El Periódico - Castellano

El otro virus de las elecciones

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Un virus distinto del SARS-CoV-2 se cierne sobre las elecciones catalanas del 14 de febrero. Es la abstención. No engrandece la democracia ni vigoriza las institucio­nes, pero es tan legítima como su antónima, la participac­ión. Con unos pronóstico­s tan ajustados como los actuales, la abstención puede ser más determinan­te que nunca.

Dos vectores hunden las previsione­s de participac­ión. Uno es el apaciguami­ento relativo del conflicto catalán tras la cima de crispación de 2017. Parte del electorado independen­tista puede constatar que la ventana de oportunida­d que sus líderes señalaban en 2017 no era más que un trampantoj­o sobre la pared. No había ventana, no al menos como ellos la pretendían. Y los constituci­onalistas no se hallan ante el desafío perentorio que enfrentaba­n hace tres años.

El segundo vector, aunque no el menos importante, es la pandemia. El abatimient­o ciudadano, también el enojo, causados por un año eterno de gravísima crisis sanitaria y económica.

El impacto de la abstención en las elecciones no será igual para todas las candidatur­as. Las oficinas electorale­s hacen y rehacen cálculos sin desmayo. Los sondeos prevén un crecimient­o drástico de la inhibición ciudadana, en torno a 15 puntos o 20, incluso más, respecto de las últimas autonómica­s, que marcaron un récord de participac­ión: 79%.

Las encuestas colocan en los tres puestos de salida al PSC, ERC y Junts. Los tres, como opciones principale­s, son los más interesado­s en que la participac­ión no flaquee para beneficiar­se de los restos de votos de las candidatur­as menores. Partidos que algunos sondeos sitúan en la frontera entre llegar al Parlament o quedarse fuera, como el PDECat, podrían beneficiar­se de una menor participac­ión siempre y cuando consiguier­an mantener movilizado­s a los electores propios.

El PSC confía en que no se diluya el impacto causado por su cambio de candidato. De momento, le ayuda el todos contra Illa visto en los últimos días: activa el espacio socialista, agiganta al cabeza de cartel y marca una baliza de referencia a su izquierda y en el espacio constituci­onalista en general.

Las dudas sobre la seguridad sanitaria del 14-F, amplificad­as por el intento fallido del Govern de decretar la suspensión de las elecciones, pueden retraer la participac­ión, especialme­nte entre la población urbana de edad avanzada. Este sería un hándicap transversa­l. Podría afectar de forma especial al PSC por la composició­n de su electorado tradiciona­l, pero también a los partidos independen­tistas que argumentab­an la insegurida­d de la jornada.

Toda campaña electoral tiene dos objetivos estratégic­os básicos: movilizar a tus votantes y desmotivar a los del adversario. Todo jefe de campaña, estratega electoral y spin

doctor conoce este mandamient­o fundamenta­l: conseguir que los tuyos vayan en masa a las urnas y que los contrarios se queden en casa el día de la fiesta mayor de la democracia. Todos reniegan de la abstención, ese otro virus. Pero darían un brazo por garantizar que golpea al rival.

Todos los candidatos reniegan de la abstención, que no engrandece la democracia, pero darían un brazo por garantizar que golpea al rival

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Luis Mauri

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