Un emprendedor rodeado de caníbales
Cuando uno fuerza tanto el corazón, corre el peligro de que, con solo 60 años, ese músculo, que ha soportado la pasión desmedida de alguien que se sabía «nacido para ayudar», se pare. Campos supo muy pronto que él no ganaría por falta de talento, pero hiz
Era todo pasión, la misma que lo llevó a pilotar un F-1, el origen del entusiasmo con la que abordó mil y un proyectos en categorías inferiores hasta crear su propio equipo de F-1. Adrián Campos (Alzira, 17 de junio de 1960) era un emprendedor, todo corazón, su gran músculo, el mismo que se detuvo, el pasado miércoles, sin previo aviso, por un aneurisma en la aorta con tan solo 60 años.
Había vuelto a fumar, sí, sin mucho control, como casi todo en su vida. Eso dirá la medicina, que hablará poco de los miles de viajes a su espalda, las noches sin dormir buscando financiación, las vueltas de su cabeza a cientos de proyectos —otra vez un equipo español llegaran la F-1 en mejores condiciones. Hablando de talento, Campos solía decir: «Hay tres tipos de pilotos: el que tiene talento y no carácter, que duran poco; los de más carácter que talento, que pueblan la parrilla y los que tienen las dos cosas, uno entre un millón, es decir, Fernando Alonso».
Con estas ideas se lío la manta a la cabeza para crear el Campos Racing, un equipo de categorías inferiores que se hizo un hueco en el estabilishment del automovilismo internacional, cuando promocionó a Marc Gené a la F-1, primero, y a Fernando Alonso, después. «En España hay F-1 gracias a Jaime Alguersuari y Adrián Campos», repite siempre Giancarlo Minardi, el patrón del equipo italiano (después Toro Rosso y ahora Alfa Tauri) por el que pasaron Campos, Pérez Sala, Gené, Alonso, Jaime Alguersuari e, incluso, Carlos Sainz, ahora piloto de Ferrari.
Campos se dedicó a esa complicadísima transición entre el kárting y la F-1, a descubrir talentos, a buscar presupuestos, a formar estructuras. Fernando Alonso, Marc Gené, Antonio García, Álex Palou, David Vidales, Adrián Vallés, Félix Porteiro, Vitaly Petrov, Giorgio Pantano, Lucas di Grassi, Alexander Rossi, Roberto Merhi, Jack Aitken, Mitch Evans o Lando Norris. Todos ellos han estado ligados a Adrián, un ramillete con dos pilotos en la actual parrilla, un ganador de la 500 Millas y otro en ciernes, y un buen puñado de pilotos que pasaron por la F-1 .
Fue un trabajador incansable, lleno de luces y sombras, con momentos de ruina. «Sé a quién tenemos que fichar y qué medios necesitamos. Solo me hace falta dinero», le dijo a Alejandro Agag en 2005. Y el que, después, fue promotor de la exitosa Fórmula E se metió de llenó en el asunto buscando un patrocinador, Barwa, para el equipo de Campos.
Fueron campeones por equipos de la GP2. Y al menudo Campos se le metió en la cabeza —aquella que movía de lado a lado atusando el flequillo, mientras encendía un pitillo tras otro— crear un equipo español de F-1. Fue una empresa con más corazón que cabeza, como casi todas la suyas. Logró convencer a Bernie Ecclestone y se hizo sitio en la parrilla con el Campos-Meta, que después derivó en Hispania y HRT con un truculento proceso por medio junto a Carabantes y Collin Colles.
Las anécdotas
«‘Me viste hablar antes con Bernie ¿no?’», me comentó en una ocasión tras salir del motorhome de Mister E. «Lo viste, me dio la mano, un abrazo, y todo sonrisas. Pero cuando entramos en su despacho, se volvió un demonio, se subió a una silla, y me gritó como un poseso: ‘¡Adrián: show me the money, show me the money!’ Muéstrame