Un vestido con personalidad
No intenten ponerle definiciones o etiquetas, afortunadamente. Peter Strickland es un cineasta británico inclasificable, ajeno a casi todo menos a la independencia de formas y criterios. Plantea temas desconcertantes, mezcla géneros a placer, le da mucha importancia al tratamiento del sonido como espacio dramático y generador de sensaciones, y no le preocupa demasiado desconcertar, inquietar o irritar. Cualquier cosa menos dejar indiferente.
Y así nos llega su último trabajo, en realidad dirigido en 2018, In
fabric, que no defraudará a quienes pudo fascinarles Berberian Sound
Studio (cine dentro de cine más giallo modernizado), interesarles su concepto escénico al filmar un concierto de Björk en Biophilia live o seducirles la apuesta formal de Katalin Varga, película rodada en Rumanía con la que debutó en 2009.
In fabric es la historia de varios personajes y de un vestido rojo de seda, muy llamativo y seductor, que parece haber tenido mucha influencia en todas las personas que lo han poseído. La receta es generosa: estilo años 70, giallo de nuevo, algo de terror gótico, unas gotas de voyerismo y sadomasoquismo y la parodia también de todo ello. Género inclasificable. Filme libre, rugoso e imperfecto, pero intrigante.
Tiene detrás a un buen productor, Ben Wheatley (director de fábulas distópicas y de horror como
High rise, Turistas y A field in England, aunque firmante también de
un decepcionante remake reciente
de Rebeca para Netflix), y la música es del grupo de uno de los miembros de Stereolab, ideales para componer bandas sonoras analógicas y modulares –pero en absoluto vintage– que casan a la perfección con el tipo de imágenes concebidas por Strickland.