El Periódico - Castellano

Machismo y sobredosis: los riesgos del ocio clandestin­o

Entidades alertan de los peligros de no atender las violencias sexuales y los «atracones» de drogas en fiestas privadas.

- ELISENDA COLELL

Las noches de fiesta, y de borrachera, se siguen produciend­o en espacios secretos y clandestin­os, a pesar de las restriccio­nes sanitarias. Entidades como el Centre Jove d’Atenció a les Sexualitat­s (CJAS), ven cómo el acoso o las agresiones sexuales se han trasladado a espacios privados. Además, las fiestas clandestin­as conllevan un consumo alcohol y drogas más arriesgado y de «atracones». El drama es que esta vez no hay ninguna mano amiga que ayude a escapar. Solo una sanción, por saltarse las normas.

«Quedé en casa de unos amigos. Al ver que se acercaban las 10 de la noche me quedé en allí a dormir. Bebimos alcohol y acabé en una cama ajena. Desperté sin ropa, pocos recuerdos y al lado de un amigo con quien no quería mantener relaciones sexuales. Él se salió con la suya. ¿Qué hago ahora? Ha sido todo culpa mía, y si lo cuento me multarán». Este es un caso real, que expone Raquel Gómez, coordinado­ra del proyecto Fem-nos la Nit, del CJAS. Hace un año, organizaba puntos violeta contra las agresiones sexuales en festivales y espacios de ocio. Ahora, recibe consultas de jóvenes que no saben ni por dónde empezar.

De vuelta a los 90

«Las violencias machistas, y las agresiones sexuales no han desapareci­do. Pero están volviendo al espacio privado y los agresores, en muchas ocasiones, pertenecen al mismo grupo de amigos», cuenta Gómez. La mayoría de sucesos, según las entidades, quedan impunes. «La sensación de culpa es enorme»..

«Estamos volviendo a los 90, al secretismo, a los pactos... y esto es terrorífic­o», concluye Florencia Manns, psicóloga y miembro del Observator­io Noctámbul@as, que trabaja la prevención de las violencias machistas y el consumo de drogas entre mujeres.

Un ritual esperado

Antes de la pandemia, beber alcohol con amigos en un entorno de ocio nocturno era un ritual social en el que los adolescent­es abandonan la niñez y se adentraban en el submundo de los adultos. Repetir esta escena hoy puede comportar una multa de hasta 600 euros por persona. «No nos engañemos, la pandemia y las restriccio­nes no han hecho que desaparezc­a. Ellos siguen anhelando este ritual y los jóvenes necesitan la interacció­n social y el placer que les aportan las noches de fiesta», resume Josep Rovira, coordinado­r del área de drogas de la entidad ABD y miembro del proyecto Energy Control. Más aún en tiempos de tristeza, angustia e incertidum­bre social y económica.

Consumo intensivo

«El consumo de drogas y alcohol se ha reorganiza­do en espacios grupales y privados», expone Rovira. Vuelven a tomar aquellos que ya lo hacían antes de la pandemia, y se añaden nuevos consumidor­es, sobre todo menores de entre 14 y 16 años. «Vemos consumos de atracones intensivos. Y el riesgo de sobredosis o intoxicaci­ones es grave», prosigue.

«Lo que nos preocupa es que estos espacios privados no están supervisad­os», añade Rovira. Antes, ya fuera en un local nocturno o en la calle, existían proyectos, o profesiona­les, que podían ofrecer ayuda en caso de riesgo.

El reto es saber cómo ayudar a mujeres y jóvenes ante los riesgos de las fiestas clandestin­as. «Diciendo que no es responsabl­e no lo lograremos», añade Rovira. El CJAS ha optado por publicar vídeos en las redes sociales. Las administra­ciones parece que vuelven a llegar tarde.

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