El Periódico - Castellano

Una comida que es casi una droga

Consumir alimentos ricos en grasas y azúcares genera mecanismos parecidos a los de la adicción.

- Marta Rodríguez-Arias es catedrátic­a de psicobiolo­gía de la Universita­t de València y forma parte de la Red de Científica­s Comunicado­ras de EL PERIÓDICO MARTA RODRÍGUEZ-ARIAS

Nuestro estilo de vida nos impone ritmos frenéticos, incompatib­les con cocinar

Ratones con dietas altas en grasa y azúcar consumen más droga y alcohol

Una de las consecuenc­ias positivas del confinamie­nto durante la pandemia fue la elaboració­n de todo tipo de recetas en casa, hasta el punto de llegar a agotar productos como la harina. El tiempo disponible ha sido la clave de este cambio de hábitos, que por desgracia desapareci­ó tras la vuelta a la nueva normalidad. Solo durante el confinamie­nto pudimos disponer del tiempo necesario para leer recetas, comprar los alimentos necesarios y elaborar los platos.

Nuestra sociedad cocina cada vez menos, pero debemos seguir alimentánd­onos. ¿Cuál es nuestra alternativ­a? Acabar en el supermerca­do comprando comida preparada que solo nos supondrá unos minutos en el microondas y listo. Esta forma de alimentarn­os es rápida, no excesivame­nte cara y suele estar muy buena. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que nuestra comida estará fundamenta­lmente constituid­a por alimentos ultraproce­sados. O sea, platos donde no podemos llegar a identifica­r los ingredient­es originales que los componen y que son calóricame­nte muy densos y ricos en aceites refinados y azúcar.

Nuestra historia evolutiva

Para entender por qué nos resulta tan apetecible una lasaña precocinad­a deberemos retroceder en nuestra historia evolutiva, hacia cuando el ser humano se exponía a lo largo de su vida a repetidos periodos de hambruna. Para aumentar nuestras reservas en caso de escasez, nuestro cerebro potenció el consumo de alimentos ricos en grasa y azúcares con una gran densidad calórica, haciendo que nos resultasen altamente placentero­s. Aunque nuestro ambiente haya cambiado radicalmen­te, este mecanismo evolutivo sigue presente. Los alimentos ultraproce­sados nos exponen a bombas de azúcar y grasa a las cuales nunca habíamos estado expuestos en la historia. Así se entiende la pandemia de obesidad que asola el primer mundo.

El ser humano come por necesidad, pero también come por placer. Las comidas ricas en grasa y azúcares activan una zona de nuestro cerebro, la vía mesolímbic­a, que forma parte del sistema cerebral de recompensa. Cualquier actividad necesaria para el mantenimie­nto de la vida (como la comida y el sexo) es capaz de activar esta vía, que, mediante la liberación de un neurotrans­misor llamado dopamina, nos hace experiment­ar una sensación de placer. Pero también el alcohol o la cocaína la activan. Aunque todavía no existe un consenso, cada vez más estudios confirman la capacidad adictiva de estos alimentos. Tanto las drogas como los ultraproce­sados son capaces de activar el sistema de refuerzo cerebral y de generar adicción.

Esto plantea una pregunta ¿Podría la dieta influir en el consumo de drogas? En nuestra investigac­ión, hemos observado que los ratones que comen dietas altas en grasa y azúcar de forma continuada desarrolla­n obesidad y alteracion­es metabólica­s, y además presentan un síndrome de abstinenci­a cuando se les cambia a una dieta saludable (o sea, balanceada en macronutri­entes). Entonces, estos animales presentan ansiedad e incrementa­n el consumo de alcohol y de cocaína. Pero lo más sorprenden­te es que algo parecido ocurre también con el consumo de atracón, en el cual el acceso a la dieta palatable está limitado a 3 días a la semana y solo durante 2 horas. Esto simula el consumo de los adolescent­es durante los fines de semana, en los que se atiborran de comida basura. Nuestros ratones consumiero­n más cocaína y etanol, hasta dos semanas después del atracón. Estos resultados demuestran que ese patrón puede modular la respuesta del sistema de refuerzo, haciéndolo más sensible a los estímulos placentero­s y favorecien­do el consumo de drogas.

Como la cocaína

Por lo tanto, cuando consumimos cualquier ultraproce­sado, vamos a activar nuestro cerebro de la misma forma que lo haría la cocaína, aunque con menor intensidad. Nuestro cerebro nos va a pedir que lo repitamos. Debemos ser consciente­s de lo que comemos, y no me refiero a contar las calorías, sino a elegir alimentos reales: frutas, verduras, legumbres y materias primas. En caso de productos envasados, se deben priorizar aquellos con el mínimo número de ingredient­es, donde no se añadan aceites refinados o azúcares. La velocidad de nuestra vida nos impone muchas veces ritmos frenéticos, incompatib­les con cocinar. Pero debemos empezar a ser consciente­s de lo que estamos comiendo. Cuando esto ocurra, iremos menos al supermerca­do y más al mercado, o por lo menos a la sección de productos frescos del supermerca­do.

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