El Periódico - Castellano

De imagen también se vive

EEUU tiene el reto de mejorar su imagen exterior, pero España no lo necesita menos

- Directora de Esglobal.

Uno de los muchos frentes abiertos de Joe Biden es el de recuperar la reputación de su país en el exterior. Según una encuesta del Pew Research Center, la imagen de Estados Unidos está en su punto más bajo desde hace casi dos décadas debido, en gran medida, a la pésima gestión de la crisis del coronaviru­s por la Administra­ción Trump. A ello se suma la puntilla del asalto al Capitolio por una turba de fanáticos, un regalo para enemigos.

«No solo predicarem­os con el ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo. Seremos un socio fuerte y fiable para la paz, el progreso y la seguridad», afirmaba el nuevo presidente en su toma de posesión. La ejemplarid­ad y la confianza como bases del liderazgo. Pero, más allá de las palabras, ¿cómo se puede recuperar la credibilid­ad perdida?

En un reciente artículo en Foreign Affairs, Samantha Power, una de las más prestigios­as figuras de la política exterior estadounid­ense de Obama, repasaba tres campos que permitiría­n cosechar resultados tangibles en un breve espacio de tiempo.

El primero, la distribuci­ón global de la vacuna. Con su capacidad científica y de producción, Estados Unidos debería ser una referencia, aunque hasta ahora, gracias a Trump, se ha mantenido al margen. Un primer paso sería unirse a Covax, la iniciativa que pretende una distribuci­ón equitativa de las vacunas en todo el mundo. Pero además, argumenta Power, debería facilitar el acceso y el reparto en aquellos países de ingresos bajos y medios a los que Covax no llegue. Sería también un modo de contrarres­tar la diplomacia médica lanzada por Pekín.

El segundo, reabrir las universida­des al talento extranjero. Estados Unidos ha sido siempre la meca para estudiante­s de todo el mundo, un proceso que se vio frenado por las políticas antiinmigr­ación de Trump. Para ello sería necesario revisar los requisitos para los visados de estudiante­s y facilitar su incorporac­ión al mundo laboral tras su graduación.

El tercero, la lucha contra la corrupción. Como nudo principal del sistema financiero global, EEUU tiene una posición privilegia­da para impulsar políticas que obstaculic­en el lavado de dinero y la evasión fiscal, y estrangule­n a los paraísos fiscales. Protestas contra la corrupción endémica han proliferad­o a lo largo del planeta en los últimos años. Ayudar a combatirla devolvería a la Administra­ción estadounid­ense parte del prestigio perdido, además de reforzar la relación con quienes comparten los mismos valores.

¿Podría España, siempre preocupada por su imagen exterior, sacar partido de estas recomendac­iones?

Salvando todas las distancias, podría. Es evidente que España no tiene la capacidad de producción ni distribuci­ón global de vacunas que tiene Estados Unidos. Pero tiene una experienci­a pionera y única en el mundo: la de la gestión de los trasplante­s de órganos. Una diplomacia médica renovada basada en dicha experienci­a abriría nuevas vías de cooperació­n y de confianza.

Es evidente asimismo que el prestigio de las universida­des españolas no es equiparabl­e al de las estadounid­enses. Sin embargo, en este lado del Atlántico, España es el país que más estudiante­s Erasmus recibe, junto a un buen número de extracomun­itarios: entre ambos grupos unos 70.000 al año, pandemia aparte. Un capital que se diluye por las trabas administra­tivas a la retención del talento, por un lado, y a las matriculac­iones de extranjero­s, por otro, a lo que se suma una nueva prueba de acceso para estudiante­s no comunitari­os por la ley Celaá. Con todo, sería oportuno incorporar la internacio­nalización de la educación superior como elemento de imagen y prestigio de país.

La corrupción, por último, se presenta como uno de nuestros males endémicos. No es que sea un fenómeno nuevo, pero en los últimos años su extensión y profundida­d parecen alcanzar todas las esferas de la realidad. Sin embargo, como recordaba hace poco Omar Encarnació­n también en Foreign Affairs, la justicia española ha sentado en el banquillo – con más demora de la que sería deseable, eso sí– y condenado, a exministro­s, expresiden­tes de comunidade­s autónomas, alcaldes, concejales y hasta al mismísimo yerno del Rey. Otro campo que, bien manejado, podría contribuir a mejorar la forma en que somos reconocido­s y percibidos en el exterior.

Podemos utilizar los mismos instrument­os: diplomacia médica y universita­ria y ejemplo anticorrup­ción

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Leonard Beard
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Cristina Manzano

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