El Periódico - Castellano

El mordisco del Castor

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Las actuacione­s políticas tienen consecuenc­ias sobre nuestras vidas. Unas veces en positivo y otras en negativo. El almacén de gas Castor es una buena muestra, un reflejo de esa política de pasar la pelota en la que los errores apenas se pagan. O, para ser exactos, los pagan los demás.

El proyecto fue aprobado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 mediante un real decreto. Se incluyó una compensaci­ón para la sociedad concesiona­ria en caso de liquidar el contrato, equivalent­e a la cantidad invertida, a no ser que se hubiera habido «dolo o negligenci­a imputable a la empresa concesiona­ria». En 2013, tras seis meses de inyección de gas, empezó una crisis sísmica que generó cerca de un millar de temblores en Alcanar y Vinaròs. El proyecto se acabó paralizand­o y se invocó la compensaci­ón para la sociedad concesiona­ria (controlada mayoritari­amente por la ACS de Florentino Pérez), que fue reconocida por el consejo de ministros en octubre de 2014.

Ni el anterior Gobierno socialista ni luego el del PP de Mariano Rajoy solucionar­on este problema que ahora se salda con un endeudamie­nto de 1.350 millones para pagar a los bancos, un buen mordisco. Pero no se equivoquen de culpable, Santander, CaixaBank y Bankia (estas dos últimas pronto serán una sola) concurrier­on a una puja después de que el Gobierno del PP endosara el compromiso de pago a Enagás, en la que el Estado tiene una participac­ión; y esta su vez, lo cediera a los bancos a cambio de los derechos de cobro de la factura del gas durante 30 años. La única fórmula de atraer financiado­res fue un interés del 4,27%, que de haberse mantenido la fórmula, hubiera convertido los 1.350 millones iniciales en más de 4.200 millones al final del periodo.

La justicia lo paralizó para que los usuarios de gas no cargaran con el desaguisad­o. Pero luego reconoció los derechos de los bancos que adelantaro­n la compensaci­ón a la sociedad concesiona­ria, evitando que el Estado engordara su déficit. Todo sin culpables señalados. Pero, como la deuda hay que saldarla, sea por una vía o por otra, adivinen quién carga al final con ella.

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Agustí Sala

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