— Por supuesto, y Buñuel es un referente esencial de la película. Su cine explora a la perfección la tensión que se genera entre nuestros deseos animales ocultos, por un lado, y las normas sociales que condicionan nuestro comportamiento, por el otro.
Todos tenemos ese tipo de deseos. Y a mí me interesa indagar en el potencial erótico del cine, pero no para excitar al espectador sino para explorar qué es lo que le excita. Lástima que en general ese sea un tema tabú para el cine.
«La gente acepta ver violaciones y torturas en el cine pero no una gota de sangre menstrual»
— Hablando de tabús, In fabric no es la primera de sus películas que da importancia a los fluidos corporales...
— No puedo evitarlo. Me hace mucha gracia qué incómodas se sienten la mayoría de las personas en cuanto oyen hablar de sudor, o semen, u orina o menstruación, y eso a pesar de que son cosas absolutamente mundanas. Pueden ver películas llenas de violaciones, torturas y mutilaciones, pero una sola gota de sangre menstrual les parece intolerable. Es increíble.