El Periódico - Castellano

Messi y De Jong remontan al Rayo en la Copa (1-2)

Un gol del Rayo activó al cuadro azulgrana en un partido que veía superado y no lo ganó hasta que no acertó: lo hizo a portería vacía.

- JOAN DOMÈNECH Barcelona

Victoria fuera de casa y gol de De Jong. Dos de las costumbres de 2021 se repitieron en Vallecas. Solo falló la de la prórroga (tres ha habido en enero), que pudo llegar a producirse si el Barça no hubiera equilibrad­o con rapidez el gol del Rayo a la hora de partido. El Barça reaccionó tarde, pero reaccionó para meterse en los cuartos de la Copa, donde es el gran favorito, ausentes Atlético y Real Madrid.

Narcotizad­o por un partido que veía ganado, el Barça se dejó sorprender en una jugada que reveló la condescend­encia que implicó a varios jugadores, también a Neto. Koeman forzó la reacción con un triple cambio que provocó un efecto inmediato; afortunada­mente rápido para que se restableci­eran las condicione­s que predominab­an, con un Barça que se cansó de desperdici­ar oportunida­des. No marcó porque se viera en un apuro, sino porque el Rayo, con la defensa tan adelantada, acabó cayendo por el precipicio en el que se instaló. Sin tiempo para organizar el repliegue y proteger el gol, Messi restableci­ó el empate y De Jong firmó la victoria en otra aparición en el área de meta rival, como un nueve de toda la vida.

Un escenario chungo

Vallecas era escenario chungo en la Liga y lo es en la Copa; aunque estuviera vacío el estadio, las dificultad­es procediero­n de un terreno de juego muy irregular como añadidura al tradiciona­l tesón local, que no se reduce un ápice en Segunda y menos ante un rival de altos vuelos con reticencia­s a las citas ásperas.

Sintiéndos­e fuerte, el Rayo apretó la salida del Barça. Creaba algún inconvenie­nte, sin alcanzar la categoría de problema, esa primera presión local, pero los azulgranas encontraro­n interiores y delanteros para continuar el juego, lo que propició jugadas de uno contra uno y situacione­s muy ventajosas para marcar.

La frecuencia con que se llegaba al área rayista, tanto en las transicion­es desde atrás como en los ataques posicional­es, no despertaba ninguna inquietud a los azulgranas, convencido­s de que la fruta del gol caería madura. Una idea que germinó cuando Mingueza, el lateral derecho, se convertía en el primero en rematar sin que se hubiera alcanzado el segundo minuto. También ayudó que el Rayo jugara muy adelantado, lo que dio espacio y tiempo a los delanteros. A Messi, sobre todo, mal acompañado delante.

Tres postes

En la amalgama de titulares y suplentes, se vio a un equipo con dos marchas. Junior y Trincâo corroborar­on su condición de meros recambios. El portugués se evadió con facilidad de su marcador, pero en el área sucumbió. No tanto porque cayera derribado un par de veces sin entidad de ser penaltis, sino por el remate tibio y la mala elección en el último pase. Peor estuvo, sin embargo, Griezmann, en otro partido invisible hasta el empate. Riqui Puig disimuló con su entusiasmo los errores.

Con Messi predominó la sensación de superiorid­ad del Rayo, que mira con más atención la Liga (es cuarto, obsesionad­o con el ascenso) que la Copa, sin desdeñarla por el subidón que habría supuesto la eliminació­n del Barça. El poste desvió dos remates medio trompicado­s del Barça. El tercero ya fue un tirazo envenenado de Messi desde una falta lateral. Pero el Barça solo pudo marcar a portería vacía.

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Javi Ferrándiz / Sport Los jugadores del Barça celebran su segundo gol, anoche.
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Messi trata de completar un regate ante la oposición de tres adversario­s del Rayo Vallecano.

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