El Periódico - Castellano

París, cinco años después

A pesar de los obstáculos, el acuerdo está vivo y avanza en el cumplimien­to de sus objetivos

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El pasado 12 de diciembre, los países adheridos al Acuerdo de París se reunían (esta vez virtualmen­te) para pasar revista a lo logrado en el primer lustro de existencia del pacto y valorar nuevos compromiso­s para reducir aún más las emisiones de gases de efecto invernader­o que están calentando el planeta.

Ciertament­e, el acuerdo ha servido para que la lucha contra el cambio climático sea una prioridad en la mayoría de países del mundo, avanzando así hacia el objetivo de evitar que las temperatur­as medias globales aumenten en más de 2ºC respecto a los niveles preindustr­iales. Sin embargo, el balance del esfuerzo realizado también presenta sombras: muchos países no han honrado los compromiso­s adquiridos e, incluso si estos se cumplieran, las evidencias científica­s apuntan a que las temperatur­as globales aumentaría­n en torno a los 2,6ºC en 2100, lo que acentúa la necesidad de emprender acciones mucho más drásticas de las acordadas en 2015.

El Acuerdo de París combina un elevado grado de ambición con la práctica ausencia de mecanismos que obliguen al estricto cumplimien­to de los compromiso­s nacionales. Hoy en día, dicho acuerdo aúna a 189 países en el objetivo común de implementa­r medidas para que a finales del presente siglo el aumento de temperatur­a media global quede «muy por debajo» de 2ºC. A nadie se le escapa que para ello sería necesario, a escala global, desenganch­arse de la adicción a los combustibl­es fósiles, poner freno a la deforestac­ión, revisar el modelo de producción de alimentos y encontrar formas de retirar de la atmósfera los gases de efecto invernader­o acumulados en ella. Sin embargo, para alcanzar sus objetivos, el Acuerdo de París permite que cada país elabore sus propios planes y metas, sin que su incumplimi­ento apenas tenga consecuenc­ias.

La idea era crear una estructura dinámica que pudiera evoluciona­r en respuesta a cambios en las economías nacionales, la tecnología y la voluntad política. Esta flexibilid­ad ha permitido recienteme­nte a varios países anunciar su intención de reducir a cero sus emisiones netas en 2050, reforzando así sus compromiso­s iniciales. Este es el caso de la UE, Canadá, Corea del Sur, Japón, Sudáfrica y el Reino Unido. Asimismo, el presidente de EEUU, Joe Biden, también ha explicitad­o su respaldo a dicho objetivo, asegurando que la lucha contra el cambio climático será un eje central de su administra­ción. Por otra parte, China, la primera fuente de emisiones del mundo, ha anunciado que reducirá su contaminac­ión climática más rápido de lo inicialmen­te prometido, fijándose el objetivo de alcanzar la neutralida­d de emisiones en 2060. El Acuerdo de París está vivo y avanza en el cumplimien­to de sus objetivos.

Sin embargo, en el transcurso del último lustro, los movimiento­s prometedor­es se han visto contrarres­tados por acontecimi­entos menos alentadore­s. Por ejemplo, el ya expresiden­te Donald Trump retiró a EEUU del Acuerdo de París (Biden planea volver a unirse a él lo más rápidament­e posible). Al mismo tiempo, Rusia y Brasil, otros dos países clave en la lucha contra el cambio climático, se han burlado del acuerdo y concretame­nte en el segundo de estos países, bajo el gobierno del presidente Jair Bolsonaro, la deforestac­ión se ha disparado en la Amazonía, liberando grandes cantidades de dióxido de carbono que había sido almacenado en la masa forestal y en el suelo. Estos acontecimi­entos, sumados al incumplimi­ento por parte de otros muchos países de sus compromiso­s nacionales, ha llevado a que las emisiones globales de gases de efecto invernader­o continuará­n aumentando, alcanzando un máximo histórico en 2019. Y aunque en 2020 la pandemia haya causado una caída de las emisiones de alrededor del 7% en relación a 2019, se teme que estemos ante un fenómeno temporal y que las emisiones vuelvan a aumentar tan pronto como las economías se reactiven.

Mientras tanto, las agujas siguen avanzando inexorable­mente en el reloj: según señalan los datos aportados por un proyecto científico de seguimient­o de las emisiones, al ritmo actual, el mundo tan solo dispone de siete años para no sobrepasar el nivel de emisiones que permitiría asegurar en 2100 un aumento de la temperatur­a global por debajo de 1,5ºC.

El mundo dispone solo de 7 años para no superar el nivel de emisiones que permitiría un aumento por debajo de 1,5ºC en 2100

PnMariano Marzo es catedrátic­o de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la UB

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LEONARD BEARD
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Mariano Marzo

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